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Poemas y poetas dominicanos

José Acosta: Mi abuelo murió cuando yo nací

Mi abuelo murió cuando yo nací, alguna pared
divide su tiempo del mío. Cuando cerró los ojos
yo los abría al mundo. Mientras él se marchaba
mirando atrás las huellas de su vida, yo llegaba
iniciando sin él la continuación del camino.
Pero hay una región donde estamos juntos, un
territorio limpio donde jugamos con la misma
edad, cómplices de sonrisas, en la nube de sol
de un corazón de mujer.
De allí él jamás partirá, de allí no me
marcharé.

Poemas cortosPoemas y poetas dominicanos

Manuel del Cabral: Aire durando

¿Quién ha matado este hombre
que su voz no está enterrada?

Hay muertos que van subiendo
cuanto más su ataúd baja...
Este sudor... ¿por quién muere?
¿por qué cosa muere un pobre?
¿Quién ha matado estas manos?
¡No cabe en la muerte un hombre!
Hay muertos que van subiendo
cuanto más su ataúd baja...
¿Quién acostó su estatura
que su voz está parada?

Hay muertos como raíces
que hundidas... dan fruto al ala.
¿Quién ha matado estas manos,
este sudor, esta cara?
Hay muertos que van subiendo
cuanto más su ataúd baja...

Poemas y poetas dominicanos

Si alguien quiere saber cuál es mi patria: Poema de Pedro Mir en español fácil de leer

Miguel Antonio Jiménez: Amante del amor

Se abre en rueda mi mano y gira el pecho
la elevación del agua sus pezones
en el sonoro vínculo del ser
irse es retornar en el hilo del beso
danza el fuego la cera del deseo
gota amada de instantes capturados
talle el reloj de tu minuto carne
ondas de labios al pie rosas germinan
tacto violeta en el latido mudo de la piel
estirada hasta el punto crecido del orgasmo
fuga la noche el deseo y en sus límites
la llama del lenguaje funde cuerpos.

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Miguel Antonio Jiménez: El amor

Como ave parte y en señal de fuego llega
de su hueco brotan flores creciendo en brasas
en llama una paloma forma el aire
del sueño mi lengua incendia un astro.

En la flama su raíz conoce el mundo
girando sobre si la llama insiste
en esa música que canción de aire se vuelve.

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José Acosta: Antes de la luz

Me atormenta sobremanera esta casa tan oscura
y más, el que no esté en mi destino encenderle
una lámpara.
He intentado arrojarle luciérnagas a sus espejos,
guiar el alba hasta sus ventanas,
atarla a otro horizonte fuera de la noche.

Pero todo es trunco, vano...
Rotos mis dedos buscan a tientas
algún rincón favorable para el fuego
alguna puerta posible para el día
o esa luz
de la que está hecha la tiniebla.

Temo que esta casa ya no exista
cuando se ilumine en el mundo
la existencia.

Poemas y poetas dominicanos

El arte: Poema de Miguel Antonio Jiménez en español fácil de leer

Antonio Fernández Spencer: Así la vida es hoy

He amanecido. ¡Qué raro estar vivo otra vez!
Se lo pregunto con ternura a mi mesa de trabajo.
Ella no sabe nada. ¿Estoy vivo, por qué?
Y es raro sentir el hueso que te besa un poco
bajo mis fuertes labios de varón.

¡Qué raro tengo el mismo peso de otros días amargos!
El camino es muy largo y la vida muy corta.
Ella no sabe nada. ¡La pobre vida a golpes va pasando!
Me enamoré una vez; en el bolsillo tuve su retrato
lleno de primavera y de jamás

todos los días me asomo a la ventana
y veo que la vida está muy bella, que es imposible estar
en otra primavera. Al sur daré mi corazón;
será alondra cada gota de sangre de su voz.
Está tranquilo. Calla bajo el sol.

