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Ramón López Velarde

Ramón López Velarde

México: 1888-1921

Poemas de Ramón López Velarde para leer.

EL ADIÓS: Poema de Ramón López Velarde en español fácil de leer

Ramón López Velarde: AGUAFUERTE

(Alfonso Camín)

Alfonso, inquisidor estrafalario:
te doy mi simpatía, porque tienes
un aire de murciélago y canario.

Tu capa de diabólicos vaivenes
brota del piso, en un conjunto doble
de Venecias y de Jerusalenes.

Equidistante del rosal y el roble
trasnochas, y si busco en la floresta
de España un bardo de hoy, tu ave en fiesta
casi es la única que me contesta.

Poemas cortosPoemas y poetas mexicanos

Ramón López Velarde: ALEJANDRINOS ECLESIÁSTICOS

Tú, Fuensanta, me libras de los lazos del mal;
queman mi boca exangüe de Isaías los carbones;
por ti me dan los cielos profundas contriciones
y el ensueño me otorga su gracia episcopal.

Para comer las viandas del convite nupcial
en que se han desposado nuestros dos corazones,
tomo el báculo y ciño mis pies y mis riñones
cual se hacía en las fiestas del Cordero Pascual.

Las llaves con que he abierto tu corazón, mis llaves
sagradas son las mismas de Pedro el Pescador;
y mis alejandrinos, por tristes y por graves,

son como los versículos proféticos de un canto,
y hasta las doce horas de mis días de amor
serán los doce frutos del Espíritu Santo.

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Ramón López Velarde: Alma en pena

A fuerza de quererte
me he convertido, amor, en alma en pena.

¿Por qué, Fuensanta mía,
si mi pasión de ayer está ya muerta
y en tu rostro se anuncian los estragos
de la vejez temida que se acerca,
tu boca es una invitación al beso
como lo fue en lejanas primaveras?

Es que mi desencanto nada puede
contra mi condición de ánima en pena
si a pesar de tus párpados exangües
y las blancuras de tu faz anémica,
aun se tiñen tus labios
con el color sangriento de las fresas.

A fuerza de quererte
me he convertido, amor, en alma en pena,
y con el candor angélico de tu alma
seré una sombra eterna.

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Ramón López Velarde: EL ANCLA

Antes de echar el ancla en el tesoro
del amor postrimero, yo quisiera
correr el mundo en fiebre de carrera,
con juventud, y una pepita de oro
en los rincones de me faltriquera.

Abrazar a una culebra del Nilo
que de Cleopatra se envuelva en la clámide,
y oír el soliloquio intranquilo
de la Virgen María en la Pirámide.

Para desembarcar en mi país,
hacerme niño y trazar con mi gis,
en la pizarra del colegio anciano,
un rostro de perfil guadalupano.

Besar al Indostán y a la Oceanía,
a las fieras rayadas y rodadas,
y echar el ancla a una paisana mía
de oreja breve y grandes arracadas.

Y decir al Amor: - «De mis pecados,
los mas negros están enamorados;
un miserere se alza en mis cartujas
y va hacia ti con pasos de bebé,
como el cándido islote de burbujas
navega por la taza de café.
Porque mis cinco sentidos vehementes
penetraron los cinco Continentes,
bien puedo, Amor final, poner la mano
sobre tu corazón guadalupano...»

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ÁNIMA ADORATRIZ: Poema de Ramón López Velarde en español fácil de leer

Ramón López Velarde: ANNA PAVLOWA

Piernas
eternas
que decís
de Luisa La Vallière
y de Thaís...

Piernas de rana,
de ondina
y de aldeana;
en su vocabulario
se fascina
la caravana.

Piernas
en las cuales
danza la Teología
funerales
y epifanía.

Piernas:
alborozo y lutos
y parodias de los Atributos.

Piernas
en que exordia
la Misericordia
en la derecha,
y se inicia
en la otra la Justicia.

Piernas
que llevan del muslo al talón
los recados del corazón.

Piernas
del reloj humano,
certeras como manecillas
dudosas como lo arcano,
sobresaltadas
con la coquetería de las hadas.

Piernas
para que circuyas
el espíritu, que se desarma
entre tus aleluyas;
si la violeta de Parma
tuviese piernas,
serían las tuyas.

Mística integral,
melómano alfiler sin fe de erratas,
que yendo de puntillas por el globo
las libélulas atas y desatas.

¡Te fuiste con mi rapto y con mi arrobo,
agitando las ánimas eternas
en los modismos de tus piernas!

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Ramón López Velarde: LA ASCENSIÓN Y LA ASUNCIÓN

Vive conmigo no sé qué mujer
invisible y perfecta, que me encumbra
en cada anochecer y amanecer.

Sobre caricaturas y parodias,
enlazado mi cuerpo con el suyo,
suben al cielo como dos custodias...

Dogma recíproco del corazón:
¡ser, por virtud ajena y virtud propia,
a un tiempo la Ascención y la Asunción!

