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Alberto Ángel Montoya

Poemas de Alberto Ángel Montoya para leer.

Éramos tres los caballeros: Poema de Alberto Ángel Montoya en español fácil de leer

Alberto Ángel Montoya: Estuvo ella tan cerca

Estuvo ella tan cerca, su cuerpo junto al mío,
que entreverle los senos era amarla dos veces.
Iba el río cantando porque el agua del río
el cuerpo de la niña le inventaba los peces.

Era tan bello el cuerpo y el cuerpo era tan mío,
que yo supe ser río jugando con sus peces.
Pasa el río gritando, y a la orilla del río
un recuerdo redondo me tortura dos veces.

¿Qué se hicieron los senos de la niña en las ondas?
¿Por cuál cauce de sombra naufragó su azucena?
¿Por qué arroyos sus brazos y en qué grutas sus frondas?

Vuelve el río llorando sin la niña. Salvaje
fulge el trópico y ríe. -De la niña, en la arena,
quedó sólo la forma de un perfume en su traje-.

Poemas y poetas colombianos

Alberto Ángel Montoya: Se evaporó su nombre y ha quedado

Se evaporó su nombre y ha quedado
su recuerdo en mi ser desvanecido,
como queda un arbusto alzado en nido,
ya sin trino, en el aire, despojado.

¿Cómo era su nombre? ¿En qué ignorado
alfabeto del aire está perdido?
Y una voz acercándose a mi oído:
Se llamaba -me dice-... Lo he olvidado.

Aún queda su perfume. Pero en dónde,
si él con su nombre estaba confundido
como el llanto en la lágrima se esconde?

Se lo pregunto al aire estremecido,
mas en el aire sólo me responde
un silencio que cruza hacia el olvido.

Poemas y poetas colombianos

Alberto Ángel Montoya: Se extasiaban tus ojos en la espera

Se extasiaban tus ojos en la espera
y una ola de amplia encajería
tu albo cuerpo orgulloso circuía
como circunda el mar una escollera.

Altanero pendón, alta bandera
alzada en ti por recordar la vía,
sobre el cuello y los hombros se extendía,
a un viento de pasión, tu cabellera.

Desde las duras cúpulas al blando
y oculto valle, la batalla entera
fulgió al incendio de tu boca, cuando

tras la derrota de tu cabellera,
como una lanza a un viento sin bandera,
quedó tu grito entre los dos temblando.

Poemas y poetas colombianos

Alberto Ángel Montoya: Fémina

Con una ambigüedad de ave y de fiera,
leopardesa y paloma en tu destino,
al selvático ardor juntas un fino
tacto de arrullo en virginal espera.

Mas, ay, que tras la plácida quimera,
vuelven a ser por dualidad del sino,
garra la mano al ímpetu felino
y anca de leona la gentil cadera.

Con cuánta candidez de virgen muda
por la sorpresa, en tu callar se advierte
frágil pudor que la inocencia escuda,

sabiendo que otra vez, lúbrica y fuerte,
volverás a gemir toda desnuda
aún en los brazos del Ángel de la muerte.

Poemas y poetas colombianos

Alberto Ángel Montoya: La iniciada

El destino, voluble caballero embriagado,
se fastidio ayer tarde con tu inútil promesa
y te vendió a la noche. Y la noche tahuresa
te jugó sobre el verde tapete del pecado.

Yo que aceché la gracia de tus horas, y presa
tu doncellez sabía de un fervor resignado,
lancé mi primer ruego como si fuera un dado
y le gané a la noche tu boca y tu promesa.

Le ofreceré a la noche desquite si mañana
hastía mis orgullos tu juventud liviana:
falsa moneda rubia que me gané al acaso.

Pero hoy en el suntuoso festín de bienvenida,
la copa de tu cuerpo será pulido vaso
para escanciar el triste champaña de la vida.

Poemas y poetas colombianos

Alberto Ángel Montoya: Joyel

«Y es el dolor que de la ausencia viene
lo que no pudo ser ni será nunca”.
Carducci

Este diamante de fulgores pleno
que el rico engaste de platino irisa,
oyó tu llanto y escuchó tu risa,
altivo sobre el raso de tu seno.

También oyó mi confesión. Sereno
miró el encanto audaz de tu sonrisa,
que tuvo en ese instante la imprecisa
dualidad de una miel y de un veneno.

Guárdalo -una mañana me dijiste-,
Si me olvidas, lo juegas....Y partiste.
Y hoy que tu muerte mi esperanza trunca

y el fausto don de tu belleza pierdo,
lo he mirado brillar como el recuerdo
de algo que pudo ser, y no fue nunca.

