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Félix María de Samaniego

Poemas de Félix María de Samaniego para leer.

Félix María de Samaniego: El águila y la asamblea de los animales

Todos los animales cada instante
Se quejaban a Júpiter tonante
De la misma manera
Que si fuese un alcalde de montera.
El Dios, y con razón, amostazado
Viéndose importunado,
Por dar fin de una vez a las querellas,
En lugar de sus rayos y centellas,
De receptor envía desde el cielo
Al Águila rapante, que de un vuelo
En la tierra juntó los animales
Y expusieron en suma cosas tales.
Pidió el león la astucia del raposo,
Este de aquél lo fuerte y valeroso;
Envidia la paloma al gallo fiero,
El gallo a la paloma lo ligero.
Quiere el sabueso patas más felices,
Y cuenta como nada sus narices.
El galgo lo contrario solicita;
Y en fin, cosa inaudita,
Los peces, de las ondas ya cansados,
Quieren probar los bosques y los prados;
Y las bestias, dejando sus lugares,
Surcar las olas de los anchos mares.
Después de oírlo todo,
El Águila concluye de éste modo:
«¿Tes, maldita caterva impertinente,
Que entre tanto viviente
De uno y otro elemento,
Pues nadie está contenta,
No se encuentra feliz ningún destino?
Pues ¿para qué envidiar el del vecino?»
Con sólo este discurso,
Aun el bruto mayor de aquel concurso
Se dio por convencido.

De modo que es sabido
Que ya sólo se matan los humanos
En envidiar la suerte a sus hermanos.

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Félix María de Samaniego: La águila, la corneja y la tortuga

A una Tortuga una Águila arrebata;
La ladrona se apura y desbarata
Por hacerla pedazos,
Ya que no con la garra, a picotazos.
Viéndola una Corneja en tal,faena,
La dice: «En vano tomas tanta pena:
¿No ves que es la Tortuga, cuya casa
Diente, cuerno ni pico la traspasa,
Y si siente que llaman a su puerta,
Se finge la dormida, sorda o muerta?»
«Pues ¿qué he de hacer?» «Remontarás tu vuelo,
Y en mirándote allá cerca del cielo
La dejarás caer sobre un peñasco,
Y se hará una tortilla el duro casco.»
La Águila, porque diestra lo ejecuta,
Y la Comeja astuta,
Por autora de aquella maravilla,
juntamente comieron la tortilla.

¿Qué podrá resistirse a un poderoso
Guiado de un consejo malicioso?
De estos tales se aparta el que es prudente;
Y así por escaparse de esta gente
Las descendientes de la tal Tortuga
A cuevas ignoradas hacen fuga.

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El águila y el cuervo: Poema de Félix María de Samaniego en español fácil de leer

El águila y el escarabajo: Poema de Félix María de Samaniego en español fácil de leer

Félix María de Samaniego: La águila, la gata y la jabalina

Una Águila anidó sobre una encina.
Al pie criaba cierta Jabalina,
Y era un hueco del tronco corpulento
De una Gata y sus crías aposento.
Esta gran marrullera
Sube al nido del Águila altanera,
Y con fingidas lágrimas la dice:
«¡Ay mísera de mí! ¡ay infelice!
Este si que es trabajo:
La vecina que habita el cuarto bajo,
Como tú misma ves, el día pasa
Hozando los cimientos de la casa.
La amainará, y en viendo la traidora
Por tierra a nuestros hijos, los devora.»
Después que dejó al Águila asustada,
A la cueva se baja de callada,
Y dice a la cerdosa: «Buena amiga,
Has de saber que la Águila enemiga,
Cuando saques tus crías hacia el monte,
Las ha de devorar; así disponte.»
La Gata, aparentando que temía,
Se retiró a su cuarto, y no salía
Sino de noche, que con maña astuta
Abastecía su pequeña gruta.
La Jabalina, con tan triste nueva,
No salió de su cueva.
La Águila, en el ramaje temerosa
Haciendo centinela, no reposa.
En fin, a ambas familias la hambre mata,
Y de ellas hizo víveres la Gata.

Jóvenes, ojo alerta, gran cuidado;
Que un chismoso en amigo disfrazado
Con copa de amistad cubre sus trazas,
Y así causan el mal sus añagazas.

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Félix María de Samaniego: La alforja

En una Alforja al hombro
Llevo los vicios:
Los ajenos delante,
Detrás los míos.
Esto hacen todos;
Así ven los ajenos,
Mas no los propios.

