Inglaterra: 1564-1616
Poemas de William Shakespeare para leer.
¿Y por qué no es tu guerra más pujante
contra el Tirano tiempo sanguinario;
y contra el decaer no te aseguras
mejores medios que mi rima estéril?
En el cenit estás de horas risueñas.
Los incultos jardines virginales
darían para ti vivientes flores,
a ti más semejantes que tu efigie.
Tendrías vida nueva en vivos trazos,
pues ni mi pluma inhábil ni el pincel
harán que tu nobleza y tu hermosura
ante los ojos de los hombres vivan.
Si a ti mismo te entregas, quedarás
por tu dulce destreza retratado.
De los hermosos el retoño ansiamos
para que su rosal no muera nunca,
pues cuando el tiempo su esplendor marchite
guardará su memoria su heredero.
Pero tú, que tus propios ojos amas,
para nutrir la luz, tu esencia quemas
y hambre produces en donde hay hartura,
demasiado cruel y hostil contigo.
Tú que eres hoy del mundo fresco adorno,
pregón de la radiante primavera,
sepultas tu poder en el capullo,
dulce egoísta que malgasta ahorrando.
Del mundo ten piedad: que tú y la tumba,
ávidos, lo que es suyo no devoren.
Las horas que gentiles compusieron
tal visión para encanto de los ojos,
sus tiranos serán cuando destruyan
una belleza de suprema gracia:
porque el tiempo incansable, en torvo invierno,
muda al verano que en su seno arruina;
la savia hiela y el follaje esparce
y a la hermosura agosta entre la nieve.
Si no quedara la estival esencia,
en muros de cristal cautivo líquido,
la belleza y su fruto morirían
sin dejar ni el recuerdo de su forma.
Mas la flor destilada, hasta en invierno,
su ornato pierde y en perfume vive.
Poemas cortos de la VidaPoemas de la vidaPoemas y poetas ingleses
Mejor ser vil que tal considerado
Cuando, sin serlo, esta culpa te achacan,
Y un lícito placer pierdes, que tanto
Los demás condenan, pero no tu alma.
Pues ¿por qué los ojos espurios de otros
Han de juzgar a mi impetuosa sangre;
O espiar mis flaquezas quien es más flojo
Y estima malo lo que yo, agradable?
No, yo soy el que soy; y los que apuntan
A mis desmanes, los propios exponen;
Habrá en sus ojos una torcedura,
Que sus juicios no ensucien mis acciones.
A no ser que esta máxima sostengan:
Todo hombre es malo y en su maldad reina.
Versión de Ariel Laurencio Tacoronte
Mella, Tiempo voraz, del león las garras,
deja a la tierra devorar sus brotes,
arranca al tigre su colmillo agudo,
quema al añoso fénix en su sangre.
Mientras huyes con pies alados, Tiempo,
da vida a la estación, triste o alegre,
y haz lo que quieras, marchitando al mundo
Pero un crimen odioso te prohíbo:
no cinceles la frente de mi amor,
ni la dibujes con tu pluma antigua;
permite que tu senda siga, intacto,
ideal sempiterno de hermosura.
O afréntalo si quieres, Tiempo viejo:
mi amor será en mis versos siempre joven.
Versión de Manuel Mujica Láinez
Mira a tu espejo, y a tu rostro dile:
ya es tiempo de formar otro como éste.
Si no renuevas hoy su lozanía,
al mundo engañas y a una madre robas.
¿Quién es la bella del intacto seno
que tu cultivo marital desdeñe?
y ¿quién tan loco para ser la tumba
de un amor egoísta sin futuro?
Tu madre encuentra en ti, que eres su espejo,
la gracia de su abril, su primavera;
así, de tu vejez por las ventanas,
aunque mustio, verás tu tiempo de oro.
Mas si pasar prefieres sin memoria,
muere solo y tu imagen morirá.