He amanecido. ¡Qué raro que mis ojos
vean, llenos de amanecer que estoy ya vivo!
La primavera, ¿dónde está?
Tal vez la tenga en el retrato aquél
Lleno de tiempo. Así la vida es hoy...

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Fabio Fiallo: Astro muerto

La luna, anoche, como en otro tiempo,
como una nueva amada me encontró;
también anoche, como en otro tiempo,
cantaba el ruiseñor.
Si como en otro tiempo, hasta la luna
hablábame de amor,
¿por qué la luna, anoche, no alumbraba
dentro mi corazón?

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Salomé Ureña de Henríquez: El ave y el nido

¿Por qué te asustas, ave sencilla?
¿Por qué tus ojos fijas en mí?
Yo no pretendo, pobre avecilla,
llevar tu nido lejos de aquí.

Aquí, en el hueco de piedra dura,
tranquila y sola te vi al pasar,
y traigo flores de la llanura
para que adornes tu libre hogar.

Pero me miras y te estremeces,
y el ala bates con inquietud,
y te adelantas, resuelta, a veces,
con amorosa solicitud.

Porque no sabes hasta qué grado
yo la inocencia sé respetar,
que es, para el alma tierna, sagrado
de tus amores el libre hogar.

¡Pobre avecilla! Vuelve a tu nido
mientras del prado me alejo yo;
en él mi mano lecho mullido
de hojas y flores te preparó.

Mas si tu tierna prole futura
en duro lecho miro al pasar,
con flores y hojas de la llanura
deja que adorne tu libre hogar.

Poemas y poetas dominicanos

Franklin Mieses Burgos: Canción de la noche larga

En la noche y bajo una
muda elocuencia de piedra,
la sombra de los cipreses
es como un grito en la niebla.

Coros de voces descalzas
ponen sus ágiles pies
sobre las copas oscuras
de los árboles; después
la aguda espada de un grillo
hiere un hermoso silencio
de blanca carne de lirio
y de cabellos de incienso.

Yo sueño con que tus manos
se van perdiendo a lo lejos
como dos trémulas alas
tras la negrura del cielo.

Soledad de soledades:
mi corazón está solo
frente a esta noche que crece
como un rosal sin colores.

Si pudiera ver el mar
que me recuerdan tus ojos,
se trocarían en lumbres
mis soledades en sombra;
se llenaría de flores
el limonero más alto;
con sus mejores kimonas
vendrían las mariposas
de donde nadie lo sabe;
la luna se iría entonces
cantando por otra calle,
y una frescura de infancia
se me entraría en el alma:
ya no sería yo el mismo,
el de esta noche tan larga;
con otro cuerpo distinto
y el corazón en las manos
retornaría de nuevo
para jugar en la playa.

Canciones de primavera.
Olor a tierra mojada.

¡Todo si viera tus ojos
en esta noche tan larga!

Poemas y poetas dominicanos

Franklin Mieses Burgos: Canción del sembrador de voces

Caminando al azar por los caminos,
por los muchos caminos distintos de la vida,
voy tirando palabras desnudas en el viento,
como quien va tirando, distraído,
semillas de naranja sobre el agua de un río.

Son palabras dispersas, acaso sin sentido,
palabras misteriosas que afluyen a mi boca,
cuyo origen ignoro.

Algunas veces pienso que es otro quien las pone
sobre mis propios labios para que yo las diga.
Y yo las digo; pero, tan displicentemente,
como quien va tirando, distraído,
semillas de naranja sobre el agua de un río.

La multitud que pasa me mira y se sonríe
y yo también sonrío; pero sé lo que piensa.

En cambio ella no sabe que yo estoy construyendo
con esas simples voces salidas de mis labios,
la estatua de mí mismo sobre el tiempo.

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Amado NervoFederico García LorcaGabriela MistralGustavo Adolfo BécquerJorge Luis BorgesLuis de GóngoraMario BenedettiOctavio PazPablo NerudaRosalía de CastroSan Juan de la CruzSor Juana Inés de la Cruz