Cuba: 1863-1893
Poemas de Julián del Casal para leer.
Polvo y moscas. Atmósfera plomiza
donde retumba el tabletear del trueno
y, como cisnes entre inmundo cieno,
nubes blancas en cielo de ceniza.
El mar sus hondas glaucas paraliza,
y el relámpago, encima de su seno,
del horizonte en el confín sereno
traza su rauda exhalación rojiza.
El árbol soñoliento cabecea,
honda calma se cierne largo instante,
hienden el aire rápidas gaviotas,
el rayo en el espacio centellea,
y sobre el dorso de la tierra humeante
baja la lluvia en crepitantes gotas.
Cuando el hijo salvaje del desierto
Ata su blanca yegua enflaquecida
Al fuerte tronco de gigante palma.
Y tregua dando a su mortal fatiga,
Cae en el lecho de tostada arena
Donde la luz reverberar se mira;
Sueña en los verdes campos anchurosos
En que se eleva la gallarda espiga
Dorada por el sol resplandeciente;
En la plácida fuente cristalina
Que le apaga la sed abrasadora;
En la tribu que forma su familia;
En el lejano oasis misterioso
Cuya frescura a descansar convida;
Y en el harem, poblado de mujeres
Bellas como la luz del mediodía,
Que entre nubes de aromas enervantes,
Prodigan al sultán dulces caricias.
Pero al salir del sueño venturoso
Sólo ve, dilatadas las pupilas,
Desierto, el arenal ilimitado.
Noche de soledad. Rumor confuso
hacer el viento surgir de la arboleda,
donde su red de transparente seda
grisácea araña entre las hojas puso.
Del horizonte hasta el confín difuso
la onda marina sollozando rueda
y, con su forma insólita, remeda
tritón cansado ante el cerebro iluso.
Mientras del sueño baja el firme amparo
todo yace dormido en la penumbra,
sólo mi pensamiento vela en calma,
como la llama de escondido faro
que con sus rayos fúlgidos alumbra
el vacío profundo de mi alma.