Versión de Manuel Mujica Láinez
Si a mis días colmados sobrevives,
y cuando esté en el polvo de la Muerte
una vez más relees por ventura
los inhábiles versos de tu amigo,
con lo mejor de tu época compáralos,
y aunque todas las plumas los excedan,
guárdalos por mi amor, no por mis rimas,
superadas por hombres más felices.
Que tu amor reflexione: «Si su Musa
crecido hubiera en esta edad creciente,
frutos más caros a su edad le diera,
dignos de incorporarse a tal cortejo:
pero ha muerto; en poetas más notables
estilo buscaré y en él amor».
Versión de Manuel Mujica Láinez
Si la muerte domina al poderío
de bronce, roca, tierra y mar sin límites,
¿cómo le haría frente la hermosura
cuando es más débil que una flor su fuerza?
Con su hálito de miel, ¿podrá el verano
resistir el asedio de los días,
cuando peñascos y aceradas puertas
no son invulnerables para el Tiempo?
¡Atroz meditación! ¿Dónde ocultarte,
joyel que para su arca el Tiempo quiere?
¿Qué mano detendrá sus pies sutiles?
Y ¿quién prohibirá que te despojen?
Ninguno a menos que un prodigio guarde
el brillo de mi amor en negra tinta.
Versión de Manuel Mujica Láinez
Como un padre decrépito disfruta
al ver de su hijo las empresas jóvenes,
así yo, mutilado por la suerte,
en tu lealtad y mérito me afirmo.
Pues sea la hermosura o el linaje,
el poder o el ingenio, uno o todos,
quien te corone con mejores títulos,
yo incorporo mi amor a esa riqueza.
Ni pobre ni ofendido soy, ni inválido,
que basta la substancia de tu sombra
para colmarme a mí con su opulencia,
y de una parte de tu gloria vivo.
Busca, pues, lo mejor: te lo deseo;
seré feliz diez veces, si lo hallas.
Versión de Manuel Mujica Láinez
El pecado de amarme se apodera
de mis ojos, de mi alma y de mí todo;
y para este pecado no hay remedio
pues en mi corazón echó raíces.
Pienso que es el más bello mi semblante,
mi forma, entre las puras, la ideal;
y mi valor tan alto conceptúo
que para mí domina a todo mérito.
Pero cuando el espejo me presenta,
tal cual soy, agrietado por los años,
en sentido contrario mi amor leo
que amarse siendo así sería inicuo.
Es a ti, otro yo mismo, a quien elogio,
pintando mi vejez con tu hermosura.
Versión de Manuel Mujica Láinez
Tu pecho está cargado con todos los corazones,
que yo supuse, en mi ignorancia, muertos;
y allí reina el Amor con todas sus amantes partes
y todos los amigos que yo creía extintos.
Cuántas sagradas y obsequiosas lágrimas
extrajo de mis ojos el amor religioso
en interés de los muertos, que aparecen ahora
como cosas remotas que en ti yacen ocultas!
Tú eres la tumba en que el amor sepulto ahora vive,
adornado con los trofeos de mis amores idos,
que todas sus partes de mí a ti te dieron,
pues ese haber de muchos es tuyo ahora solo:
Sus imágenes que amé las veo en ti
y tú, con todos ellos, lo tienes todo del total de mí.
Versión de Manuel Mujica Láinez
Pintado por Natura el rostro tienes
de mujer, dueño y dueña de mi amor;
y de mujer el corazón sensible
mas no mudable como el femenino;
tus ojos brillan más, son más leales
y doran los objetos que contemplas;
de hombre es tu hechura, y tu dominio roba
miradas de hombres y almas de mujeres.
Primero te creó mujer Natura
y, desvariando mientras te esculpía,
de ti me separó, decepcionándome,
al agregarte lo que no me sirve.
Si es tu fin el placer de las mujeres,
mío sea tu amor, suyo tu goce.
Versión de Manuel Mujica Láinez