Poemas de Carlos Martínez Rivas para leer.
Sobre el poeta Carlos Martínez Rivas [occultar]
Aunque su obra no es extensa, cada poema de Martínez Rivas es considerado una pieza pulida y esencial dentro de la poesía en español del siglo XX.
Si se da cuenta de mi modo
Si lo logro
Si le da la vuelta mi modo
Entera y en redondo
Y si mi modo a su manera
Se le presenta como
Se le recomienda solo
Si la despierta con su codo
Si le restriega un ojo
Para que vea con el otro
Y si se le pega su tono
Y ya le suena como propio
Si lo logro
Si de mi modo se da cuenta
Tomo lo todo que la quiera
Porque el modo es el hombre. Ellas
Son sólo darse cuenta.
Poemas cortosPoemas y poetas nicaraguenses
Me presentan mujeres de buen gusto
Y hombres de buen gusto
Y últimos matrimonios de buen gusto
Decoradores bien avenidos viviendo en medio
de un miserable e irreprochable buen gusto
Yo sólo disgusto tengo.
Un excelente disgusto, creo.
Poemas cortosPoemas y poetas nicaraguenses
Dios hizo el agua
El Diablo la echó en el vino
Dios hizo la ventana
abierta para el hombre
interior
El Diablo la puerta
cerrada para el de afuera
Dios hizo el pan
El Diablo su precio
Dios hizo las mejores
palabras ocultas
El Diablo las que sobran
Dios nos hizo juntos
El Diablo nos falsificó
separados
Dios te hizo una
El Diablo otra
Yo te esperaba
Pasaste sin mirarme.
Te escribí entonces un epigrama
como una ortiga.
Pero ¡ay, tú no lo leerás.
Tú nunca lees versos, mi niña!
Van dirigidas estas líneas a quien poseyó:
la Belleza, sin la arrogancia
la Virtud, sin la gazmoñería
la Coquetería, sin la liviandad
el Desinterés, si la desesperación
el Ingenio, sin la mofa
la Ingenuidad, sin la ignorancia
todas las trampas de la feminidad, sin usarlas.
Poemas cortosPoemas y poetas nicaraguenses
-Yo pintaré un hombre con una linterna.
-Hazlo. Pero qué le pondrás
alrededor para que se vea?
-Pues, noche dijo, ya iracundo.
Poemas cortosPoemas y poetas nicaraguenses
Caminantes camineros
de Madrid a San Sebastián
hemos visto cómo toda la tierra
está cantada por el mar.
Y al borde de tu misa oímos
un océano universal
y el rumor de todas las hostias
que se venían a quebrar.
(...)
Y caminantes camineros
sacamos en claro esta verdad:
que toda la tierra puede
ser cantada desde un altar.
Como un nadador que separa dos olas
así abriste tú el misal.
(...)
Nos abriste como una casa
las grandes puertas del misal
-el único pórtico rojo
por el que debimos entrar-.
Cambiar nuestro vino por tu Vino;
cambiar nuestro pan por tu Pan.
No nos equivoquemos sobre este punto.
Las niñas marimachas, chinvaronas, tom-boys
-como se diga-
que juegan sólo con muchachos, beisbol de lustradores
trepadoras de rodillas raspadas,
con cicatriz visible y permanente en la ceja izquierda
impresa contra el filo de la piedra
de la poza absoluta de la infancia;
son sensibles, intensas bajo sus overoles,
y despliegan más tarde mamalias adorables
y hacen hombre al hombre porque lo trataron
desde niñas y se lo saben desde dentro,
y ya adultas le amortiguan todo lo que
es demasiado duro, pulido e hiriente
como ebanistería enemiga.
Pero las otras, mujercitas, little-woman, damitas
-como se diga-
que juegan con muñecas y bordan y cocinan de mentira,
son más tarde mezquinas económas que esconden senos
ínfimos, metálicos y devienen
espeluznantes cónyuges, paridoras de futuros
misóginos, como aquel desdichado que menciona
el doctor Rober Burton en Anatomy of Melancholy,
que no salía nunca, y cuando en su alta alcoba
alzaba los visillos, asomándose al tumulto de Londres,
si divisaba apenas una sombrilla o un talle,
rompía a vomitar.