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Santiago Azar

Poemas de Santiago Azar para leer.

Santiago Azar: Nos amamos en una bicicleta

Ayer tú y yo, en un solo beso para la vida,
en el amor que nos conoció a los quince años
y yo pedaleando para un nunca llegar tarde a tu corazón.
Fuimos nosotros los que inventamos el beso en una bicicleta,
la edad de las miradas con un cuaderno en la mano.
Fuimos nosotros, los que sin respirar, nos cansamos de viajar;
y ayer, sólo ayer, las calles dicen: Allí van, son ellos!,
pero fue tan rápido que pedazo a pedazo nos despedimos.
Tú y yo, querida, ahora quizás dónde, dónde volveríamos a rodar,
dónde volveríamos a comandar dos ruedas como a un barco,
dónde volveríamos a conquistar los mundos con un sueño.
Eso no m importa, porque en mi memoria tengo un niño despierto,
llevo a ese revoltoso quinceañero en los dedos del alma,
tengo aún, esos años diminutos como zapatos de liceano.
Entonces, será a las siete, te pasaré a buscar como cochero,
subirás en mi caballo veloz con rayos de aluminio,
dispuesta a saltar a la gloria al besar cada calle,
recostándote en cada parada para retomar las fuerzas.
Entonces, será a las siete, cuando llegue a tu casa,
salgas a recibirme como ansiosa de la nueva carrera.
Entonces, son las siete y recuerdo tu mano en la mía,
riendo del pedaleo en mañana y tarde,
cuando nos amamos en una bicicleta sobre la vida,
cuando se me vienen los quince felices años,
ahora que son más, sin bicicletas ni sueños.

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Canto de dolor y muerte a las viudas de Lota: Poema de Santiago Azar en español fácil de leer

Santiago Azar: Con cien pesos en las manos

Otra vez la lágrima,
de pie a cabeza me recorre la nostalgia,
de las rosas doradas de nuestros ojos.
Mis queridos compañeros,
les pido que junten cien pesos
en cada mano y levantemos dos cervezas,
así un brindis de espuma y calor,
desfilará como primavera entre los sueños.
Volverán nuestras risas de tarde en tarde,
los juegos y el caballo de bronce en el polvo;
las historias jamás terminadas.
Yo me traje de todos un poco,
el tren desde Santiago venía despacio
y no alcanzó a devorarse los recuerdos.
Me traje tus camisas, Edgardo,
tus botas que gritaban, Diego,
tus páginas y revistas, Oscar;
me traje toda una vida revuelta,
porque éramos tantos y sólo uno.
Fueron muchas las noches de sueños con versos perfectos,
muertos que volvían de sus tumbas a saludarnos,
porque la poesía nos conocía y nos besaba.
Nosotros éramos un poema que quedó inconcluso.
Volverán las cosas, las risas, los llantos,
tras los años en una lejana puerta,
ese dichoso abrazo de fuego;
un amigo en la distancia: un lucero.
Tras los años, en alguna puerta lejana,
la propia juventud tras nuestras canas;
tras los años en alguna casa lejana,
con cien pesos en la mano y
el eterno brindis de seis muchachos
entre espuma, calor y sueños.

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Santiago Azar: Los cinco niños del mar

Las encías de cinco niños están sonando en el mar,
los castillos de arena en la orilla y
las camisitas blancas que flamean cantando.
Pequeños dientes sonríen con la espuma y la gaviota,
corren sobre las olas como un barquito de papel
que navega en el viento y en la boca del pan.
Cinco niños tomados de la mano me hacen girar,
cabellos rubios, morenos y corazones de manjar
rodean a la vida con un canto de infancia azul.
Allá viene la marea y su orquesta fatal,
el pez ardiendo, la caracola desnuda,
el rugido de cien ballenas cogiendo la ola.
Allá viene la marea y una gota de sangre,
el fondo oscuro, el llanto de la arena,
la saliva de la luna que quedó dormida.
Cinco niños corrieron hacia el mar,
las camisitas blancas han muerto y han de esperar
el ladrido de la noche para volver a tierra.

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La crucifixión: Poema de Santiago Azar en español fácil de leer

Santiago Azar: Cuando llama la poesía

Cuando llama la poesía,
cuando el grito desesperado del verso
clama por mi sangre,
sólo los muertos resucitan y me esperan
pues de ellos es parte mi alma,
es parte del soldado que aquí
todos los días trabaja.
Cuando llama la poesía,
los muertos reciben mis besos
porque también a ellos pertenezco.

