Poemas de Esperanza Ortega para leer.
Nadie ha vertido
sobre su alfombra
las tinajas
ni golpea en su noche
los barrotes del sueño
- ella intenta alcanzarlos -
pero nadie
nadie es el que corre las opacas cortinas
el que esconde las cartas
el que no ve
a esa mujer que cruza
nadie es el que ríe
mientras hurga en la herida de su único ojo
se llama nadie
ha plantado sus tiendas
a ese lado del río
y por nadie responden todas las cosas muertas
que vigilan
Poemas cortosPoemas y poetas españoles
Con los ojos cerrados,
he abierto una ventana
la leche que ya humea en la cazuela
el vacío caliente que dejas en las sábanas
una mujer que cruza a tientas
y sin reconocerte te acaricia
ignoran
que marchan a tu lado
no saben
que existe una ventana
ni que vuelves
del camino a tu sueño
Poemas cortosPoemas y poetas españoles
Perfume
demasiado profundo
el esplandor
todas las luces encendidas
apenas roza
la penumbra en los labios
y desciendes
vas contando las huellas
que resplandecen a tu espalda
te empujan
a la casa vacía
una voz
ilumina la casa sin ventanas
todo espera
menos aquel perfume de las rosas
rendidas a la sombra de tu mano
ahora yace en la cumbre
como un león vencido
Poemas cortosPoemas y poetas españoles
Es de los que la pierden
la inocencia
sin saber
sin audacia
huecos
como refugios
de pájaros errantes
así quedan
petrificados por la mirada altiva
no atiende
la caricia sombría al abrazo ignorado
del inocente
sin fecha sin memoria
sordo el golpe rotundo
del pájaro caído
Poemas cortosPoemas y poetas españoles
Me pregunto
por qué ya no destapa
su perfume
las palabras dichosas
por qué ya no las dice
o por qué no despierta de su sueño sin nombres
a la hora en que acuden los recuerdos
por qué elige la sombra
agazapada
como una pordiosera en el último piso
la alegría
por qué ya no se asoma al mirador
camina lentamente
con esos pies
tan sucios
Poemas cortosPoemas y poetas españoles
Pero hubo un resplandor
y ella alzó los ojos por encima
de la siesta humeante
de improviso
atravesando el tedio
afirmó su certera
verdad
esa súbita espada
!qué triste era volver
mansamente a la suela
del zapato!
imitar el esmero
con que algunos asearon sus cadenas
no preguntar quién golpeaba los cristales
los otros
los dormidos
ajenos a la aguja que enhebraba el temor
en el enjambre desdichado
Poemas cortosPoemas y poetas españoles
En la hora desnuda
sólo eso
un segundo de luz y paraíso
de aquellos que la amaron
sabe los rostros mudos y su temblor de ala
todos
juntos
abran el cofre y vea ella
esos diamantes escondidos
libres
al fin del cepo las palabras
que mansamente caigan esos copos
de nieve
sin red
en un segundo blanco
sobre el regazo de su mirada cobijados
de par en par
las dos puertas abiertas
sólo
un paso
decir adiós así
que el saco no se cierre
sin librarle a la voz de sus cadenas
tacto
y aire
encuentre allí esa voz
sus zapatos perdidos
al fin cerrado el círculo del mundo
en la hora desnuda
sólo
eso
un segundo de luz
y paraíso
¡Qué vendaval de arena!
¡Qué vendaval de arena!
cada hora
cada minuto sepultado
¿qué habrá sido
del mundo?
a la estancia vacía
sólo regresas tú
fidelidad
tú enciendes esa hoguera
que alienta a las palabras
Poemas cortosPoemas y poetas españoles
Veo pasar los hombres los muchachos algunos
tan hermosos
con sus sacos de arena
pero son de otra especie aquellos que amo yo
no me importa que oculten su sombra en el armario
ni que olviden mi nombre en el perchero de un café
aquél lleva una caja
de muerto sobre los hombros y está ausente
éstos escarban en las dunas
o sonríen cansados
como príncipes
ellos sí se merecen un saludo
sobre todo el que acude al final del banquete
-nunca había llegado así de bien vestido-
como si viera un gesto que flotaba en el aire
sus ojos se extasían
quisieran ir tras él
luego se ha desplomado
sin revelar una palabra
de la herida que esconde bajo el pecho
los hombres
cuando mueran del todo
asomará un reguero de sangre en sus solapas
ese día serán mis semejantes
Voces
que no dicen su nombre
el mar
absorto
casi moja tus pies
nadie recoge la queja de los pájaros
que mueren en la arena
-ahora no eres tú-
voces
de niños que no encuentran
una mano perdida
les oyes crepitar
¡no abras los ojos!