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Los poemas de amor son un reflejo eterno de las emociones más profundas del ser humano. Desde los grandes poetas del siglo XX hasta las voces contemporáneas, estos versos trascienden el tiempo y el espacio.
Los poemas cortos de amor capturan emociones en pocas líneas, ideales para dedicar o reflexionar. Autores como Jaime Sabines y Manuel Alcántara dominan este arte.
El amor no solo se expresa en pareja. La poesía de amistad también celebra vínculos profundos, como los versos de Octavio Paz.
Explora la riqueza de los poetas colombianos y otros grandes poetas latinoamericanos que han dejado huella con sus versos apasionados.
Descubre más sobre la magia de la poesía y déjate llevar por las palabras que han enamorado al mundo.
Un deseo constante de alegría;
una urgencia perenne de lamento
y el corazón, campana sobre el viento
estrenando badajas de elegía.
Morir mil veces en un solo día
y otras tantas quemar el pensamiento
en la resurrección, que es el tormento
de pensar en la próxima agonía.
Ver en pupilas de mujer un llanto
y sorprenderlo convertido en canto
al soñar en un niño que lo vierte.
Esto es amor, candela estremecida
empujando la noche de la vida
hacia la madrugada de la muerte.
Poemas de AmorPoemas de Amor de Carlos Castro SaavedraPoemas y poetas colombianos
Tengo las manos muy tristes
y no sé qué hacer con ellas,
porque anoche me corté
los dedos en las estrellas.
Estaba pensando en ti,
en tus ojos estrellados,
y me pasé por la frente
los dedos enamorados.
Fue allí donde me corté,
en mi frente, con tus ojos,
y se me pusieron grandes
los pensamientos y rojos.
Hoy no he podido sembrar
mi tierra, mi agricultura,
y la comida me sabe
a tierra de sepultura.
Tengo las manos deshechas
por tus pupilas, mi amor,
por pensar en tus pupilas
y tocar su resplandor.
Poemas de AmorPoemas de Amor de Carlos Castro SaavedraPoemas y poetas colombianos
Su cuerpo es una aldea
donde yo me refugio cuando truena en el cielo,
y tiemblan los follajes de mis venas
y las agrupaciones de mi pelo.
Su cuerpo dulce y hondo
y sus dos brazos como ríos sin puentes,
donde me oculto con mis tempestades
y las constelaciones furiosas de mis dientes.
Vientos como caballos
me pisan todo el pecho de pan y de amapolas,
pero voy a su cuerpo
y su cuerpo me lava la sangre con sus olas.
Sólo su cuerpo dulce
en medio de estos días con sabor a ceniza,
y a semana nocturna
sobre la matutina tela de la camisa.
Su cuerpo dividido
en colinas, en valles, en boscajes, en nidos,
y prados de amapolas
donde hay niños oscuros y linajes dormidos.
Miel tibia, leche tibia,
y el rumor de la sangre bajo la piel delgada,
el rumor de la vida
bajo la piel desnuda y levantada.
Sólo su cuerpo dulce
para el mío de fibras y de zumos amargos,
que ya está fatigado
de las noches oscuras y los caminos largos.
Poemas de AmorPoemas de Amor de Carlos Castro SaavedraPoemas y poetas colombianos
En el espejo de tu cuerpo, esposa,
recogiste mi rostro, tan fielmente,
que la línea más honda de mi frente
quedó presa en tu sangre temblorosa.
Me copiaste, mujer, mujer hermosa,
en tu río de amor, en tu corriente,
y devolviste generosamente
mi cara de montaña silenciosa.
El hijo es tierra de mi propia tierra,
resplandor de mis ojos y mi guerra,
poderosa presencia de mí mismo.
Gracias a ti, fecunda compañera,
fui como una semilla en tu pradera
y retorné más joven de tu abismo.
Poemas cortos de AmorPoemas de AmorPoemas de Amor de Carlos Castro SaavedraPoemas y poetas colombianos
No te digo paloma, ni princesa , ni reina,
sino mujer de tierra, hembra de tierra y tierra,
compañera de besos, compañera
de mi revolución y de mi guerra.
Te llamo barro de mi alfarería,
surco de mis labranzas coloradas,
pradera en que galopan mis caballos
con las crines heridas y quemadas.
Mujer tendida en medio de la tierra
te llamo y te rodeo con mis brazos,
como si fueras trigo de mis eras
y raíz de mis besos y mis pasos.
