Poemas de Luciano Castañón para leer.
A veces,
cuando atardece el cielo en primavera
surge como un sobrecogido y mágico
clarinazo en todo el barrio
rasgando la alegría prisionera.
Es que el seno de las barcas
llegó pleno, fúlgido de coletazos
y boqueadas agónicamente ávidas.
(En las calles
reinaba aún el vacío de la espera.
El vasto vocerío enmudecía
y sólo los niños en sus juegos
modelaban su inconsciente voz de fresa.
Era la amada hora de la precena.)
Los hombres que descansen o que beban.
Las mujeres...
Un oloroso, cocineril humo
- vaharadas de peces fritos -
brisea por las ventanas
o se comba denso fuera de las chimeneas.
Cuando se vaya - hoy -
el liviano sol que alivia penas,
la noche remunerada de las personas
será una hoguera.
A veces, en primavera...
Mujeres no tan viejas
como la erosión inmemorial de tus sillares,
Colegiata vieja;
mas sí tanto como las indefectibles viejas
acuclilladas en el escalón
de tu siempre ¿por qué? cerrada puerta.
Fuman a veces como fieras,
dando viabilidad de huída al humo
su sumida desdentadura
- por la forzada desdentadura
de sus faltriqueras - .
Agudo es el ángulo de sus rodillas
porque no estiran las piernas.
También su brazo se geometriza
doblando el codo y la muñeca;
está aquél muy al sur de la mano
que, plegada, sostiene el serio sur de la cal
Pueden escupir chanzas,
y la ofensiva gracia,
pero, eso sí,
siempre latirá en las viejas
la pesadumbre abisal de su pobreza.
«Quiero y no puedo».
(Parece que sólo pueden
las que por dinero
tienen ganado el cielo.
Y a veces pasan cerca.)