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Poemas y poetas bolivianos

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Voces de Bolivia: Grandes Poetas y sus Obras Inmortales Bolivia, tierra de contrastes y riqueza cultural, ha dado al mundo grandes poetas del siglo XX y contemporáneos cuyas obras resuenan con fuerza en la literatura latinoamericana. Desde versos profundos hasta poemas de amor, la poesía boliviana captura la esencia de su gente y paisajes. Poetas Bolivianos Destacados Jaime Saenz: Uno de los poetas más influyentes de Bolivia, conocido por su estilo místico y oscuro. Óscar Alfaro: Maestro de la poesía infantil y autor de poemas cortos de amor. Yolanda Bedregal: Reconocida como una de las grandes poetisas bolivianas del siglo pasado. Pedro Shimose: Ganador del Premio Casa de las Américas y exponente de la poesía contemporánea. Estilos y Temas en la Poesía Boliviana La poesía de Bolivia abarca desde poemas de amistad hasta reflexiones sobre la identidad nacional. Muchos autores, como Jaime Saenz, exploran lo urbano y lo sobrenatural, mientras que otros, como Óscar Alfaro, se inclinan hacia lo lírico y sencillo. Influencia en la Literatura Latinoamericana Los poetas bolivianos han dejado huella junto a poetas argentinos y poetas colombianos, enriqueciendo el panorama literario de la región. Si te interesa explorar más, no dejes de leer a Yolanda Bedregal o comparar su obra con poemas de amor de Jaime Sabines. Dónde Leer Poesía Boliviana Puedes encontrar antologías de poetas bolivianos en bibliotecas y plataformas digitales. Si buscas algo específico, como poemas de amistad de Octavio Paz, contrasta su estilo con el de los autores bolivianos para descubrir nuevas perspectivas.

La abadesa: Poema de Abel Alarcón

Por el jardín paseaba la Abadesa
Leyendo una oración de su breviario
Sus ojos eran de un azul turquesa,
Su tez como el marfil de su rosario.

Así cruzaba la divina obsesa,
Defendida de un mal imaginario,
Por aquel corazón que su pureza
Bordara en su bendito escapulario.

Junto a la hoja sagrada que leía,
Tierna recordación, simbolizada
En una seca flor la entristecía.

Cesó su labio de moverse en rezo,
Su pena se vertió cristalizada,
Y en la cruz y en la flor puso su beso.

Poemas y poetas bolivianos

Mi abuela: Poema de Armando Chirveches

Es de noche. En la sala silenciosa
flota un alma ancestral y cariñosa:
es la noble figura de mi abuela,
que benigna me ve desde su tela;
retrato al óleo en pálidos colores
que me habla de años idos y mejores.

Sobre el fondo monótono y oscuro,
en la orgullosa vetustez del muro,
destacase con garbo y gentileza...
los dedos largos, finos, inquietantes,
cuajados de sortijas de diamantes;
breve y recta nariz, labios sensuales,
grandes ojos dormidos y orientales
con ojeras; indómitas guedejas
crespas pestañas y sutiles cejas;
en la manta magnífica del pelo,
tan negra como el negro terciopelo,
que en su opulencia majestad oscura
hace más negra la lilial blancura
alto el moño y en él bucles lucientes
cual fantástico nudo de serpientes,
y hendiendo su masa suave y prieta
la gloria de carey de una peineta.

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Para un adiós: Poema de Eduardo Mitre

Un abrazo y palabras entrecortadas
habrán dicho el adiós increíble.
Y entre tu cuerpo y el mío
manará sin cesar la distancia.

Como se apela a una hierba mágica
para sanar del mal de ausencia,
escribiré entonces estas líneas.

Y si el tiempo que une y que separa,
lo entrega un día a tu mirada,
léelo, mas no vuelvas la cara.

Hermosa y feliz en tu presente,
no cometas el error de Eurídice;
que yo, al recordar tu dulce voz,
cuidaré que me aten como Ulises.

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Adonais (a la muerte del hijo): Poema de Franz Tamayo

Aeternum vale: Poema de Ricardo Jaimes Freyre

El alba: Poema de Ricardo Jaimes Freyre

Albañil: Poema de Alfonso Gumucio Dagron

Al que madruga
no lo ayuda nadie. Solo,
con su pan bajo el brazo
con su manzana brillante en el bolsillo
con las rodillas que le suenan
llena la calle vacía,
a las seis de la mañana
ladrillo sobre ladrillo asegura
con las manos partidas cementosas
la manzana madura de mañana.

