Poemas de Rosario Acuña para leer.
Templa su fuego el sol bajo el nublado;
Las nieblas rompen sus tupidos velos,
Desciende la lluvia, y arroyuelos
De límpido cristal recoge el prado.
Pájaro amante, insecto enamorado,
Sienten, última vez, ardientes celos;
Marchan la golondrina y sus polluelos;
Se adorna el bosque de matiz dorado.
¡Ya está aquí! El mar levanta sus espumas
y acres perfumes a la tierra envía...
¿Quién no le ama? Entre rosadas brumas,
coronado de mirtos y laureles,
viene dando a las vides ambrosía,
vertiendo frutas, regalando mieles.
¿Qué es la luz? El beso de las constelaciones
a través del espacio; el saludo de la humanidad
por medio de la historia; el triunfo del amor
sobre el egoísmo. ¡Oh, luz, bendita seas!
La caridad es la única virtud que puede transformar
La tierra en morada de ángeles.
¿Qué eres felicidad?... si renuncio a encontrarte
no ceso de reír, así que te busco y te persigo
ya estoy llorando.
¿Qué soy? ¿Por qué soy? Dos interrogaciones
formidables que se abren como abismos sin fondo
a la diestra y a la siniestra del hombre,
si se acerca a ellas; se para y no logra ver más
que sombras espesísimas, si camina sin mirarles
sigue las huellas del bruto... ¿Cómo acertaremos?
Raro capricho la mente sueña:
será inmodesta, vana aprensión.
Tal palabra
no me cuadra;
su sonido
a mi oído
no murmura
con dulzura
de canción;
no le presta
la armonía
melodía
y hace daño
al corazon.
Tiemblo al escucharla. ¿Será manía?
Oigo el murmullo cerca de mí:
no me cuadra
tal palabra;
que el murmullo
que al arrullo
de la sátira
nació
me lastima
con su giro
y un suspiro
me arrancó.
Si han de ponerme nombre tan feo
todos mis versos he de romper.
No me cuadra
tal palabra,
no la quiero;
yo prefiero
que a mi acento
lleve el viento
y cual sombra
que se aleja
y no deja
ni señal,
a mi camino
que es mi llanto
arrebate
el vendval.
¡Igualdad! ¡Casta virgen que aparece
Revestida de mágicos fulgores,
Y que ofrece a los hombres sus amores
Mientras el alma en la ilusión se mece!
Su vaga forma ante la vista crece,
Les invita a luchar por sus favores,
Y apenas se proclaman vencedores,
Cuando al irla a tocar, desaparece.
¡De Libertad y de Justicia hermana,
Su imperio tiene en la mansión divina
Y allí la encuentra la razón humana
Cuando al destino de su fin camina,
Que en este mundo de flaqueza vana
No se la ve jamás, se la adivina!
A mi madre, Dolores Villanueva, viuda de Acuña,
aquí yacente desde 1905.
Ya estoy contigo, madre; nuestras vidas
caminaron por sendas diferentes,
llegando, al fin, cansadas y dolientes,
á dormir en la muerte, confundidas.
Por filial y materno amor unidas,
queden en paz eterna nuestras mentes,
cual dos opuestas ramas ó corrientes
de un solo tronco ó manantial nacidas.
¡No despertemos nunca, madre amada!
¡Más sí al mandato del poder divino
el yo consciente surge de la nada,
uniendo tu destino á mi destino,
llévame entre tus brazos enlazada
y sigamos las dos igual camino!
Rosario de Acuña, muerta en 19...
El día terminó; la noche llega;
he sentido, he pensado y he llorado;
amé y odié, pero jamás ha dado
asilo el alma á la pasión que ciega.
La fé en el porvenir mi ser anega;
constante y rudamente he trabajado;
sufrí el dolor con ánimo esforzado
y sembré mucho, sin hacer la siega.
Gané el descanso en la región ignota
donde reina la paz del sueño inerte;
pero la luz que de la mente brota
y en ruta eterna sus destellos vierte
será encendida en estación remota.
¡Tendré otro día al terminar la muerte!