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Jaime Labastida

Jaime Labastida

Poemas de Jaime Labastida para leer.

Jaime Labastida: Hielo

Los frescos de Botticelli
arrancados a la Villa de Lemmi,
la Victoria de Samotracia,
con las alas unidas por alambres
y una estaca de acero entre las nalgas:
trofeos de guerra, pasto
para la codicia de los reyes.
El saqueo. Ticiano, el Veronés,
el Bosco, el sarcófago asirio,
las urnas de granito y madera policroma
en donde están las momias de Ramsés
o Nefertiti, la estela funeraria
de Aristóteles, los códices mixtecos,
el penacho falso tal vez de Moctezuma,
los caballos de bronce de San Marcos,
la virgen negra de Constantinopla:
el saqueo, el saqueo. Arrebatados
de páramos, de selvas, de templos,
de palacios, de países, de pueblos,
de naciones. Los botines de guerra,
las limpias compras de los mercaderes.
Como si el oro abstracto, el billete
crujiente fueran iguales a La Piedad
o a la inflexión precisa de la sombra
en un caballo de Picasso.
¿Qué podría remplazar
una pierna perdida? ¿Qué moneda
podría ofrecernos otra vez
la estela maya que un avión
extranjero llevó a Texas?
No tiene precio el ojo,
ni la máscara turquesa,
ni el coyote emplumado,
ni Monalisa astuta. Más que el oro
valen su instante irrepetible,
su columna de gracia,
sangre exacta, detenida, y perfecta.

El dolor, el dolor. Egipto,
Grecia, México, congelados aquí,
ante el azoro de los visitantes.

Poemas y poetas mexicanos

Horas: Poema de Jaime Labastida en español fácil de leer

Jaime Labastida: Invocación a una alta imagen

A Ruth

Mujer de viento,
permite que la playa de tu oído
recoja el mar de mis palabras.

He de enseñarte a amar lo que yo amo
y has de aprender a amarte toda tú:
He de romper lo unido a la costumbre
para que tu sed conquiste calma.

Ya te hundiste en el agua
y vives, como océano,
ciñendo el continente de mi torso.
¿Ves el reflejo de la sal en los esteros?
He aquí que tu mirada dulcifica.

Estela es tu nombre.
En mí la dejas como un vasto ámbito de espuma
o una turbia primavera aflorando hasta la piel.
¡Ah, la tierna región que ahora me señalas!

Recoge de mi antorcha el fuego suficiente
para quemar la casa de tus padres.

Corazón de designios amables,
acaricia mi esperanza arrodillada.
Te invoco, mujer:
siente la savia de mi voz;
te imploro, imagen alta abierta a mi resguardo.

Abanico del aire, tócame.
Cabellera del fuego, incéndiame.
Ánfora de la alegría, sáciame.
Señora de la luz, concédeme la sombra.

Poemas y poetas mexicanos

Jaime Labastida: El júbilo se enciende

La memoria es una piel que tu recuerdo llaga,
una herida de torpe geometría,
es una carne, un nervio vivos.
Lacera memoria donde el fuego
es la violenta agua apaciguada.
Miro así tu jadeo,
en ese mar, en esas olas me hundo.
Que hermosa sed que nunca más se sacia,
que agua: no apagas sino incendias.
Tu cuerpo resplandece con mi yesca;
tallo tu imagen de carbón
y es fósforo, sol, óxido el que brota
de esta chispa de luz.
Rescoldo quedan nuestros cuerpos y aluzamos
todo cuando habita la pieza.
El júbilo se enciende.
De los cuerpos que se besan
viene este parto de la brasa.
Los objetos adquieren sus perfiles de gracia
y desdeñan la sombra.

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Un largo, lento aprendizaje: Poema de Jaime Labastida en español fácil de leer

Jaime Labastida: Límite

Para saber hasta qué límite en mi sangre,
para que las manos reconozcan
el hueco azul que horadaste en el aire
y que se queja, a diario, por tu ausencia,
para que la memoria de hoy me diga dónde,
hasta dónde, en la carne, me eres necesaria,
necesito que prescindas de mí,
necesitas pensar que estoy ya muerto.

Imagíname cuerpo del que nada puedes
reclamar, que nada puede darte: ni paz ya,
ni sonrisas, ni un ángel de exterminio
o extranjero, ni el pan nuestro de la casa.
Imagina también tu vida así, bajo mi ausencia
fría, con las uñas creciéndome
en lo oscuro, en lo oscuro, en lo oscuro.

Y luego, torpemente, descubre que estoy
una vez más, adentro, en ti, raíz y luz
en el voraz torrente de tu pelo.