Su corazón de niebla y teología,
abrochado a mi rojo corazón,
traslada, en una música estelar,
el Sacramento de la Eucaristía.

Vuela de incógnito el fantasma de yeso,
y cuando salimos del fin de la atmósfera
me da medio perfil para su diálogo
y un cuarto de perfil para su beso...

Dios, que me ve que sin mujer no atino
en lo pequeño ni en lo grande, diome
de ángel guardián un ángel femenino.

¡Gracias, Señor, por el inmenso don
que transfigura en vuelo la caída,
juntando, en la miseria de la vida,
a un tiempo la Ascensión y la Asunción!

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Ramón López Velarde: LA BIZARRA CAPITAL DE MI ESTADO

A Jesús B. González

He de encomiar en verso sincerista
la capital bizarra
de mi Estado, que es un
cielo cruel y una tierra colorada.

Una frialdad unánime
en el ambiente, y unas recatadas
señoritas con rostro de manzana,
ilustraciones prófugas
De las cajas de pasas.

Católicos de Pedro el Ermitaño
y jacobinos de época terciaria.
(Y se odian los unos a los otros
con buena fe.)

Una típica montaña
que, fingiendo un corcel que se encabrita,
al dorso lleva una capilla, alzada
al Patrocinio de la Virgen.

Altas
y bajas del terreno, que son siempre
una broma pesada.

Y una Catedral, y una campana
mayor que cuando suena, simultánea
con el primer clarín del primer gallo,
en las avemarías, me da lástima
que no la escuche el Papa.

Porque la cristiandad entonces clama
cual si fuese su queja mas urgida
la vibración metálica,
y al concurrir ese clamor concéntrico
del bronce, en el ánima del ánima,
se siente que las aguas
del bautismo nos corren por los huesos
y otra vez nos penetran y nos lavan.

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Ramón López Velarde: BOCA FLEXIBLE, ÁVIDA

Cumplo a mediodía
con el buen precepto de oír misa entera
los domingos, y a estas misas cenitales
concurres tú, agudo perfil; cabellera
tormentosa, nuca morena, ojos fijos;
boca flexible, ávida de lo concienzudo,
hecha para dar los besos prolijos
y articular la sílaba lenta
de un minucioso idilio, y también
para persuadir a un agonizante
a que diga amén.

Figura cortante y esbelta, escapada
de una asamblea de oblongos vitrales
o de la redoma de un alquimista:
ignoras que en estas misas cenitales,
al ver, con zozobra,
tus ojos nublados en una secuencia
de Evangelio, estuve cerca de tu llanto
con una solícita condescendencia;
y tampoco sabes que eres un peligro
armonioso para mi filosofía
petulante... Como los dedos rosados
de un párvulo para la torre baldía
de naipes o dados.

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Ramón López Velarde: EL CAMPANERO

Me contó el campanero esta mañana
que el año viene mal para los trigos.
Que Juan es novio de una prima hermana
rica y hermosa. Que murió Susana.
El campanero y yo somos amigos.

Me narró amores de sus juventudes
y con su voz cascada de hombre fuerte,
al ver pasar los negros ataúdes
me hizo la narración de mil virtudes
y hablamos de la vida y de la muerte.

- ¿Y su boda, señor?
- Cállate, anciano.
- ¿Será para el invierno?
- Para entonces,
y si vives, aún cuando su mano
me dé la Muerte, campanero hermano,
haz doblar por mi ánima tus bronces.

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Ramón López Velarde: LA CANCIÓN DEL HASTÍO

Si vieras, amiga,
qué espacio transcurre mi lenta existencia
la marcha inmutable del tiempo fatiga
mi añeja dolencia;
mis torvos fastidios apenas mitiga
la gloria que llevo:
tu amor siempre nuevo,
tu afecto sencillo...
Y todas las noches mi dulce reclamo
escucha en tus rejas el viejo estribillo:
- ¿Me quieres?
- ¡Te amo!

Monótona corre mi vida, bien mío;
sus páginas tristes me dicta el hastío.
Los días son iguales
como ondulaciones
que van de los lagos sobre los cristales.
Prende la mañana
sus fulguraciones
sobre la sabana.
Y al morir el día
asoma la noche sus negros capuces
por la serranía,
y con sus arenas refleja el desierto
las últimas luces
del astro ya muerto.
En vanas quimeras
consumo mis días;
tus horas que mueren pasan cual viajeras,
con ellas las mías
y ante tu ventura
te digo muy quedo
que a veces hastiado medito con miedo,
cariñosa hermana,
en el día sombrío,
en las inclemencias del invierno frío
que en tus bucles deje la primera cana.

Tus páginas tristes me dicta el hastío...
mis sueños
pequeños,
mi vida
escondida;
y noche por noche con suave reposo
llegando a tu reja
te digo amoroso
la frase de antaño, la cláusula vieja.

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