Poemas cortosPoemas y poetas bolivianos

Alegato inútil: Poema de Yolanda Bedregal

Cada día tenemos más salobre la saliva.
La migaja se crispa
ante la entornada puerta del perdón.
Cada día se saltan a las uñas
los dos niños morenos de los ojos
que fueron ángeles despiertos
a celestes honduras.

¿Con qué habrá de rematar el alegato
que está y en el tope del sollozo?
Cada hora se ha hecho voraz
como engranaje de colmillos;
los pasos se han desacostumbrado
a la caricia de la grama húmeda;
el aire avanza granizado de saetas.

Conduélete, Señor, a ti clamamos.
¡Así tu mundo tambalea!
No somos Job, oh Padre; ¡no te tornes padrastro!

¿Acaso estás enfermo, o te pudres
con este vaho que te sube desde nos?
No te tornes padrastro, buen Dios.

Sonríe una vez sobre tu Hechura.
Regresa a tu niñez de Primer Día
cuando soplabas burbujas de color
y te brotaba de las sienes
boscaje y pleamar.
Eras entonces sin arrugas,
y era tu barba de cristal
lira entre los dedos de la luz.

Sonríe, Padre, sobre el Libro mancillado,
y todos en Tu nombre
escribiremos PAZ.

La simple trinidad de una palabra:
bandera universal para soñar;
hostia de comunión para construir;
extramaunción para vivir.

Perdona, Dios, esta mi turbia arena.

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Altiplano: Poema de Oscar Cerruto

1

El Altiplano es inmensurable como un recuerdo.
Piel de kirquincho, toca con sus extremos las cuatro puntas del cielo,
sopla su densa brisa de bestia.
El Altiplano es resplandeciente como un acero.
Su soledad de luna, tambor de las sublevaciones,
solfatara de las leyendas.
Pastoras de turbiones y pesares,
las vírgenes de la tierra alimentan la hoguera de la música.
Los hombres, en el metal de sus cabellos,
asilan el caliente perfume de los combates.
Altiplano rayado de caminos y de tristeza
como palma del minero.

2

El Altiplano es frecuente como el odio.
Ciega, de pronto, como una oleada de sangre.
El Altiplano duro de hielos
y donde el frío es azul como la piel de los muertos.
Sobre su lomo tatuado por las agujas ásperas del tiempo
los labradores aymaras, su propia tumba a cuestas,
con los fusiles y la honda le ahuyentan pájaros de luz a la noche.
La vida se les tiza de silencio en los fogones
mientras las lluvias inundan sus huesos y el canto del jilguero.

3

Altiplano sin fronteras,
desplegado y violento como el fuego.

Sus charangos acentúan el color del infortunio.
Su soledad horada, gota a gota, la piedra.

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Amanece en el bosque: Poema de Yolanda Bedregal

Me acerco hasta la puerta.

El aire es frío
como el gélido lienzo de una cama vacía
y, aún conmocionado, lo acojo quedamente.

Hay pájaros cantando que, invisibles,
reclaman la atención hacia las hojas
que el bosque solicita.

A ras de suelo
lo roza una neblina sin raíces.

Procuro no pensar.

Quisiera devolverle
la familiar mirada con que el bosque nos mira.

Atento a lo contiguo, observo -me demoro-
la neblina inconsciente.

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Amanecer: Poema de Adela Zamudio

Mundo carnal, la primavera,
resina en los dedos, pegajosos
después de abrazar el árbol de palma y
la corteza pegada,
su opresión débil que despierta
con un toque de rojo y los ojos
velado por la tristeza, la prohibición
se puede descubrir el centro
del corazón.
¿Cuál fue mi voluntad
pero subir a los árboles,
llegar a la cima
y ver las estrellas por la noche
brillando en silencio?

Se despertó en el mundo, ahora amanece
y sin su voluntad se queda atónito,
la pereza infinita, la soledad
de nuestro manantial infinito
alegría que exhala esta amenaza,
esta melancolía.

Poemas cortos de Adela ZamudioPoemas y poetas bolivianos

Los amantes: Poema de Eduardo Mitre

Oh noche amable más que la alborada
San Juan de la Cruz

Amable más que el alba:
la noche en la ventana.
En el cuarto la penumbra
como un ave que no acaba
de posarse o alzar vuelo.
Y ellos
sobre la sábana
en feroz y dulce duelo
buscando el centro
de su ceguera iluminada.
Ellos: dos cuerpos en uno
en jadeante ascenso
al vértigo mutuo
que los completa y desgarra.
Luego el sueño que los acoge
y guarda sus miradas
hasta que la espada del día
los arroja de nuevo
a calles repletas
de caras vacías
y niños hambrientos.
Y la luz que los ve alejarse
parpadea en el viento.

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