Poemas de Rafael Morales para leer.
Sobre el poeta Rafael Morales [occultar]
Uno de sus poemas más conocidos es "El toro", donde Morales personifica al animal, convirtiéndolo en símbolo de dignidad y sufrimiento.
Aunque menos citado que otros poetas del siglo XX, Morales dejó una huella singular en la poesía española. Su capacidad para elevar lo aparentemente insignificante a categoría artística sigue inspirando a nuevas generaciones.
Una mano de niebla temerosa
llega a tu corazón doliente y fría,
y aprieta lentamente, como haría
el aire más sereno con la rosa.
Su dulce sombra, mansa y silenciosa,
sube a tus ojos su melancolía,
apagando tu dura valentía
en la pálida arena rumorosa.
La dura pesadumbre de la espada
no permite siquiera tu mugido:
poderosa y tenaz está clavada.
Tú ves cerca de ti a quien te ha herido
y tiendes tu mirada sosegada
sin comprender, ¡oh toro!, cómo ha sido.
Qué soledad del cuerpo; qué soledad del alma;
qué vacío en los ojos; qué vacío en la sangre.
Nadie escucha su pena ni su cálido aliento,
rosa ardiente en el aire.
Sus bocas para el beso, rojas de amor se abren;
sus frentes buscan manos, amorosas caricias
de algún cielo distante.
Sus manos alzan dulces, llenas de sombra,
amantes;
las levantan temblando como tristes fantasmas,
amarillas de amor, rosas muertas, al aire;
rosas ciegas que buscan a través de su noche
la luz rosada y grande.
Alto vuelo de angustia, alta torre de sangre
levantan estos hombres hacia un cielo impasible
donde no habita nadie.
¡Ay, carne de destierro, ayer amante,
reseca carne vieja y apagada,
recuerdo ya del tiempo caminante,
desierto de ilusión, rama tronchada,
flor de la ausencia pálida y constante!
¿En dónde aquella luz de la mirada
escondió su fulgor y su hermosura?
Acaso boga ya, deshabitada,
por un cielo lejano, dulce y pura,
perdida, amor, herida y olvidada.
¡Ay, los pechos de nieve, casi vuelo,
de suave vientecillo y de manzana,
montecillos de amor, temblor de cielo!...
Como mis flores muertas en la vana
ausencia caen para buscar el suelo.
¿En dónde está la púrpura templada
de aquellos labios de mojado fuego?
Entró en ellos la noche despiadada
y todo lo dejó desierto y ciego,
todo destierro y sombra de la nada.
Para ti tuve sueños. Yo quería
darlos forma, color, límite exacto,
realidad absoluta, línea, tacto,
felicidad para entregarte un día.
Puse toda mi fe, la vida mía
en cada pensamiento, en cada acto,
y sin cejar y sin ningún retracto
firme seguí por si lo conseguía.
Y ya lo ves, mintió mi pensamiento
porque burla el destino a quien se empeña
en doblegar su mar, su rudo viento,
su pecho helado, su maciza peña.
Mas el amante corazón violento
aún sigue, esposa, firme en lo que sueña.
Estoy solo en el campo. El mundo está vacío
sin ti. Yo palpo, triste, la soledad del cielo...,
dejo mi alma lenta que se la lleve el río,
que un pájaro se lleve mi corazón en vuelo.
La soledad, la ausencia, concrétanse en la roca,
y el silencio se expande como niebla en mis venas;
el campo me parece la ofrenda de tu boca
y acaricio tu piel si toco las arenas.
Estoy solo en el campo, sin ti, de Talavera.
Oigo por este árbol crecer tu sangre amada,
subir hasta los cielos, colmar la primavera,
mientras me sienta ausencia, suspiro.,viento, nada.
Mi sangre se me puebla de un ardor inefable
y en las manos me laten incomprensibles pájaros,
altas nubes oscuras, atormentados mares,
cuando acerco a tus sienes rumorosas mis labios.
