Señor, señor, me vendes emoción
antes que todo descarte el machismo
evada la lujuria
desvístame de la sumisión
Joven, joven, te vendo mis años mozos
a cambio de un poquito de emoción
sentirme elogiada un poquito
cada segundo y con tentación
Señor, señor, joven, joven
estoy barata, en oferta y promoción
no lo hago por sexo, mucho menos por compasión
sólo deseo sentirme mujer el día de hoy.
Poemas cortosPoemas y poetas salvadoreños
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre
porque se detendrá la muerte y el reposo.
Tu voz, que es la campana de los cinco sentidos,
sería el tenue faro buscado por mi niebla.
Cuando sepas que he muerto di sílabas extrañas.
Pronuncia flor, abeja, lágrima, pan, tormenta.
No dejes que tus labios hallen mis once letras.
Tengo sueño, he amado, he ganado el silencio.
No pronuncies mi nombre cuando sepas que he muerto
desde la oscura tierra vendría por tu voz.
No pronuncies mi nombre, no pronuncies mi nombre,
Cuando sepas que he muerto no pronuncies mi nombre.
Un día, risa loca-,
y otro, lágrimas;
sin que medien caricias ni querellas...
Son estados del alma
o de la mente,
que
-en forma ya consciente o subconsciente-
marcan el frágil rostro,
para siempre,
con el sello indeleble de sus huellas.
Poemas cortosPoemas y poetas salvadoreños
Entonces llegó el alado
y era su esplendor un despilfarro
los motores del Saturno
el destello del sol en un espejo
el vivo carmín de un lapiz labial
el deseo andante los celos vivaces
todo a la vez
Y las fieras se tendían en el suelo
como húsares heridos
Sólo Daniel podía verlo
Su mundo entero eso sí
se conmovía
Miró los Papas del pasado y el futuro
en sus coches contra balas
y las jugosas conchas de las muchachas
envueltas en jerseys
y hombres ranas
aferrados a sus snorkers
Parecía todo ensayado
uno de esos saltos
sin red
El ángel se levantó
en vertical ascenso
en un suave camisón de abuela
volando como goleta
hacia la nada
el lugar de donde vino
Vivirás entre las fieras
Daniel
es todo lo que dijo
Flamearon sus cabellos
y luego una sonrisa de consuelo
el gorro de una nube
el dulce gesto compasivo
como el nixtamalero al alba
borrado entre celajes el azul Caribe
Tal es en fin la indiferencia
Yo, la hija del extranjero
que lleva una india tras la cara,
alzo mis manos en las cumbres
y pateo firme la tierra larga.
Yo, la mujer blanca
nacida, criada y amamantada
en estas tierras americanas,
con mi pedazo de canela
creciéndome en las enaguas,
con una raíz en la distancia,
doy mi follaje, gaviota,
barco, vela, espacio, tiempo,
rayo del sol, lucero del alba,
petate, jarra;
de mi resina se alimentan
todas las aguas.
Yo, la mujer que alza su rostro
sobre las pirámides de nácar,
y lleva por vestido un monte,
y por penacho, cinco nostalgias.
Yo, la desposeída del propio
futuro,
dueña majestuosa del más alto mañana,
llevo en los pies cascabeles
y rasco y horado un pasado de obsidiana.
Lúcido en la tiniebla de un momento
de ser -ya sido- en inicial viraje,
arranca de raíz mi pensamiento
-tan joven como antiguo en su linaje-.
Ráfaga a grupas de un saber, aliento
-del polvo hostil es rescatado viaje-,
emite luz, muy cerca a lo que siento
del más nocturno azul de alunizaje.
Ritmos de meteoros miden tensa
noche, sólo soporte a mi defensa,
igual a rostro en Cero circunscrito.
Yo heroica y huyendo en un desvelo
-libre y sin nada-, como en un deshielo,
alcanzo en pie de amor, el infinito.
Sube al atlas del reloj
Y date cuenta de su paso
Mira bien las apariencias
Son los miedos exaltados
Te tocará convivir con ellos
Todo lo que dure el viaje
Extiende rotundos los brazos
Recibe una a una las direcciones del dolor
Únete a la tormenta,
Inequívocos en ti
Van los rumbos de los peces
Y el aleteo de la red
Coloca espejos en tus hombros
Así sabrás de tus rivales
Recuéstate en la hierba
Y escucha el leve paso de los suspiros
Como en la guerra
Los detalles te mantendrán vivo
Siéntete pequeño
Muy pequeño
Solo así sabrás
La dimensión exacta
En la que el amor
Te ha colocado
La barbera cocina bellísimo,
prepara unos aviones sin destino,
sabe que el piloto desprovisto de razón
sueña con sus universales guisos.
Ella, madrugadora cascada tropical,
busca sitio para acomodar su cabeza
en el pecho giratorio del planeta
de corazón perdido en la montaña.
Le confieso mi amor a lo pájaro
y palpo su espalda coronada de azahares,
su mandíbula contraminada al cielo.
No sé qué haría sin sus tijeras y peines,
a la altura del ronco milenio
disputado por 'hombres nuevos' y musas feministas.
El pintor hacía el amor con ocho espejos,
no veía cuando el alma se le iba.
Mirándose demasiado por dentro enfrentaba al cuerpo amado,
a esa verdad de paisajes pintados por la noche.
Y el abismo lo asedió sin descanso,
no hubo vino que no llevara sismo,
hachís que no alimentara sus telas,
cama que no apestara a hospital.
Amedeo embrumado,
por las tardes lloraba hasta la resequedad
presintiendo que un poema sería quien cerrara sus ojos a la noche.
Poemas cortosPoemas y poetas salvadoreños
América, te percibo con el dedo
de los pobres,
desde tu íntimo deseo de ser mano.
Te percibo madre-padre de los que de ti
fueron arrancados.
Tu tierra ha ido puliendo
la nostalgia, día tras día,
hachazo, guaro, mujer pendiente.
Hijos del cacashte antiguo
de tus ídolos.
Hermanos de este Cristo tan hecho
a la medida de tus clavos.
Y tú, apenas hoy te levantas
para decirnos: buenos días, muchacho,
Qué haces?
Muchacha, buenos días, Duermes?
Duermen todos?
El poeta cara a cara con la luna
fuma su margarita emocionante
bebe su dosis de palabras ajenas
vuela con sus pinceles de rocío
rasca su violincito pederasta.
Hasta que se destroza los hocicos
en el áspero muro de un cuartel.