No doy contigo pensativamente
sino luchando con tu cabellera,
y golpeando mi vida leñadora
contra tu corazón y tu madera.
Poemas de AmorPoemas de Amor de Carlos Castro SaavedraPoemas y poetas colombianos
Inés digo y mi boca se convierte en azúcar
de manzana partida por la luz del verano.
Decir esta palabra es como adivinar
que está cantando un pájaro en un árbol lejano.
Inés digo y mi labio se convierte en abierta
flor de pétalos dulces contra la madrugada.
Decir esta palabra es soñar que está muerta
la tarde en el abismo de la noche estrellada.
Inés digo y parece que mi voz se quedara
temblando entre las redes impalpables de un beso.
Decir esta palabra es como si lograra
detener en el aire la música de un rezo.
Cuando yo digo Inés olvido los agravios
y de claros panales y canciones me acuerdo.
Decir esta palabra es apretar los labios
para intentar el acto de besar un recuerdo.
Alzar las manos puras para decir Inés
es caer en la sombra de un árbol florecido.
Decir Inés, siquiera por una sola vez,
es sentir en la rama del corazón un nido.
Poemas de AmorPoemas de Amor de Carlos Castro SaavedraPoemas y poetas colombianos
Unas trenzas oscuras y una flor.
Y una boca que ignora su pasado.
Y un corazón pequeño y un callado
deseo de saber lo que es amor.
Yo -plenitud del hombre soñador-
la ungí con el perfume deseado;
le regalé una rosa y un pecado
y un beso apasionado y un temor.
La aprisioné en amor tan dulcemente
que ni un nardo en el viento transparente
puede encerrar así su propia albura.
Y cansada tal vez, niña mudable,
de mi labio en el beso perdurable,
cambió su libertad por mi amargura.
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Acércate a mi pecho más caudalosamente,
húndete en mi camisa,
atraviesa mi piel, mis guarniciones,
y arrásame por dentro con tus labios
y tus inundaciones.
Trasvásate a mis venas,
a mi sangre furiosa,
y auméntame los ríos arteriales
y la espuma que pasa por mi frente
cuando pienso hospitales.
Vuélvete mi sustancia,
mi saliva, mi llanto,
y déjate arrastrar por estas aguas
y por el contrapeso de las chispas
que saltan de mis fraguas.
Más todavía súmate a mi sino,
a mi cabalgadura temblorosa,
y estréchame los pies en los estribos,
con los tuyos calzados de palomas
y de cuchillos vivos.
Que una sola persona, un solo gesto,
sean nuestros dos cuerpos enlazados,
y que si yo te beso o tú me besas,
sintamos ambos gustos de amapolas
y cornada de fresas.
De tal manera unidos compañera,
que ni la muerte pueda separarnos,
y que de espaldas, en la sepultura,
tú recuerdes completa mi presencia
y yo inmodificable tu figura.
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Tú eres la que yo quise destruir con mis besos,
pero la que resistes mi furia y mis abrazos,
y sales siempre nueva de mis bosques espesos
y siempre florecida de mis grandes hachazos.
( Un viento loco y verde te golpeaba la cara,
un vendaval de besos de mi boca te hundía,
pero el hijo llegaba con su semilla clara
y en medio de tus ojos oscuros la encendía ).
Eres la que no pude vencer con mi locura
y fatalmente herir con mis espadas ciegas,
y el trueno que circula por mi cabalgadura
y el búfalo que truena por mis hondas entregas.
Sobrevives y cantas a mi lado, a mi vera,
como un ave incansable que atesora mis pasos,
y vuela a toda hora sobre mi calavera
y construye su nido en mitad de mis brazos.
Ya tienes el tamaño de mis manos inmensas,
la medida del grito que me habita la vida,
y puedes abarcarme todo lo que me piensas
y elevas a tu frente la sangre de mi herida.
Siento tu punzadora dulzura en mi costado,
tu penetrante aroma de selva en mi camino,
y nadie me consuela cuando estoy a tu lado
y pienso que la muerte se beberá tu vino.
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Te quiero así, mujer: sencillamente,
como quiere el pastor a sus ovejas,
el caminante a las encinas viejas
y el río matinal a su corriente.
Te amo como las casas a la gente
y como la colmena a las abejas,
y los ojos dormidos a las cejas
que vuelan en el cielo de la frente.
Voy a tu corazón como las olas
a los buques cargados de amapolas
y de maderas claras y sencillas.
Doy con tu beso al fin, con tu ternura,
como el río con toda la llanura
y la sed con el agua sin orillas.
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