Todo mi ser se inunda de infinito y hondura,
me fundo con el cielo, con la luz, con los campos,
y las piedras inertes y el arroyo tranquilo
se me acercan y tiemblan, venturosos y humanos.
¿Qué misterio celeste entre tus venas fluye?
¿Qué Dios omnipotente me llama entre tus labios?
¿Qué mares increíbles me llevan poderosos
entre adelfas y estrellas, entre nubes y astros?
Arrebatado, enorme, como huracán perdido,
mi corazón se evade y va hacia ti sangrando.
¡Ay, corazón herido de pasión y locura,
pájaro sordo, inmenso, que va ciego volando!
Tu curva humilde, forma silenciosa,
le pone un triste anillo a la basura.
En ti se hizo redonda la ternura,
se hizo redonda, suave y dolorosa.
Cada cosa que encierras, cada cosa,
tuvo esplendor, acaso hasta hermosura.
Aquí de una naranja se aventura
su delicada cinta leve y rosa.
Aquí de una manzana verde y fría
un resto llora, zumo delicado
entre un polvo que nubla su agonía.
Oh, viejo cubo sucio y resignado:
desde tu corazón la pena envía
el llanto de lo humilde y lo olvidado.
Eres como la luz, muchacha mía,
dulcemente templada y transparente;
caricia toda tú, la piel te siente
con plenitud frutal de mediodía.
Eres la gloria tú que tiene el día,
el día tú creciéndome inocente
por este pecho, amor, por esta frente,
por esta sangre que la tuya guía.
Ay, terca luz, abrásame en tu cielo,
donde la maravilla me convoca
al gozo fugitivo de tu vuelo.
No me des tu calor como a la roca;
dame tu vida en él, que sólo anhelo
hallar a Dios en tu abrasada boca.
La tristeza es arena de desierto,
sombra de soledad, sombra del aire,
larga ausencia de Dios que nos circula
por el llanto olvidado de la sangre.
Todo está triste hoy y es un desierto
mi corazón, que apenas si es de alguien;
todo está triste, sí, todo está triste
en esta inmensa y desolada tarde.
Madera de ataúd es lo que crece
en esta primavera de los árboles,
mientras proyecta el cielo largamente
su soledad vastísima en mi carne,
en mi alma sin dueño, en esta pena
que me crece y me crece interminable.
Homenaje a Lope de Vega
En esta frente, Dios, en esta frente
hubo un clamor de sangre rumorosa,
y aquí, en esta oquedad, se abrió la rosa
de una fugaz mejilla adolescente.
Aquí, el pecho sutil dio su naciente
gracia de flor incierta y venturosa,
y aquí surgió la mano, deliciosa
primicia de este brazo inexistente.
Aquí el cuello de garza sostenía
la alada soledad de la cabeza,
y aquí el cabello undoso se vertía.
Y aquí en redonda y cálida pereza,
el cauce de la pierna se extendía
para hallar por el pie la ligereza.
Es hermoso este gato de color de paraguas
mojado por la lluvia.
Miro su desamparo en medio de la calle,
miro su islita negra de terror y de asombro.
Podría tocar la noche y su silencio
si acercase mi mano a su congoja,
sentir entre mis dedos la esperanza de alguien
o quizás a Dios mismo
clamando en este gato,
en este miedo oscuro,
en este gran olvido de los hombres.
Poemas cortosPoemas y poetas españoles
La tarde gris es un ensueño... Apenas
si se nota la brisa, si se siente
que llueve delicada, suavemente
sobre rosas, claveles y azucenas.
Qué tranquilo el ramaje, qué serenas
las nubes lentas, leves del poniente...
OH, caricia de Dios, tibia y silente,
derramada en el aire y en mis venas.
A ti te sueño, Concepción, te evoco
en esta tarde de templada calma,
donde faltan la luz y tu sonrisa,
y, en la dulzura de la tarde, toco
la pureza celeste de tu alma,
que llega con la lluvia y con la brisa.