Poemas de Héctor Rosales para leer.
Límite impreso larva del símbolo ilimitado
En ti el sonido del alma queda blindado
Trinchera en el papel de la emoción escrita
Recluta en tus hilos de tinta esta breve cita
Antes que la olvide y antes que sea olvidado
Poemas cortosPoemas y poetas uruguayos
me quedé recostado en
el sur
con el ceño arqueando
distancias y precipicios
abracadabra
repetí
por decenas
en los cristales empañados
la lengua de la burla
escribía desafío
y un duende
metía la magia
bajo los colchones
los pasteles del infierno
estaban fríos
y no sé quién preguntaba
por un plomero
abracadabra
repetí
y me quedé recostado
en los cristales
arqueando con el ceño
la lengua
de un duende
hasta
estrangularlo
en el su
Y te doy el hechizo de las eras
en las doradas fechas de placidez fecunda.
Y también el sello donde un ciervo
salta entre dos cartas
enviadas a regiones contrarias, equívocas.
Los documentos están aquí;
puedes incluir cualquier crepúsculo
en estas fotos rancias y en la firma
que tiembla al son
de algún astro descarriado.
Pero acepta el duende que morirá lejos,
recoge los llamados del pasado
y perdona, corazón mío,
a esta sangre sin claraboyas
que tantas malas veces ofrecí
como único alimento.
En el mostrador anudó su actualidad,
y el mar del tenebroso recipiente
lo llevó, remo a vaso,
vaso a remo, hasta la isla
de marca similar.
Las aves traían restos de navios,
leves escudos de rutas diluidas.
Para el infierno sobraban pasaportes,
sobraban días, cuando aquel mi temor
joven contemplaba la advertencia
de la isla.
Poemas cortosPoemas y poetas uruguayos
A Julio Ricci
un caracol ya basta
para contagiar de lentitud el tallo
por el que viaja
y además
expandir su influencia paulatina
en ramas hojas corolas
la planta toda
hay situaciones en que
por rostro de extraño viandante
hallamos un rictus forzado atajando
el malestar que pugnaba declararse
y el aire
que conoce los disfraces sumamente
absorbe esa reacción de excusada delincuencia
y la trasmite a las golosinas
los postes los monumentos las azoteas
la tarde entera
qué fácil entonces
la tristeza
un caracol ya basta
a Álvaro Miranda
los ciclistas en marte adquieren grandes
velocidades sus robustas anatomías gozan
perenne juventud persistentes carreteras
de estos marcianos deportistas cuentan que
algunos constantemente corren fuga inusitada
según superstición por influencia contraída
al entrenarse en noches de tierra llena
Poemas cortosPoemas y poetas uruguayos
Del ciprés enhiesto en la llanura
los días afilan las sombras.
La soledad, agachada, lo ve.
Y huye sin querer que se lo nombren.
Poemas cortosPoemas y poetas uruguayos
Sonríe la doncella del palacio de mosaicos
de nácar. La belleza asomada al infinito.
A la espalda, mal dormida, porta mi deseo
una daga que no acepta orden ni espejo, que
amenázame también, como si yo fuese
otro, un muelle ciego donde atracar su sino.
La sonrisa dice sí, comencemos
tras la patria de zaguanes desfondados,
sobre los mullidos, versátiles copos
del jardín desterrado del continuonó.
Acudo a la cita, la dulce, corta travesía
aislada de cualquier costa corriente.
La belleza fundida en mi fugacidad;
y la daga en ambas heridas, siglos después,
afirmando su filo, intacta en el grabado
del único, perforado mosaico del palacio.
La llovizna partió.
En el cuarto, viejo
baúl de la noche, nicho,
mi vida se amontonaba.
(Allí, recuerdos
de sol nunca
llegaron).
Nadé hasta la última sombra
donde el nombre no soporta
su ventura: esperar
lo imposible
despacio.
Hallé una corona. Agazapada
en su seno la memoria,
esférica penitencia
oscurecida. La llovizna,
ya sin agua,
me esperaba.
Poemas cortosPoemas y poetas uruguayos
Debe ser el trigo. La parálisis
de los caballos en la pradera
inaccesible. Suena, resuena
una voz fusilada en la carrera.
(Nos llaman). No sé quién
está escribiendo:
'cuidado con el arroyo,
puede matar cual espejo.'
Debe ser el trigo. Las vencidas
cortezas del viento: bronces
otoñales que no vuelan.
Pasivo el espanto,
entre las hojas sin tierra
ni linaje.
'Hambres, hambrecitas
(nos llaman):
éste no es el campo,
jamás
vuestro campo.'
La demora, enhiesta en su altivez torturante,
cuidadosa perfora,
una a una,
las hojas del instante.
Es como si niños con un control remoto
estuviesen jugándome al desgaste.
Arrollarse en el frío ademán del aire;
comprimirse en la esencia de la angustia
y ver desde muy lejos
- mustia -
la ilusión nacida de feliz pasado.
Buscar ansioso un orificio en la noche
donde se pueda ver el sol del mañana.
Aquietar el estertor en esa mirada
que no está aquí, pero me ve
escapando de recuerdos indelebles
que se apoderaron de mi habitación.
Rara es la lucha de los núbiles deseos
que resbalan la prisa y caen,
golpeándose en la demora desesperante
que perfora desde siempre,
una a una,
las hojas del instante.
Destacaba el fulgor
desafiante del río
en la noche clara
Llevaba en su lomo luces
camino a la escuela
del alba
Qué lacio trayecto de cristal
desarraigando las sombras
de la quebrada
Llevaba en su lomo luces
camino a la escuela
del alba
Mañana de luminosa ceremonia:
el sol diplomó alumnos
con los colores de tu mirada