Poemas de Efraín Bartolomé para leer.
El río trajo troncos y lúbricos helechos:
la creciente mantuvo mi memoria anegada.
La inundación es gris. La niebla húmeda nada
entre ruinas y patos y lúgubres desechos.
Mundos rotos, barcazas, heridas en el pecho
del río, y un olor como a selva concentrada;
un hedor incipiente y una aguda parvada
de gritos en la cumbre del paisaje maltrecho.
Tiembla un dolor de siglos en las aguas impuras
que arrancaron raíces y carcomieron tumbas
que ahogaron yeguas, potros, jardines y espesuras.
Hay un salmo en el viento y un soplo de amargura
y donde antes fluía el licor de las rumbas
sólo queda el gemido donde el aire supura.
Lengua de mis abuelos habla por mí
No me dejes mentir
No me permitas nunca ofrecer gato por liebre
sobre los movimientos de mi sangre
sobre las variaciones de mi corazón
En ti confío
En tu sabiduría pulida por el tiempo
como el oro en pepita bajo el agua paciente del claro río
Permíteme dudar para creer:
permíteme encender unas palabras para caminar de noche
No me dejes hablar de lo que no he mirado
de lo que no he tocado con los ojos del alma
de lo que no he vivido
de lo que no he palpado
de lo que no he mordido
No permitas que salga por mi boca o mis dedos una música falsa
una música que no haya venido por el aire hasta tocar mi oreja
una música que antes no haya tañido
el arpa ciega de mi corazón
No me dejes zumbar en el vacío
como los abejorros ante el vidrio nocturno
No me dejes callar cuando sienta el peligro
o cuando encuentre oro
Nunca un verso permíteme insistir
que no haya despepitado
la almeja oscura de mi corazón
Habla por mí lengua de mis abuelos
Madre y mujer
No me dejes faltarte
No me dejes mentir
No me dejes caer
No me dejes
No.
La noche y sus lamentos
El rumor sordo de su respiración
No sé qué sangre fluye bajo el piso de la ciudad
Una imagen de mí como una lenta piedra
llega de las finales marejadas del día
de las horas quemadas por el sol
Viene del horizonte
De la línea dolida de la sombra
De las cenizas recientes del pasado
Del fondo de esta noche
En estos días he visto tantas cosas de mí
Me he aprendido en tu voz
En el atrevimiento de tus manos
En tu cuerpo arrojado al reposo después de la tormenta
reflejándome oyéndome
Te recuerdo de pie frente al espejo tocada apenas por la luz
Llenos de ti mis ojos Mis manos insaciables
El húmedo cabello derramado en el lecho
Tus hombros salpicados por la sombra
La lengua de la luz en tus caderas blancas
Al fino talle prendo garras dulces
Mis brazos de hacen alas y te envuelven
Hundo sobre la alfombra cascos de minotauro
Embisto
Rasgo
Aúllo
Me despeño
Soy agua derramada sobre ti
Soy la más tibia lengua
El río más tierno
Agua.
*
Ahora quiero gritar
Contárselo a mi sombra
Pero no
Hay ojos que vigilan
Cada ventana es una luz
La luz construye sombras
Oh amante
Sangre mía
¿A quién decirlo ahora?
Piedras descenderán sobre nosotros
Pero habrá que decírselo al frío y a mis manos
al perro y al silencio
Porque de otra manera
tanta felicidad me va a estallar adentro.
Viajar en ti
quiere decir quedarse
Poemas cortosPoemas y poetas mexicanos
El potro negro del deseo
Ancho Impaciente Sudoroso
viene
Sus cascos firmes quiebran la hojarasca
La hierba tierna tiembla y se marchita
con la caricia humeante de sus belfos
Rompe el follaje
Avanza
En sus ojos se encabrita el fulgor:
un potro salvaje.
*
Primero es la mirada lento río
Superficie pulida sobre aguas turbulentas
que arrastran ramas troncos flores ahogadas lodo
La luna pez brillante sobre la calle larga
Otra vez la mirada
Me hundí en aguas donde peces terribles esperaban.
*
La tentación es la fruta más limpia
Despierta como la piel de las adolescentes
Enloquecida como un ángel loco
Como un demonio que se ríe y se burla
y se pone a llorar de pronto con las manos en llamas
y se rebela y grita
mientras el eco de su carcajada
resuena y marca el tiempo el tiempo el tiempo
A la orilla del sueño algo de mí despierta
Brasas que miran la otra parte que
como siempre
duerme
Hay una barca que se abre ante el mar como una espera
Hay una vertical sombra sin rostro que me invita a subir
A irme de viaje por estas aguas turbias
en estas horas que alzan su ramazón
su tallo oscuro
en el tiempo que crece antes del alba
Hora de gallos asustados
que concentran pavor bajo sus alas
Estancias tibias en donde irrumpe el frío
como un silbido de cristal
Alza su pecho gris la incertidumbre
Entra mi pie en la barca
Despierta la otra parte de mí
que siempre duerme
y unta un frío sudor sobre mi frente
Enciendo luz
Salto fuera del sueño
Tiemblo.
Cada vez que le descubro a mi mujer un gran poeta
y la convenzo con mi entusiasmo y mi memoria y mi alegría
y ella lo lee y lo nombra y lo disfruta
arde mi corazón con unos celos miserables
¿Por qué se me adelanta ese canalla?
¿Por qué escribió los versos que yo pude escribir
si acaso el tiempo el mundo el improbable azar...?
¿Por qué?
Y me pongo a sufrir largos minutos sintiendo como ortiga por dentro
mientras ella recuerda o cita o pronuncia en voz alta
los versos las imágenes el oro musical que yo le convidé
Y me arrepiento de haber puesto en sus ojos
de haber puesto en su alma
un rival que (¡afortunadamente! dice el lado egoísta de mi corazón)
ya está muerto o ya es muy viejo o vive en un país tan lejano
o no habla nuestra lengua
Pero pasan los días
y no puedo dejar de poner en su alma
una nueva ración del oro más pulido del espíritu humano
Porque a pesar del vidrio molido de mi resentimiento
¿cómo podría ofrecer a mi amada
un manjar menos rico
una mesa más pobre
unos enclenques versos tartamudos o sosos?
Y me pongo a sufrir otros largos minutos...
Luego todo se aclara
y me siento más santo por el resto del día.
Pasan los días
El vidrio de la luz se desvanece
No hay espejo capaz de verle el polvo
No hay ojo que lo pesque entrando en la otra orilla
filtrándose en la sombra
Pasan los días
Se entume el dedo el lápiz el verbo la memoria
Piedra redonda dura el pensamiento
Esfera de vacío la palabra
Pasan los días
¿Qué hice ayer?
¿Dónde estuve?
Y este olor Esta mano
Este grito atorado en la garganta
como una nuez amarga.
Poemas cortosPoemas y poetas mexicanos
Quema
Pulsa
Tiembla
Vibran
la carne que se yergue
y la que ciñe
envuelve
carnemente.