Poemas de Luisa Futoransky para leer.
Sobre el poeta Luisa Futoransky [occultar]
Están los corazones inteligentes, los corazones ordinarios, los groseros, mezquinos, de pocas luces, híbridos, hediondos, con sarro.
Los corazones arvejitas, los corazones hígado de pato.
Los que se hacen la mosquita muerta, duermen la siesta, te observan de reojo y despiertan cantando como locos.
Están los corazones que no te verán nunca jamás, los que te vieron y no viste, espiando, la ñata contra el vidrio.
El corazón estreñido, el corazón bofe, de pompa y circunstancia, corazón de lo que el viento se llevó.
Los puro cuore, purapinta y nada más que blablablá.
Los flor de ceibo, de morondanga y de madera terciada.
Los corazones mersa y murga, el corazón de querer y no poder,
corazón mitómano y bífido.
Hay corazones en remojo de vinagre, oporto y en champagne, corazones que te traen yeta y que los parta un rayo,
corazón donde estás y 'por qué dejaste sola a la pobre Lu'
corazones arrugados y almidonados
corazones que más vale perderlos que encontrarlos
corazones al bies y en falsa escuadra.
Corazones oro, plata, platino y mucha esmeralda.
Corazones que te pasan factura,
corazones fuente de Juvencia
y gloria de Dios al anochecer en Galilea.
Corazones cenicientos, nomeolvides
Dama de corazones, corazonadas aceptar.
Batallas sangrientas, perdidas de antemano por cada una de mis
muelas y mis dientes un mapa con banderilleo
de privaciones y cercenamiento cuyas trazas
se pierden en las mismas, reiteradas escaleras
que conducen a idénticos tronos de aprensión,
oprobio y pánico
Carradas de nombres, moldes en yeso vaciados de significado
como maxilares caninos molares
para quedar con una sola referencia elemental:
los de adelante, los de atrás
los de arriba, los de abajo;
como los primeros pasos de Buda
desnudo
en el mundo
hostil
Incisivos de vampiro de morsa
roedores
caricaturas, puertas primeras que revelan
a los hombres
del poder
Romper/ no romper
rechinar
los dientes
Oh! mis dentistas con sus pinzas
gasas
jeringas
puentes
coronas
falsas anestesias del mundo entero
manos singulares que me arrancaron
una a una las raíces del juicio
y cada tanto, a falta de tantas cosas
me prescriben tabletas que adormecen
bacterias sin sosiego
Encías
residuos
sueños
Refulgente
la sonrisa kolinos o colgate
brilla desde nunca
por su permanente
desguarnecida
ausencia
Arles, enero 95
Escribir con la paciencia de un entomólogo,
la displicencia de un dandy y la febrilidad
del buscador de oro.
El poema, la más frágil transparencia nupcial.
Poemas cortosPoemas y poetas argentinos
Las rosas de Jerusalén son complicadas
Los peregrinos desesperan
El camino de las rosas de la verdad
es absoluto.
Y me duele/s tanto.
Poemas cortosPoemas y poetas argentinos
partir
una sombra
un vaso
florecer
con el soplo
y la corriente
en lejanos manicomios
los ausentes
pierden
derecho
a la palabra
Poemas cortosPoemas y poetas argentinos
las plantas como las palabras crecen en forma inesperada
por tanto hay que modelarlas de acuerdo a su naturaleza
sin desdeñar el azar
yuxtaponer sin empastar, dice
mostrando las palmas llagadas de otros brotes, otras podas
tras los rigores del invierno, la gracia
la rosa de Jericó es una rosa que se hace la muerta
y cuando la asperjan
revive
con olvido
pero más que nada
con paciencia
Poemas cortosPoemas y poetas argentinos
Soy de otra parte, otro cuerpo, otro golfo
para que me entiendan
para que no me entiendan demasiado
por atajos y digresiones
escribo.
A mano limpia. A campo traviesa.
Vivo por circunloquios, espirales, pidiendo disculpas, permiso.
Demasiado.
Tropiezo, desentono, me repito,
adiciono prótesis, me encorvo,
heteróclita, minuciosa, descuidada
descartando a manotazos, boqueando
con notas a pie de página
inverificables.
Desenraizada como tronco de plátano
a merced de la borrasca, puro cráter, pura fragilidad
sin saber echar raíces pero voy
poniéndome en escena, fuera de foco,
por lente cóncavo o convexo
nunca el del arcoiris nunca el del amor correspondido menos furtivo.
El mínimo denominador común del dolor es universal
y su raíz cuadrada esta nuez, este rubí,
que aún alumbra, soberbio, secreto, aunque airado
la palma de mi mano.
Con una ristra de ajíes en el muro se puede atravesar el invierno.
Hacer como que no existen los estragos del dinero, las arrugas ni la fatiga de vivir.
Con ella se pueden machacar derrotas. Y sentarse con aparente indiferencia en un banquito, la puerta entreabierta, desmenuzando en hebras finísimas la urdimbre de historias enrevesadas. Pieles y sudores afines con que neutralizar ejércitos hostiles.
Tarde o temprano los ángeles llegarán cargados de advertencias. O promesas. Con sus cuentas de diezmos a pagar. Que para eso están.
La rosa de los vientos, el firmamento, el ocaso en el alhajero de los chiles.
Aunque por la Sangre de Cristo, por Santa Fe y Taos falte el mar.
El país no existe.
Después de quince años la calle natal había cambiado de nombre y las casas no sólo eran otras sino que ni siquiera conservaban sus números catastrales.
Sólo la ajada fotografía de mamá con trenzas y el abuelo a su lado, existe.
Mamá no peina trenzas y el abuelo murió hace cuarenta años.
Poemas cortosPoemas y poetas argentinos
deshice casas
perdí bibliotecas
me fui con lo puesto
en una valija
dos valijas
tres
indivisible
la trinidad
es
lágrimas
patitas
para qué te quiero
las actrices pobres y viejas
terminan sus días
emparedadas
tomando mate
en un asilo temible
la Casa del teatro
¿Acaso no matan a los caballos?