Poemas de Paul Celan para leer.
Estamos próximos, Señor,
próximos y apresables.
Ya apresados, Señor,
uno en otro enzarzados, como
si la carne de cada uno de nosotros fuese
tu carne, Señor.
Ora, Señor,
invócanos,
estamos próximos.
Ladeados por el viento íbamos,
caminábamos para inclinarnos
sobre la zanja y la oquedad.
Al abrevadero íbamos, Señor.
Era sangre, era
lo que tú has derramado, Señor.
Brillaba.
Nos arrojó tu imagen a los ojos, Señor.
Los ojos y las bocas tan abiertos están, tan vacíos, Señor.
Hemos bebido, Señor,
la sangre con la imagen que en ella estaba, Señor.
Ora, Señor.
Estamos próximos.
Los soles del sueño ligero son azules como tu cabello una hora antes del amanecer.
También ellos crecen rápido como la hierba sobre la tumba de un pájaro.
También los enreda el juego que jugamos como ensueño en los barcos del placer.
En las rocas calcáreas del tiempo también los encuentran los puñales.
Los soles del sueño profundo son más azules: así fue tu cabellera sólo una vez.
Yo, viento nocturno, me demoraba en el seno venal de tu hermana.
Tu cabello colgaba en el árbol sobre nosotros, pero tú no estabas.
Nosotros éramos el mundo y tú eras un zarzal ante las puertas.
Los soles de la muerte son blancos como el cabello de nuestro hijo:
se elevó de las aguas cuando armaste una tienda en la duna.
Alzó sobre nosotros el cuchillo de la dicha con ojos apagados.
Con todos los pensamientos me fui
fuera del mundo: allí estabas tú,
mi sosegada, mi abierta, y-
nos recibiste.
¿Quién
dice que se nos murió todo
cuando se nos quebraron los ojos?
Todo despertó, todo comenzó.
Grande vino un sol flotando, radiantes
se le enfrentaron alma y alma, claras,
imperiosas le presilenciaron
su órbita.
Suve
se abrió tu seno, silente
subió un aliento al éter,
y lo que se hizo nube ¿no era,
no era forma y a partir de nosotros,
no era
tanto así como un nombre?
A la ceguera per-
suadidos ojos.
Su -«un
enigma es
manantía pureza»- su
recuerdo de
flotantes hölderlinianas torres en
un vuelo circular de gaviotas.
Visitas de carpinteros ahogados con
estas
sumergidas palabras:
Viniera,
viniera un hombre,
viniera un hombre al mundo, hoy, llevando
la luminosa barba de los
patriarcas: debería,
si de este tiempo
hablase, de-
bería
tan sólo balbucir y balbucir
continua, continua-
mente.
(«Pallaksch, Pallaksch.»)
Esa única
noche
de estrellas
propias.
Enhebrada de aliento de cenizas
hora va, hora viene,
por el sombreado de los párpados
de ojos cerrados de sueño,
reafilados
en almas
finas como flechas,
enmudecidas en la plática
con tartaleantes
carcajes con barbas
de algas aéreas.
Una colma
concha de luz pasa
por una conciencia.
Poemas cortosPoemas y poetas rumanos
Hay una hora que hace del polvo tu escolta,
de tu casa en Paris, lugar de sacrificio de tus manos,
de tu ojo negro, el más negro ojo.
Hay una estancia donde un tiro de caballos se detiene para tu corazóm.
Tu cabello quisiera ondear en el viento cuando te vas - eso le está prohibido.
Los que quedan y hacen signos de adiós no lo saben.