Poemas de Ana Istarú para leer.
No llores, bestia dulce, trino del hambre.
Mira esta luna atorada entre mis pechos.
Te daré teta, como la madre gata,
con barriga de ensueño, con mamas de franela.
No llores más, cachorro, por tu rosal de leche
y el goterón de nube de mis ubres doradas.
No llores más, ternero de belfos de penumbra.
Te daré teta, como la madre vaca,
con reguerete lácteo, tazón de mansedumbre,
que todo cuanto nutre nunca es vano.
No llores más, oh hambre de la tierra.
Poemas y poetas costarricenses
Derramas,
final de la delicia,
una inicial translúcida en mi pelvis,
yo no sé qué mensaje,
qué gránulo de sal,
qué código del agua hallada entre tus sienes.
Y mi matriz es dulce
y es un astro expansivo.
Y todo me percibe: tengo un aura convexa.
Hay algo, alguno, alguien, como un rumor que emerge,
y su latido tiene la textura del crótalo,
y viaja, nido ebrio, por mi líquida entraña.
Escucha: hay una mano diminuta: está escribiendo
ese signo inicial de su relato.
Poemas y poetas costarricenses
Este tratado apunta
honestamente
que el pudor y su sueño
no encuentran mejor dueño
que el rincón apacible
de la vagina
y me destina
a una paz virginal
y duradera.
Esto el tratado apunta.
Por ser latina y dulce y verdadera
mente inclinada
a una casta tensión de la cadera.
Y no lastima
al parecer
las intenciones puras
de tantos curas.
El novio se contenta
al padre alienta
que en América Central
siempre se encuentra
su hija virgen y asexual.
Este tratado enseña
cómo el varón domeña
y preña
en la América Central
y panameña.
y de esta fálica
omnipotencia
mi rebelión de obreras
me defienda.
Porque tomo la punta de mis senos,
campanitas
de agudísimo hierro
y destierro
este himen puntual
que me amordaza
en escozor machista
y en larga lista
de herencia colonial.
Yo borro este tratatado de los cráneos,
con ira de quetzal
lo aniquilo,
con militar sigilo
lo muerdo y pulverizo,
como a un muerto ajado e indeciso
lo mato y lo remato
con mi sexo abierto y rojo,
manojo cardinal de la alegría,
desde esta América encarnada y encendida,
mi América de rabia, la Central.
Poemas y poetas costarricenses
las flores que te di
las que perdiste
siguen intactas
aquel que las vendió
hoy está muerto
donde yo te las di
hay un prostíbulo
la ciudad que nos vio
no existe ya
nuestro amor es tan sólo
letra impresa
un cadáver de tinta
que me arrastra
como a Héctor
los caballos
las flores que te di
siguen intactas
te aman aún
bajo la última
palada de tierra
Poemas cortosPoemas y poetas costarricenses
el hambre
su alquimia pertinaz
transmutación violenta
en la costilla
tener un hombre vivo entre los dedos
tirárselo a la muerte
el hambre es una muerte
que se hace la olvidada
se demora
finge buscar su cita en la libreta
pero al final te toca
y es una brea
inarrancable
no deja cicatriz
o sustrae al más pequeño de la casa
lo convida
al baile helado
el hambre ocurre
esto lo escribo en Costa Rica
estamos en setiembre ochenta y cinco
pero resulta
la muerte aquí es católica apostólica
el sueño en que moramos no resiste
este grillete
así nadie comenta
el hambre queda en rasgo de mal gusto
la paz
aquí la paz se nutre con la sangre
Poemas y poetas costarricenses
yo hablé con el pedazo de mi madre
que no quería morir se resistió
fue el potro que pierde la cordura
y es nervio cercenado ante la muerte
por la esgrima de fuego que sostuvo
tuvimos que enterrarla maniatada
yo pude hablar con esa jarra fría
de sangre que se muere
yo vi un dios reventado vi una estaca
de pólvora en su pecho
y a ese trozo de oído que latía
como una seda sacra
como el último barco
como el pulso final de flama de una astilla
a ese tercio de madre que me resta
y pesa más que el mundo
y es el diamante hirviente
que entierro entre mis ojos
a ese frasco de fe que me cedieron
clementes cirujanos desolados
le pude hablar
decirle
adiós pequeña
duerme
no habrá bestias feroces entre la oscuridad
Poemas y poetas costarricenses
Una luna creciente
cabalga entre mis piernas.
En sus muslos se dora,
corcel, el sol naciente.
Que el marido paloma,
la ciruela rotunda.
Esta esposa que soy
la caracola.
La más morena liebre
en mi varón se eleva.
Horizonte me habita
de guayaba y de curva.
El eje de mi cuerpo
de mi cuerpo es el eje.
Un ébano en dos ramos,
una enredada tinta.
Una luna creciente
cabalga entre mis piernas.
En mis muslos se dora,
corcel, el sol naciente.
Poemas y poetas costarricenses
Me dieron
mis dos brazos de mujer
y no me dijeron como romper los cerros.
Y ahora que he aprendido
a volar
entre sus flancos
de animal herido
me quitan
el único par de manos
que llevo.
Si algún día
yo pudiera caminar
por las calles
libremente,
sin catecismos
ni prejuicios de herrumbre,
sin una Virgen como ejemplo,
y golpear una piedra
con mi pie de mujer
y sonreír,
y hacer que un hombre sea
en la exacta medida y fuerza
en que yo soy.
Si yo pudiera
alborotar el mundo
y trastornarlo,
y devolverle la claridad rabiosa
a su rostro ciego.
Se me llenaría la cara
con libertad de aguaceros.
Poemas y poetas costarricenses
Esta noche de desposada
soy mi balcón.
Ventana soy
sin otro atuendo que el del amor.
Y cuando el día
golpee en el vidrio de mi ventana
he de vestirme con mi sábana de desposada.
Que balcón soy.
Para mostrar el paño blanco
tan blanco por la ventana,
tras esta noche de desposada.
Sin una sola nervadura de la amargura,
sin alfileres púrpuras,
sin una isla ni un algodón
en que alojarse pueda el dolor.
Que blanca y pura
soy mi balcón.
Adiós la sangre.
Adiós la sangre, la sangre y su tiniebla.
Que así desnuda y cubierta
con mi sábana de desposada
yo estoy armada.
Y por las calles de España
y a mi América cansada voy,
para mostrar mi blanca tela,
vagina blanca. Blanco el amor.
Porque esta noche de desposada soy mi balcón.
Poemas y poetas costarricenses
estamos bien
al mediodía
doy de comer añicos plateados y calientes
beso tu sangre y tengo así la boca pintada
y todo lo que digo me viene de tus venas
yo voy bruñendo el aire por la casa
voy frotando
frotando
frotando
el relicario hirviente de tu nombre
el dardo de Caín que me retuerce
estamos bien y tengo la mirada partida
y todo lo que como es el plato de tu muerte
Poemas cortosPoemas y poetas costarricenses
A nuestra cama vino a encallar la luna.
Dejó este peine, este nácar, este néctar.
Puso una seda brillante a tu aspereza.
Puso un cristal fragante a cuanta sábana
encontraba y no encontraba
más que los nardos alados de tu espalda.
La tibia, la ladrona, la inesperada
vino a beber centellas dormidas de tu frente,
las migas de este amor que cometimos.
A nuestra cama vino a encallar la luna,
esa cebolla de plata, esta ersión
felina de la nieve, esta cuchara.
La temible, la forajida
vino a robar tu pan, tu sexo de oro fresco
saliendo de mi horno
mejor. ¡La inesperada, la tibia, la ladrona!
Puño de azaleas.
La forajida.