Poemas de Miguel Labordeta para leer.
Puesto que el joven azul
de la montaña ha muerto
es preciso partir.
Antes de ser golosamente asesinados
en los crepúsculos de la gran ciudad.
Antes de que las muchedumbres tristes de los metros
invadan el templo del Sol
definitivamente seducidas
por las noches de los trenes
es preciso marchar.
Desnudos y ásperos. Inigualables.
Y al partir preguntar por nosotros
indagar por nosotros
auscultar por nosotros
por nosotros mismos recordar
si tal vez se existió
y que una dulce soledad
nos responda en grave despedida.
Me registro los bolsillos desiertos
para saber dónde fueron aquellos sueños.
Invado las estancias vacías
para recoger mis palabras tan lejanamente idas.
Saqueo aparadores antiguos,
viejos zapatos, amarillentas fotografías tiernas,
estilográficas desusadas y textos desgajados del Bachillerato,
pero nadie me dice quién fui yo.
Aquellas canciones que tanto amaba
no me explican dónde fueron mis minutos,
y aunque torturo los espejos
con peinados de quince años,
con miradas podridas de cinco años
o quizá de muerto,
nadie, nadie me dice dónde estuvo mi voz
ni de qué sirvió mi fuerte sombra mía
esculpida en presurosos desayunos,
en jolgorios de aulas y pelotas de trapo,
mientras los otoños sedimentaban
de pálidas sangres
las bodegas del Ebro.
¿En qué escondidos armarios
guardan los subterráneos ángeles
nuestros restos de nieve nocturna atormentada?
¿Por qué vertientes terribles se despeñan
los corazones de los viejos relojes parados?
¿Dónde encontraremos todo aquello
que éramos en las tardes de los sábados,
cuando el violento secreto de la Vida
era tan sólo
una dulce campana enamorada?
Pues yo registro los bolsillos desiertos
y no encuentro ni un solo minuto mío,
ni una sola mirada en los espejos
que me diga quién fui yo.
sonámbulo siniestro y solitario
a través de una larga noche sin consuelo
van y vienen y van
los sucesos las olas los peces de tu alma
quién te dará su alivio
atormentada senectud en vilo?
quién
adónde
eres tú mismo?
llorabas al nacer
sentiste el frío del espacio
invisible el tiempo de los lémures
los terrestres soportes
imaginarios dones de tristeza
de combate de ardor
de muerte en suma
pero te irás un día
en un momento y qué?
qué has hecho?
vivir y eso qué es?
qué pretendes ser
en el universo y pico
del instante profundo
y sin memoria?
todo pasa y esto calma
volveremos quizá
quién sabe si hasta luego
quién sabe si hasta dónde
son las cenizas horas de tu llanto al nacer
pero al partir sonríe quedamente
en la penumbra querida criatura
despreciable y pequeña
podía haber sido
tenías que haber sido quizá
abrazo para siempre
jamás
en el olvido
hasta otra aurora