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Félix María de Samaniego: El amo y el perro

«Callen todos los perros de este mundo
Donde está mi Palomo;
Es fiel, decía el Amo, sin segundo,
Y me guarda la casa... Pero ¿cómo?
Con la despensa abierta
Le dejé cierto día:
En medio de la puerta,
De guardia se plantó con bizarría.
Un formidable gato,
En vez de perseguir a los ratones,
Se venía, guiado del olfato,
A visitar chorizos y jamones.
Palomo le despide buenamente;
El gato se encrespa y acalora;
Riñen sangrientamente,
Y mi guarda jamones le devora.»
Esto contaba el Amo a sus amigos,
Y después a su casa se los lleva
A que fuesen testigos
De tal fidelidad en otra prueba.
Tenía al buen Palomo prisionero
Entre manidas pollas y perdices;
Los sebosos riñones de un carnero
Casi casi le untaban las narices.
Dentro de este retiro a penitencia
El triste fue metido,
Después de algunos días de abstinencia.
Al fin, ya su señor, compadecido,
Abre con sus amigos el encierro:
Sale rabo entre piernas, agachado;
Al Amo se acercaba el pobre Perro,
Lamiéndose el hocico ensangrentado.
El dueño se alborota y enfurece
Con tan fatales nuevas.
Yo le preguntaría: ¿Y qué merece
Quien la virtud expone a tales pruebas?

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Félix María de Samaniego: El amor y la locura

Habiendo la Locura
Con el Amor reñido,
Dejó ciego de un golpe
Al miserable niño.
Venganza pide al cielo
Venus, mas ¡con qué gritos!
Era madre y esposa:
Con esto queda dicho.
Queréllase a los dioses,
Presentando a su hijo:
«¿De qué sirven las flechas,
De qué el arco a Cupido,
Faltándole la vista
Para asestar sus tiros?
Quítensele las alas
Y aquel ardiente cirio,
Si a su luz ser no pueden
Sus vuelos dirigidos.»
Atendiendo a que el ciego
Siguiese su ejercicio,
Y a que la delincuente
Tuviese su castigo,
Júpiter, presidente
De la asamblea, dijo:
«Ordeno a la Locura,
Desde este instante mismo,
Que eternamente sea
De Amor el lazarillo.»

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LOS ANIMALES CON PESTE: Poema de Félix María de Samaniego en español fácil de leer

Félix María de Samaniego: El asno y el caballo

Iban, mas no sé adonde ciertamente,
Un Caballo y un Asno juntamente;
Este cargado, pero aquel sin carga.
El grave peso, la carrera larga
Causaron al Borrico tal fatiga,
Que la necesidad misma le obliga
A dar en tierra. «Amigo compañero,
No puedo más, decía; yo me muero.
Repartamos la carga, y será poca;
Si no, se me va el alma por la boca.»
Dice el otro: «Revienta enhorabuena:
¿Por eso he de sufrir la carga ajena?
Gran bestia seré yo si tal hiciere.
Miren y qué borrico se me muere.»
Tan justamente se quejó el Jumento,
Que expiró el infeliz en el momento.
El Caballo conoce su pecado,
Pues tuvo que llevar mal de su grado
Los fardos y aparejos todo junto,
Ítem más el pellejo del difunto.

Juan, alivia en sus penas al vecino;
Y él, cuando tú las tengas, déte ayuda;
Si no lo hacéis así, temed sin duda
Que seréis el Caballo y el Pollino.

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Félix María de Samaniego: El asno y el caballo (Quién fuese Caballo)

«¡Ah! ¡quién fuese Caballo!
Un Asno melancólico decía;
Entonces sí que nadie me vería
Flaco, triste y fatal como me hallo.
Tal vez un caballero
Me mantendría ocioso y bien comido,
Dándose su merced por muy servido
Con corvetas y saltos de carnero.
Trátanme ahora como vil y bajo;
De risa sirve mi contraria suerte;
Quien me apalea más, más se divierte,
Y menos como cuando más trabajo.
No es posible encontrar sobre la tierra
Infeliz como yo.» Tal se juzgaba,
Cuando al Caballo ve cómo pasaba,
Con su jinete y armas, a la guerra.
Entonces conoció su desatino,
Rióse de corvetas y regalos,
Y dijo: «Que trabaje y lluevan palos,
No me saquen los dioses de Pollino.»

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Félix María de Samaniego: El asno cargado de reliquias

De reliquias cargado,
Un Asno recibía adoraciones,
Como si a él se hubiesen consagrado
Reverencias, inciensos y oraciones.
En lo vano, lo grave y lo severo
Que se manifestaba,
Hubo quien conoció que se engañaba,
Y le dijo: «Yo infiero
De vuestra vanidad vuestra locura;
El reverente culto que procura
Tributar cada cual este momento,
No es dirigido a vos, señor Jumento,
Que sólo va en honor, aunque lo sientas,
De la sagrada carga que sustentas.»

Cuando un hombre sin mérito estuviere
En elevado empleo o gran riqueza,
Y se ensoberbeciere
Porque todos le bajan la cabeza,
Para que su locura no prosiga
Tema encontrar tal vez con quien le diga:
«Señor jumento no se engría tanto;
Que si besan la peana es por el santo.»

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