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Cuando el mar te regrese: Poema de Santiago Azar en español fácil de leer

Santiago Azar: Domingo de visitas

"Adelante señores, tomen asiento,
aunque no me crean les tengo un enorme respeto.
Hace tanto que los espero y,
sin embargo, ahora que aquí los tengo
me viene a tiritar la voz"
"Nosotros también te conocemos hace mucho"-
dijeron los muertos que me visitaban-
"hemos sabido de tu nombre en reiteradas ocasiones,
lo han publicado en listas alrededor del mundo,
eres buscado a cambio de una buena recompensa".
Y cuál es la recompensa?-les dije-
"No volver a leerte jamás"-me dijeron a carcajadas.

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Santiago Azar: Epitafio para un vivo

Espero poder colocar una flor
sobre el cemento de mi propia tumba,
una raza de estrellas colmadas de manos.
Espero una almohada feliz en el nicho de la eternidad,
un paso silencioso por entre mi heridas.
Sépase que fui honesto con los grillos,
consecuente con los sueños de los pájaros,
absoluto en la fe de la marcha por las calles.
Poned, entonces, mi cuerpo devuelto a la tierra,
como si hiciéramos un agujero por donde se mira el mundo.
Dejadme, entonces, en las raíces de los desolados
y den este adiós final como si fuese primero.

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Santiago Azar: Fotografía instantánea

Tengo tal vez diez años,
una barriga inapropiada y vergonzosa para la edad,
sueños irrepetibles, magníficamente diminutos.
Allí me abraza la abuela, inmensa y calurosa.
Y ya la respiro y se me vienen esos árboles encima,
porque hace años que contemplo esta fotografía incansable,
dándola vuelta para ver si caen felicidades.
La tomo, la olfateo, para sentir la respiración de entonces.
Así se sienten los envidiables pantalones con los parches caseros,
calzado gastado de tan mal fútbol infantil,
ensayos de cientos de peluqueros en mi cabeza.
Porque tengo diez años, tal vez,
y me creía en un techo tan formidable,
pero la realidad era oscura como un puñado de oscuridades.
Porque tengo diez años o más
y mientras afilo la estocada de mis antepasados,
rompo esta fotografía
porque ya no aguanto más
la arruga profunda de mis memorias.

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Santiago Azar: El hábil muchacho de la camiseta roja

A mi padre

Todos querían ver a este muchacho
del cual el balón se enamoró muchas veces
y eran tardes enteras en la carretera del césped,
volando como un huracán despierto en los cielos,
derribando el liviano peso de los débiles,
era la acrobacia de reír, reír,
nunca olvidando que el mundo es una sonrisa.
Y allá galopa el Nino, el Nino Landa,
viene bajando de su bicicleta de piernas,
corre encima de un rayo despidiendo rivales
incapaces de detener a alguien que no nació
en las vísperas de este planeta.
Y allá se vio al Nino, a lo lejos, frente a nosotros,
y mi padre lo observa desde niño y celebra,
y grita, y crece con él,
y se sienta en las galerías de un viejo estadio,
donde mi abuelo hizo de él un hombre,
sólo para ver a este potro feroz
que ofrece su camiseta roja a las sangres,
pues sabe que la bandera de Unión Española
sólo puede clavarse una vez en el pecho.
Por eso se aprovecha cada segundo
como si fuese la última eternidad,
para detener todos los sentidos
en las piernas que no son piernas,
sino espadas sin la piedad de la mano.
Pero mi padre llora ya viejo sobre los mantos del ayer,
porque nuestro Nino corrió demasiado
y de tanto esquivar rivales, quedó fatigado,
porque llegó la muerte a marcarlo
y al Nino no le funcionó la finta.
Vino la malvada con un tacle deslizante por atrás
y así, sólo ella, pudo derrotarlo.

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Santiago Azar: Mujer de fuego

Les contaré que existe una mujer
que me persigue en cientos de llamas.
Me busca segundo por segundo debajo de su cama,
en el jabón que corre por su cuerpo,
detrás de cada puerta o encima de la luna.
Morena, yo soy libre como una ola,
tengo un corazón repartido entre muchas,
mi lengua envuelta en quizás qué ropas,
mi sangre en tantos cabellos ondulados o
verás mis huesos derretidos en esas sábanas ardiendo.
Mujer de fuego, no me persigas con tu amor de miel,
no me sigas, muchacha, un beso no significa
la eternidad del cuerpo entero junto a tu boca;
un beso es un niño rebelde que arde
en el musical latido de mis labios.
No puedo negar que tu pecho atrae a los planetas;
querida, me deslumbran tus ojos de niña y
tu rostro como un espejo lleno de pecado.
El amor corre de boca en boca y
de mano en mano sobre el hombre y la mujer.
Qué vale tanto acoso a las venas de mi corazón!
Ha llegado el momento de desearte buen viaje y
dejarte tan simple como una gota de lágrima,
Adiós amor, no me sigas pues ya ha desaparecido el poeta
en las rojas cenizas de la mujer de fuego.

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