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La poesía peruana es una de las más ricas y diversas de América Latina, con exponentes que han dejado una huella imborrable en la literatura universal. Desde los poemas de amor hasta las reflexiones más profundas sobre la identidad, los poetas peruanos han cautivado a generaciones.
La poesía del Perú abarca desde los poemas de amor hasta las obras sociales y políticas. Algunos de los temas recurrentes incluyen:
Los poetas peruanos han influido en otros escritores argentinos y colombianos, consolidando su lugar en la literatura hispanoamericana. Autores como Octavio Paz han reconocido su impacto.
Si te interesa explorar más, no dejes de leer poemas de amistad o descubrir a otros grandes poetas latinoamericanos que han marcado época.
Toda la noche han viajado los pájaros desde la costa -he aquí
la migración de primavera:
las tribus y sus carros de combate sobre el pasto, los templos,
los techos de los autos.
Nadie los vio llegar a las murallas, nadie a las puertas
-ciudadanos de sueño más pesado que jóvenes esposos-
y ninguno asomó a la ventana, y aquellos que asomaron
sólo vieron un cielo azul-marino sin grieta o hendidura entre su
lomo
-antes fue que el lechero o el borracho final - y sin embargo
el aire era una torre de picos y pellejos enredados,
como cuando dormí cerca del mar en la Semana Santa
y el aire entre mi lecho y esas aguas fue un viejo gallinazo de
las rocas holgándose en algún patillo muerto
-y las gaviotas-hembra mordisqueando a las gaviotas-macho y
un cormorán peludo rompiéndose en los muros de la casa.
Toda la noche viajaron desde el Sur.
Puedo ver a mi esposa con el rostro muy limpio y ordenado
mientras sueña
con manadas de morsas picoteadas y abiertas en sus flancos por
los pájaros.
He medido en tus ojos, mudamente
todo el mal de mi horrible
desamparo de amor. No me has querido
nunca, y no me querrás. Ya no me vale
buscarte en otros ojos de mujer.
Yo te he perdido para siempre cuando
he sentido vibrar sobre tus labios
el asco de tu espíritu al besarme
No me has querido tú, que me comprendes
no me has querido tú, que eres tan buena,
no me vale buscarte en las demás...
Seguiremos tú y yo, pues que lo quieres,
por esa senda que te mostré un día
blanca de luna y de serenidad.
Yo, más triste que nunca con mi muerte
y midiendo en tus ojos
todo el mal de mi horrible desamparo...
Tú estarás pensativa,
y yo adivinaré tus pensamientos
por el alcance que me dan los míos:
"No lo he querido. Yo que lo comprendo,
no lo he querido a él, a quién debiera
haber querido siempre...
no le he querido a él... ya no me vale
buscarle en los demás..."
Seguiremos, meditativamente:
tú, pensando en las cosas de la vida,
yo, pensando en tu vida y en mi muerte.
Seguiremos, meditativamente
por los campos desiertos...
(No habrá luna en el cielo... más la senda
estará siempre blanca. ¿No son blancas
las lágrimas del alma...?)
Más bien buscar hacia el cisne
Y los blasones cruzados son espadas
Un puñal como almohada
Una lágrima eterna sobre la frente
Bajo el alto tocado
El silencio entre las flores que hacen signos
A la puesta del sol
Una golondrina cayendo verticalmente en un lago
La torre y las cortes de amor
El mar que irrumpe con espuma en los labios
El horizonte regular de una vida bajo la lámpara
Apagadas todas las luces es posible
Escuchar gemir el ave nocturna
En su oído
Abel, Abel, qué hiciste de tu hermano,
Di, qué hiciste,
Con el tallo de tu cuerpo siempre pito
Las sandalias lustradas y tus veintes.
No mirabas las ubres de las vacas
Ni el coloquio escondido de tus perros,
Sólo el humo de tu ofrenda que ascendía
Como ascienden las moscas hacia el cielo.
Sin embargo
Yo he visto a tu hermano y lo conozco
Persiguiendo la cólera entre vainas
Entre campos de trigo
Con los sucios vapores de su llanto
Reposando en la tierra
Como pronos cadáveres sin deudos
Dime entonces qué hiciste
Hoy que yace tu hermano tan al este.
Tú que nunca pensaste que para otro
Era duro de roer el Paraíso
Color de ropa antigua. Un julio a sombra,
y un agosto recién segado. Y una
mano de agua que injertó en el pino
resinoso de un tedio malas frutas.
Ahora que has anclado, oscura ropa,
tornas rociada de un suntuoso olor
a tiempo, a abreviación... Y he cantado
el proclive festín que se volcó.
Mas ¿no puedes, Señor, contra la muerte,
contra el límite, contra lo que acaba?
¡Ay, la llaga en color de ropa antigua,
cómo se entreabre y huele a miel quemada!
¡Oh unidad excelsa! ¡Oh lo que es uno
por todos!
¡Amor contra el espacio y contra el tiempo!
Un latido único de corazón;
un solo ritmo: ¡Dios!
Y al encogerse de hombros los linderos
en un bronco desdén irreductible,
hay un riego de sierpes
en la doncella plenitud del 1.
¡Una arruga, una sombra!
Adónde, qué las flores de tu cuerpo
el perfume que escancian y que recoge el alba?
Adónde tu sonrisa que va de labio en labio?
Como una luna muerta se abre tu mirada.
Y son tus manos, tímidas como dos golondrinas
que giran perdiéndose en el aire.
Poemas cortosPoemas y poetas peruanos
Hoy no ha venido nadie a preguntar;
ni me han pedido en esta tarde nada.
No he visto ni una flor de cementerio
en tan alegre procesión de luces.
Perdóname, Señor: qué poco he muerto!
En esta tarde todos, todos pasan
sin preguntarme ni pedirme nada.
Y no sé qué se olvidan y se queda
mal en mis manos, como cosa ajena.
He salido a la puerta,
y me da ganas de gritar a todos:
Si echan de menos algo, aquí se queda!
Porque en todas las tardes de esta vida,
yo no sé con qué puertas dan a un rostro,
y algo ajeno se toma el alma mía.
Hoy no ha venido nadie;
y hoy he muerto qué poco en esta tarde!
El agua lenta el camino lento los accidentes lentos
Una caída suspendida en el aire el viento lento
El paso lento del tiempo lento
La noche no termina y el amor se hace lento
Las piernas se cruzan y se anudan lentas para echar raíces
La cabeza cae los brazos se levantan
El cielo de la cama la sombra cae lenta
Tu cuerpo moreno como una catarata cae lento
En el abismo
Giramos lentamente por el aire caliente del cuarto caldeado
Las mariposas nocturnas parecen grandes carneros
Ahora sería fácil destrozarnos lentamente
Arrancarnos los miembros beber la sangre lentamente
Tu cabeza gira tus piernas me envuelven
Tus axilas brillan en la noche con todos sus pelos
Tus piernas desnudas
En el ángulo preciso
El olor de tus piernas
La lentitud de percepción
El alcohol lentamente me levanta
El alcohol que brota de tus ojos y que más tarde
Hará crecer tu sombra
Mesándose el cabello lentamente subo
Hasta tus labios de bestia.
En las alturas andinas
el aire es un cuchillo
que nos empezó a templar.
Altivamente
soy de la puna
como ese huayno que rueda
entre las cabuyas,
sobre los cactus florecientes,
sobre la laguna deslumbrante
y llega donde nace el río
en un momento de amor.
Por las quebradas
con cariño y voluntad,
como dicen los quechuas,
la temida danza empieza.
Por el Quispicanchis
en la última isla
que pisó el Wiracocha.