Poemas de Ernesto Mejía Sánchez para leer.
Sobre el poeta Ernesto Mejía Sánchez [occultar]
(Jardin del Plantes)
Estamos echados sobre el césped
y no tienen piedad de nuestra dicha.
Nos espiaron ensañados. En sus ojos
no había curiosidad ni complacencia.
Envidia, sólo envidia con ira.
Nadie quiso cubrirnos ni con una
mirada de pudor. Pero
¿qué saben ellos de esto?
Querían, lo supongo, avergonzar mi amor,
el tuyo, el poco amor del mundo.
Y no pudieron con nosotros.
Jadeantes, al fin de nuestra lucha,
ahí estaban, representando el odio
que con tanto trabajo habíamos
logrado arrancar de nuestro pecho.
(Estamos solo contra ellos
pero ellos están más solos
que nosotros. A ellos no los
une ni el odio, a nosotros
hasta su odio nos reúne.)
Quizá llegaron cuando yo era tu yo
y yo era tuyo. Nunca lo sabremos.
Jadeantes, saboreando, lamiendo
nuestra dicha nos encontraron. Echados
sobre el césped nos acorralaron
como fieras. Y , ahí, a sus ojos furiosos,
aterrorizados, hicimoss de nuevo
nuestro fuego ya sin recato
pero imperturbable -y ellos viéndonos,
viéndonos, ignorantes y viéndonos.
Este desasosiego, esta palabra que desde el corazón
me llega y se detiene en mis labios, no es nuevo en mí,
sino que permanece, vive desde cuando mis padres
en amorosa lucha concretaron la carne de la muerte
para darme al mundo; y me crece como un mar en el pecho,
siempre cambiente, furioso y sin consuelo.
Ha de llegar un día en que tanto afán madure
y se desangre, y esa ignorada palabra detenida
en mis labios rompa el aire como un canto y
me haga feliz y duradero el nombre.
Si la azucena es vil en su pureza
y oculta la virtud del asesino,
si el veneno sutil es el camino
para lograr exacta la belleza;
Engaño pues mi amor con la nobleza
y confundo lo ruin con lo divino,
hago de la cordura desatino,
de la sola mentira mi certeza.
Nadie sale triunfante en la batalla,
ni angélica promesa en que me escudo
ni humana condición que me amuralla.
Contra toda verdad he de quererte,
equilibrio infernal. Nací desnudo:
sólo contigo venceré a la muerte.
Vale tan poco una sonrisa
que darla cuesta nada y sí
negarla, mucho. Una sonrisa,
una sonrisa inmerecida, no tiene
precio ni en el cielo ni en la tierra.
Una sonrisa gratuita, pura
como la luz sin la que no podría
vivir, sólo se paga con la muerte.
Poemas cortosPoemas y poetas nicaraguenses
Bautizo las palabras,
pongo nombres a los nombres. Digo
la noche y significa una
paloma. Imagino el leopardo
y tus ojos lloran. Sufro la luz,
el día y gano la impureza.
Dibujo un rostro más ¡Dios
mío! sobre el tuyo. Escribir
un poema es como recordar
el futuro. Es engendrar un hijo
en la tumba. Grabo tu nombre
y se confunde con el mío.
Qué repentino padre soy
en el mismo instante. Qué
dios sobre este muro que
emborrono desde que nazco.
Éste es mi testamento, mi
bautismo, tu imagen y semejanza.