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Arturo Capdevila

Arturo Capdevila

Poemas de Arturo Capdevila para leer.

Homenaje: Poema de Arturo Capdevila en español fácil de leer

Arturo Capdevila: In memoriam

Madre del alma, madre: Es la hora en que pienso
las cosas más amargas.

De par en par abierto
está el ensobrecido palacio del recuerdo.

Por las desiertas salas, bajo los sacros techos,
la vieja pompa es humo; toda la casa, un hueco;
y en el hogar, tú sabes, que es ya ceniza el fuego.

Así es la vida: polvo.

Menos que polvo: viento.
Menos que viento: sombra.

Menos que sobra: un eco.
Acaso un eco inútil.

¡O todavía menos!

¿Qué me quedó siquiera de tus sagrados besos?
¿Qué me quedó de aquellas caricias de otro tiempo?
Polvo en la frente.

¡Vana ceniza entre los dedos!

¿Qué me quedó siquiera de tus postreros besos?
Contigo se callaron.

Contigo se durmieron.
También los enterramos, dirá el sepulturero.

Por el callado alcázar de mi recuerdo, yerro.
Contémplanme las quietas cariátides de yeso,
y hay una que interroga: ¿Qué quiere acá, ese muerto?

Poemas y poetas argentinos

Arturo Capdevila: Inundación

El río trajo troncos y lúbricos helechos:
la creciente mantuvo mi memoria anegada.
La inundación es gris.

La niebla húmeda nada
entre ruinas y patos y lúgubres desechos.

Mundos rotos, barcazas, heridas en el pecho
del río, y un olor como a selva concentrada;
un hedor incipiente y una aguda parvada
de gritos en la cumbre del paisaje maltrecho.

Tiembla un dolor de siglos en las aguas impuras
que arrancaron raíces y carcomieron tumbas
que ahogaron yeguas, potros, jardines y espesuras.

Hay un salmo en el viento y un soplo de amargura
y donde antes fluía el licor de las rumbas
sólo queda el gemido donde el aire supura.

Poemas y poetas argentinos

Arturo Capdevila: Invocación

Lengua de mis abuelos habla por mí

No me dejes mentir

No me permitas nunca ofrecer gato por liebre
sobre los movimientos de mi sangre
sobre las variaciones de mi corazón

En ti confío
En tu sabiduría pulida por el tiempo
como el oro en pepita bajo el agua paciente del claro río

Permíteme dudar para creer:
permíteme encender unas palabras para caminar de noche

No me dejes hablar de lo que no he mirado
de lo que no he tocado con los ojos del alma
de lo que no he vivido
de lo que no he palpado
de lo que no he mordido

No permitas que salga por mi boca o mis dedos una música falsa
una música que no haya venido por el aire hasta tocar mi oreja
una música que antes no haya tañido
el arpa ciega de mi corazón

No me dejes zumbar en el vacío
como los abejorros ante el vidrio nocturno

No me dejes callar cuando sienta el peligro
o cuando encuentre oro

Nunca un verso permíteme insistir
que no haya despepitado
la almeja oscura de mi corazón

Habla por mí lengua de mis abuelos
Madre y mujer

No me dejes faltarte
No me dejes mentir
No me dejes caer
No me dejes
No.

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Arturo Capdevila: Magia negra

¡Atadla!

¡Desnudadla!

¡Sujetadle
los brazos con la propia cabellera!
¡Sujetadle los puños por la espalda!
¡Cerradle el nudo con sus mismas trenzas!

Machacad entretanto en el mortero
hasta que polvo imperceptible sea,
la antigua pasta.

¡Machacad de modo
que en un polvo infernal cuaje la mezcla!

Mientras esto se cumple, vieja maga,
no olvides a las cómplices estrellas.
Yo cuidaré del trébede maldito,
donde el incienso que enbrujaste humea.

Y cuando tú lo mandes, profetisa,
yo mismo entre las carnes traicioneras,
le marcaré el tatuaje, poco a poco,
conforme al rito de la magia negra.

La hechizaremos con tan grave hechizo
que una roja locura la enceguezca,
y con los ojos ciegos, desolada
por infinito horror cruce la tierra.

De modo tal que el sacrilegio horrendo
que así me libra a la tieniebla eterna,
sea el crimen más cruel que hayas cumplido,
¡sacerdotisa de la magia negra!

Que así la amo y así por su pecado
pierdo el alma en las hórridas tinieblas.
¡Sacerdotisa!.

Sí.

Nada me digas.
¡Sé que el octavo círculo me espera!

Pues yo mejor que tú sé de tus artes,
y mucho más que tú sé de tu ciencia.
Por eso, por tus signos te lo juro:
¡Ay de ti si la cábala te yerra!

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Arturo Capdevila: Mujer

Viajar en ti
quiere decir quedarse

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Arturo Capdevila: Mujer dormida

¿Dormida?

¿Hecha cuajado río o luna?
¿Fuera de ti, pálida voz de la tierra?
¿Labio de mármol que oscuro anhelo calla?
No oso acercar manos que tiemblan
a la desnuda y yerma saudade de tu cuerpo.
Bajo las pestañas no sé qué cabalgadas;
qué perfecci6n de bosques y senderos;
qué bueyes con cuernos de laurel adornados
con pardas muchachas en los lomos florecidas.
O nada, o sólo el negro sueño, olvido;
dos profundos pozos sin eco y sin llegada,
tu frente sin huella un mar de nieve,
el corazón como una estrella acostumbrada.
Y el blanco amor que te cubre, nube,
granizo es ya, que te conserva, nítida,
como una paloma posada más allá del arrullo.
Lejos de ti; amarte, verte de lejos;
la cabellera, mortaja de tu sueño.
En soledad, sin hombres y sin dioses.
Grises peñascos; mazorcas huecas; hiedra.

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Arturo Capdevila: Ni al amor ni al mar

Es refrán de España
que sabe a cantar!
Ni al mar ni al amor
los queráis gritar;
que siempre lo suyo
tornan a buscar:
el amor sus rosas,
sus tierras el mar.

Es refrán de España
que sabe a cantar.
No lo olvide nadie
Ni al amor ni al mar.

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Arturo Capdevila: La niña

La niña chupó la punta de su dedo meñique:
un brillo de diamante se produjo en la uña.

Se colocó de espaldas al gran sol del poniente.

Alzó su mano izquierda:
extendió el dedo humedecido.

Un rayo de aquel sol atravesó la uña:
el arco iris nació.

La niña fue hasta él.

De sus huellas sobre la hierba
brotaban campánulas azules y moradas.

Subió con ágil paso.

Las aves y el viento guardaron silencio.

La niña se fue haciendo un punto cada vez más brillante
mientras ganaba altura.

De pronto
el arco iris desapareció:
los pájaros celebran con asombro nocturno.

En el cielo
deslumbra
la Luna creciente.

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Oración en la entraña quemada de un sabino: Poema de Arturo Capdevila en español fácil de leer

Petitcru: Poema de Arturo Capdevila en español fácil de leer

Arturo Capdevila: Quema Pulsa Tiembla

Quema
Pulsa
Tiembla

Vibran
la carne que se yergue
y la que ciñe
envuelve
carnemente.

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