Poemas de Teófilo Cid para leer.
Sobre el poeta Teófilo Cid [occultar]
Aunque su legado no es tan ampliamente reconocido, Teófilo Cid sigue siendo una figura intrigante para quienes exploran las vanguardias latinoamericanas.
¡Oh noche! ¡Oh noche! Detén a los paseantes
con el rumor de aurora de tus astros extasiados.
El amor es la razón de tus árboles dormidos,
del silencio que corre por tus venas aurorales
porque en ti las bocas son nidos
y las palabras aves que pronuncian tu mensaje.
¡Oh noche! Detén a los paseantes
que surgieron como una onda física,
como un axioma en flor.
Deténlos en la aurora de sus besos,
perfílalos de umbral contra el silencio,
que sea eterno el ángulo que dibujan sus deseos.
¡Oh noche! Tú que tienes el valor del día
y que escondes en tu índole un sol nuevo.
Tú puedes contra el tiempo revivir en verdes pinos,
azular el espacio detenido en una huella,
hacer que el lecho vibre con un ópalo...
¡Oh noche! Tú que puedes detener a los amantes,
detén a estos viajeros que han llegado sin aliento.
Son ellos los viajeros que ayer partieron desde un beso
y que ahora se pasean por un nimbo sin designios.
Ahora sus pupilas centellean, cruzan sus espadas
para quedar impresas en panoplia eternizada.
Ellos tienen un secreto que compartir contigo,
un secreto que un pensil de instinto ha levantado.
¡Oh noche! Detén a los amantes
con el rumor de aurora de tus astros extasiados.
Cuantos vienen a mirarte te miran desde un solio de egoísmo
bajo el cual una cisterna brota que embrida a los astros.
No pueden suponer que el día nace de tus sombras,
el día que concede su luz a cualquier hombre
y que también nos sirve para odiarnos.
En ti yo encuentro los semblantes más amados,
el de una ciudad que invierte sus tejados en el agua
y el de un puente de salud sobre dolencias pálidas.
(Recuerdo como aludes de agua fresca,
viejos recuerdos donde las diarias preocupaciones crean fútiles regatas.)
Por eso a ti recurro, ¡oh noche!, para impetrar tu sombra,
tu mano enguantada de negro, tu dominó de olvido,
porque ellos, los paseantes que ahora llegan de la mano,
puedan quedar prendidos como jíbaros de espuma
al primitivo silencio de tus astros extasiados.
¡Oh emblema nupcial! ¡Oh dulce acorde transpirado!
La noche tiene ahora escudo de armas como reina,
dos miradas, dos alientos, dos palabras que el silencio crispa
en un augurio de cemento eternizado.