Poemas y poetas colombianos

Alberto Ángel Montoya: Lelia

Dulce Lelia imposible... Suave Lelia lejana.
La tarde está conmigo lo mismo que una hermana
convaleciente y triste que me tendiera el brazo
para vagar soñando por el jardín. Aún arde
el rojo sol que incendia de rosas el ocaso.
Es la hora en que al bosque llegábamos. Acaso
también tú estábais conmigo difundida en la tarde.

Vibran los saucedales donde la leve brisa
deja un sutil murmullo de músicas eolias.
Dijérase que vuelve la visión imprecisa
de doncellas cansadas que evocó tu sonrisa:
fugaces Massimilias, Violantes y Anatolias.

Al ritmo de tu angustia yo idealicé mis días.
Nadie sabrá el encanto que hallé mientras sufrías
-Más larga es la caricia si ante el dolor absorto
el hado nos acecha... y el beso es menos corto.

Dulce Lelia imposible... Suave Lelia lejana.

Es la hora en que el bosque dejábamos. No arde
ya el sol entre la hoguera de rosas del poniente.

Dulce Lelia imposible... Suave Lelia doliente.

Tal vez eres la estrella que floreció en la tarde.

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Alberto Ángel Montoya: Madrigales

III
La mano que besé ayer
ya libre del fino guante,
leve, transida y fragante,
comenzaba a florecer.
Yo buscaba en su color
algo que nieve no fuera,
mientras abrió primavera
cinco pétalos de amor.
Que por verla florecer,
leve, transida y fragante,
yo misma libré del guante
la mano que besé ayer.

VI
Para el trigo de tu voz,
trémula espiga en sonido,
tienes el labio teñido
en curva como una hoz.
Yo he escuchado ese teñir
gemir de amor, y he mirado
tu grito en él desmayado
que es igual mirar que oír,
si en curva como una hoz
tu rojo labio teñido
siega la espiga en gemido
que es el trigo de tu voz.

VII
Cubre de nuevo el carmín
tu boca en alba de huida
y ya de pieles ceñida
pones a la noche fin.
Ah, que asombrada visión
mirarte otra vez desnuda.
Del raso que el cuerpo escuda
va surgiendo la visión.
La luz te sorprende al fin
toda desnuda y transida,
y sólo queda vestida
tu boca bajo el carmín.

IX
Dicen mis labios «jamás»,
y «siempre» dice tu boca.
Yo orgullo de enhiesta boca,
tú espuma y brisa no más.
Qué extraña y fugaz pasión
la que soñamos eterna:
curva del seno y la pierna
en moldes de corazón.
Mañana otro amor tendrás
y hoy otro amor mi ansia invoca,
pero mi nombre tu boca
pintó de siempre y jamás.

Poemas y poetas colombianos

Alberto Ángel Montoya: Maitines

Tu voz reza la gracia de la hora.
Mi orquídea en el ojal ya está marchita.
Y en tus joyas refulge la exquisita
irisación lejana de la aurora.

El amplio lecho perfumado añora
tu última ofrenda en la pasada cita.
Cómo tu vientre a la pasión me invita:
cálido huerto de enervante flora.

Místico bronce nos recuerda en vano
que hay un castigo para el goce humano.
Llega un rumor de música distante:

es el final sonoro de la orgía.
Alba de rosa... Juventud... Oh Mía.
He aquí para pecar un bello instante.

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Alberto Ángel Montoya: Tu mano

Yo no sueño con manos gentilicias
blancas como las blancas azucenas.
Albas las sueño, mas las sueño plenas
de pasión y de eróticas primicias.
Manos para los rezos impropicias.
Pálidos nidos de azuladas venas.
Manos sabias en íntimas caricias.
Manos para borrar todas las penas.
Manos que entre las uñas afiladas
guarden cruentas lujurias ignoradas.
y al mandato de sádicos fervores,
clavaran su febril concupiscencia
en la misma maniática inconsciencia
con que otras manos deshojaran flores.

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Alberto Ángel Montoya: Las manos

Yo no sueño con manos gentilicias
blancas como las blancas azucenas.
Albas las sueño, mas las sueño plenas
de pasión y de eróticas primicias.

Manos para los rezos impropicias.
Pálidos nidos de azuladas venas.
Manos sabias en íntimas caricias.
Manos para borrar todas las penas.

Manos que entre las uñas afiladas
guarden cruentas lujurias ignoradas.
y al mandato de sádicos fervores,

clavaran su febril concupiscencia
en la misma maniática inconsciencia
con que otras manos deshojaran flores.

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