Puede la música acosar al corazón,
pueden el arpa y los relámpagos
atravesar las nubes, porque hubo un tiempo
azul en que comíamos el pan, la miel,
el dátil y los higos del desierto.

Hoy la abundancia nos destruye
y habría que aprender a convivir
con la miseria. Con la miseria,
sí, pero también
con el amor más triste.

Poemas y poetas mexicanos

Jaime Labastida: Luz detenida

Hoy baila mi mujer y taja
sonrientes cicatrices en su cielo.
Hoy ella baila, colibrí ante la flor,
espejo frente a espejos enemigo.
Y la flor se habita de las plumas
y el pájaro seis pétalos se vuelve.

Soy un puño de tierra echado al viento.
Hoy baila mi mujer
y desaloja la discordia,
el núcleo donde la muerte juega,
y la nostalgia.

Hoy baila mi mujer, mi amante:
luz detenida en el aire.

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Luz: Poema de Jaime Labastida en español fácil de leer

Jaime Labastida: Mentira

Todo cuanto hasta aquí fue escrito,
mentira sorda. No es verdad
que haya sido menos dura
la mandíbula airada de las horas.
Que un pañuelo piedad haya enjugado
el sudor de las víctimas. Falso
también que días más tarde
la vida sea más fácil. L llaga
en la conciencia. La espina,
atroz, en la memoria. Tanto mal
que hemos hecho, sin quererlo
siquiera. Una sonrisa tuerta
en la frontera opaca de la noche.
Una mirada tensa cuando apenas
la niña sonreía. Triunfan siempre
la guerra y los contrarios.
Insaciables las horas, insaciables
los días. Sordomuda
la historia, hostil
la vida: el equilibrio es tenso.
Caminar es violencia.
Estamos hechos para devorarnos.
Mentira, pues, que este dolor acabe.

Clamaba a ti, desde lo hondo,
oh polvo, padre bestial,
inhóspito, implacable.
Clamaba a ti, y no me has escuchado.
Mi mano tartamuda había mentido.

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Jaime Labastida: Papel borrado

Cuando termino de escribir todo esto,
después que durante horas me imprimo
como un mecanismo de dulzura y de cólera
én las hojas, y el viento desordena los papeles
y entra un siblido extraño, y merodea en la casa
una noche especial, ajena, sin preguntas;
cuando abro las ventanas para que lleguen
los amigos que tienen nombres de herramienta
y prisines, después que me deshago de este
tósigo, cuando quedo vacío, mi mujer
viene aquí con amor que estrangula.
Amor resplandeciente el nuestro que asume
la crueldad de un pájaro pequeño que picara
su grano, tiernamente, en la herida de un brazo
y más la abriera, que es como un pequeño pájaro
que cantara, cerca, muy cerca, demasiado
cerca del oído, y al que no pudieras callar,
aunque te rompa el tímpano a golpes de dulzura.

Escribo entonces junto al mar.
Asiento mi pisada y mi cansancio
en la áspera arena de la playa, mientras el mar,
ausente, en grises movimientos nos acecha
y borra todo, borra todo, borra
todo de mí, borra todo de mí,
borra todo de mí.

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Jaime Labastida: La piel

Creyente sólo de lo que toco, yo te toco,
mujer, hasta la entraña, el hueso,
aquello que otros llaman alma, tan unida,
tan cerca de la carne mortal y voluptuosa
o siempre ardiente o nunca maltratada
sino dulce, oscilante entre querer
y subir, adentro de la espuma.
Te todo, dije, mujer, hasta el más húmedo
hueso de tu vientre, donde ya gimes tú,
y el aire libre viene, sin sangre
o pensamientos: un solo extremo
de mi cuerpo se convierte en el todo.
Ni un pensamiento impuro empaña entonces
ese goce: cuando estoy en tu vientre
sólo estoy en tu vientre. Soy ahora
ese límite extraño, esa piel que consume,
que se quema y se gasta, ese tacto
profundo que va desde la piel
al pozo ciego de mis venas, y también
un ruiseñor y un alto sol, tendido,
mudo. Un beso apenas, un leve,
ya risueño fulgor que lento acaba:
la piel que se contrae. La sangre
toda y los sudores hablan. Vuelven
a mi los pensamientos. Por ti camino
llano por el tiempo. Cuando estoy
a tu lado, no estoy sólo a tu lado:
el agua entera fructifica, el espacio
se amplía y un lento sol nocturno
nos enciende por dentro.

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Plenitud del tiempo: Poema de Jaime Labastida en español fácil de leer

Amado NervoFederico García LorcaGabriela MistralGustavo Adolfo BécquerJorge Luis BorgesLuis de GóngoraMario BenedettiOctavio PazPablo NerudaRosalía de CastroSan Juan de la CruzSor Juana Inés de la Cruz