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Guillermo Pilía

Poemas de Guillermo Pilía para leer.

Guillermo Pilía: Hermoso es estar vivos

¿Qué otras palabras darte - te escribí - que no fuesen
las más sencillas, las más apartadas
de estas otras, entornos de las cosas?
De los dos fuiste siempre la que hería el silencio,
yo el que no deseaba rebajarte a una voz
- lo recuerdo: no sé si en el crepúsculo
de la mañana o la tarde me decías
Qué hermoso es estar vivos - , yo el que nunca quería
nombrar más que las cosas que he perdido: el olor
de la primera fogata que el viento
de marzo dispersaba, un perro que dormía
en una puerta junto a un pan, la calle
de un suburbio endomingado.
Qué hermoso
es estar vivos - decías quizás en el crepúsculo
del alba o de la tarde, tal vez los dos estábamos
desnudos o volvíamos de un viaje - .
Esas cinco palabras ahora te devuelvo,
esas cinco palabras que nunca pedirán
ni nombre ni recuerdo, eternas en sí mismas:
las más tuyas y mías:
inéditas por siempre.

Poemas y poetas argentinos

Guillermo Pilía: isla matutina

Nacías de continuo, isla matutina,
aún no arraigada al fondo de este río,
para acrecentar el verano y nuestros mitos,
entre vuelos de aves que emprendían
sus tempranas migraciones, en las noches
de serenas aguas aluvionales.

Día a día celebrábamos tu nacimiento, la botadura
de las naves recién calafateadas,
los viajes a las provincias extranjeras;
la fundación de un templo, de un gobierno; la luz
de un nuevo astro descubierto por los astrónomos;

Poemas cortosPoemas y poetas argentinos

Guillermo Pilía: Isla en el pensamiento

Noche junto al río. Serena emerge
esta isla en el pensamiento,
en el recuerdo de los días infinitos:
grandes vigas de madera que se elevan
desde el agua, gigantescas agujas
de relojes lunares, o tal vez plegarias
por los muertos insepultos. Maderas
de pie como cimientos
de antiguos palafitos,
despojadas de vida, olorosas a peces,
negras por el alquitrán
de los buques petroleros.

Retorno del canto: amarran en las vigas
los barcos de huesos que arriban
desde el fondo del río;
y grandes hortensias
llevan a sus tumbas subfluviales.

Poemas y poetas argentinos

Guillermo Pilía: El milagro

Contaba mi padre que mi abuelo tenía
un ojo que siempre le lloraba, producto
de un golpe que le dio - brutal - mi bisabuelo.
Tendría entre ocho y diez años entonces
y con esa marca vivió hasta los setenta.
Nunca supe qué falta nimia le acarreó
un castigo tan dilatado en la distancia
y el recuerdo: ese ojo lisiado que no obstante
no logró hacerlo cruel ni resentido.
Cuando hoy mi vista llora de cansancio
- como esta mañana que tanto se parece
a aquellas en que escuchaba de niño
la historia de mi abuelo -
pienso en el milagro
de mi padre que no sufrió la misma suerte,
de mis ojos sanos y de los ojos
más sanos aún de mi hijo;
en el milagro
de que esa infancia dolorosa de mi abuelo
se haya quedado allá en su isla, y solamente
trajera aquí sin odio un ojo humedecido
que hoy bien podría estar llorando por piedad.

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Guillermo Pilía: Sobrevivientes

Se congregan junto al fuego de la playa
y la hoguera se extingue con los primeros atisbos de la aurora.

Luego duermen hasta que el mediodía
los despierta con una extraña confusión
de sol tórrido y brisa marinera.

Pasan las horas de la tarde
contemplando el flujo y el reflujo de la costa
o se van a los acantilados a contemplar el panorama
de la bahía, el arribo del utópico buque que los rescate.

Y cuando la tarde también claudica,
por haber perdido ya la esperanza en las plegarias,
para los hombres serenos escriben un mensaje
y arrojan al mar la cotidiana botella.

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Guillermo Pilía: Visitación a las islas

Aire de siglos inundaba las avenidas populosas,
los altos campanarios, los árboles
inmortales de la infancia. Con el fresco de la hora
perfumaban los comercios, los puestos de fruta
y el pregón de los feriantes matutinos.
Bienaventurado
quien podía gozar de aquella mañana
con ojos transparentes.

No tardarían las fiestas: el alma se preparaba
como para un día de campo,
de visitación a las Islas;
la iglesia adquiría un rumor de bienvenidas.
Bienaventurado cuando gozaste de aquella mañana
con ojos transparentes, cuando recordaste
como un viejo cuento perdido en la memoria
la parábola del Pródigo

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