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Víctor Sandoval

Poemas de Víctor Sandoval para leer.

La señal en el muro: Poema de Víctor Sandoval en español fácil de leer

Víctor Sandoval: En las tardes

En las tardes,
cuando los hombres besan
a sus mujeres
por las calles
y se hacen el amor
como jóvenes bestias.
Cuando los que practican
este duro oficio de inconformes
convierten los cafés
en las repúblicas
del ocio y la utopía.

Cuando se enciende en las ventanas
el relámpago gris
de la televisión
y en las casas antiguas
se advierte una nostalgia
de pianos en desuso.

Entonces la ciudad lleva en su pulso
un río de mariposas
y el solitario de las plazas y las calles
ve su juventud nunca gozada
pasar en otros cuerpos
ágiles y fuertes.
La guerra está lejana
y el veterano ha conquistado
el derecho a vivir entre nosotros.

¡Quién como nosotros,
los que volvimos de la guerra
y nos labramos
un brillante porvenir de veterano!

Allá, cerca del mar,
entre las tierras vírgenes,
en las islas ajenas,
florece el rostro
de nuestro compañero.
La barba adolescente
de hierba en primavera
y en los ojos abiertos
el vuelo suspendido de los pájaros.
En las botas que un día pisaron fuerte
han crecido los juncos,
el trébol de la suerte.
Pero nosotros,
los que volvimos de la guerra,
nunca tendremos el destino
de tronco renacido en los pantanos.

Poemas y poetas mexicanos

Víctor Sandoval: Mi tiempo, padre

Mi tiempo, padre:
Himnos de guerra y tableteo de metralletas.
Lo estoy viviendo apenas pero lo estoy viviendo.
Soy el aire del arquero y su brazo.
Te veo escribiendo tus poemas,
como éste, padre, como éste.
¿Para qué, para quiénes?
¿Para quiénes abres tu cartapacio,
tu horrenda máquina de escribir
como dentadura postiza?
A veces te leo en los periódicos
llenos de mosquitos proditorios.
Hace cincuenta largos años
que estás sobre la tierra.
Yo, padre, soy yo-padre desde que tú naciste.
El beso que pongo en tu mejilla
es el bien común,
el orden que rodea nuestra cisterna.
Por este lento avanzar del poemario,
del poema-río de tu consagración,
te despega la muerte de la vida
con paciencia de coleccionista.

Poemas y poetas mexicanos

Víctor Sandoval: Hay usura y amor

Hay usura y amor
en la olla podrida de mis huesos.
Viene una canción
que a todos nos concierne.
Lóbrega alegría
de la promiscuidad;
el sueño en los párpados,
la flor de plástico en el pelo,
el brillo del collar
que corta la garganta;
la nube y su cabeza turbia;
por la atarjea del patio
también el agua desollada
de la menstruación.
En la azotea
el áspero febrero exasperado
gravita como un halcón furioso.

Poemas cortosPoemas y poetas mexicanos

Víctor Sandoval: Vendrá su telaraña de palabras

Vendrá su telaraña de palabras
a ensombrecer el pensamiento,
el lúdico festín de la memoria.
Vendrá entre lejanías
que agrietan las paredes.
Vendrá, zorra lunática,
pasajera de troncos carcomidos,
espesura de ciénegas.
Sucederán entonces
largas vigilias y entrecortado sueño.
- La pesadilla que me conduce al sacrificio,
la mano que te auxilia y se diluye en ráfagas - .
Vendrá de viento bajo y de arrastradas hojas;
sucederán entonces
la mordaza, los baños de agua fría,
la casa de salud,
una celeste cáscara de olvido,
patio de piracantos y bardas erizadas,
Cárpatos de vidrio,
bugambilias blindadas entre cuerdas voltaicas,
un manto azul trepando por los muros.

Poemas y poetas mexicanos

Víctor Sandoval: El veterano de guerra

La madrugada
en que los gallos se volvieron locos
y la Torre de Pisa
fue mutilada por cantar
cantares de Ezra Pound.

La noche
en que los gatos desollados vivos
por el celo
arañaban el aire del tejado
y el amante de la adúltera
abandonaba el lecho tibio
para que el engañado descansara
la fatiga y el asma de la fábrica.

El día
en que la tierra envejeció mil años,
cuando Hiroshima se quemó de pronto
y los dorados delfines del dólar
se orinaron de gusto.

La hora
en que el amor no pudo continuar
su acompasado navegar,
su eterno navegar de cuerpo a cuerpo,
porque el pulmón azul del agua
se hizo fuego y flor,
alucinante flor de fuego.

Nunca el vino de Europa
después del último verano
de la guerra
fue más sangre del hombre.
Los que tornábamos del frente
mordíamos en las uvas
los labios
de nuestros compañeros muertos
y el trigo de los campos
nos recordaba el pelo
del último soldado acribillado.

Fue entonces
cuando la paz pesada
como el agua de múltiples cuchillos
nos quitó el estandarte;
nos cubrieron el pecho de medallas
y nos dejaron solos,
con el rencor ardiendo.
Somos chispas nostálgicas
de la hoguera que un día
habrá de reencender su llamarada.

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