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Luzmaría Jiménez Faro

Poemas de Luzmaría Jiménez Faro para leer.

Luzmaría Jiménez Faro: De este talado tránsito

De este talado tránsito del que nunca podrás vol-
ver sobre tus huellas, lo verdadramente útil es el
tiempo. Tal vez nunca ha tenido buena prensa por
aquello de desgastar la piel y restar a los cuerpos el
sabor de las frutas, la miel y la armonía. Tal vez sea
posible que con las prisas llenándonos de acíbar, ol-
vidamos invitarle a café y darle ánimos porque es de
uso común y no cotiza en bolsa.

Si lo aceptas, y le hablas de ti, porque es tu sed su sed
y escribís juntos ese diario íntimo que no es cadena sino
ruta de la memoria adentro y no le humillas, ni le
deshabitas, pagará con largueza cuanto ansíes.

Yo ya le abrí la puerta de mi casa y le ofrecí la mece-
dora de mi madre.

Poemas y poetas españoles

Luzmaría Jiménez Faro: Fueron tus manos

Fueron tus manos tercas y
desnudas
las que me deshojaron.
Yo fui la eterna margarita
del sí y del no:
pétalo a pétalo
talada en tu cintura.
Toda ya cicatriz
abierta hacia la lluvia.

Poemas cortosPoemas y poetas españoles

Luzmaría Jiménez Faro: Y nos llegó la hora

Y nos llegó la hora de bailar. La música caía como
lluvia agitada y un mar en nuestros muslos acentuaba
el vértigo. Llegó la savia nueva con un ritmo de trópicos
y germinó en la piel. Olvidamos la sarga y la estameña
y nos cubrimos ágiles con la encendida pulpa del
tamarindo.

Poemas cortosPoemas y poetas españoles

Madrid era: Poema de Luzmaría Jiménez Faro en español fácil de leer

Luzmaría Jiménez Faro: La memoria es sólo un espejismo

Granos de arena. Travesía del polvo.
Piélago rendido a la distancia.
Vaharada de tiempo que sofoca
la ráfaga encendida.
Fiebre sedienta y ávida.
La memoria es sólo un espejismo.
No remuevas la arena.

Poemas cortosPoemas y poetas españoles

Luzmaría Jiménez Faro: Mujer sin alcuza

Esta mujer no avanza por la acera
de esta ciudad.
Esta mujer va por un campo yerto.
(Dámaso Alonso)

La mujer deja la alcuza sobre su soledad.
Observa
la ciudad nocturna con sus negras pupilas
donde habitan, furiosos, sólo pájaros ciegos.
Mira las luces de neón, su colorido
de acompasado parpadeo y respira
el turbio aroma de las calles flageladas de lluvia.
La mujer ha doblado su chal. De pie, junto al espejo
se coloca su nuevo vestuario de colores. Con sus manos
espectrales pone flores y plumas en su triste cabeza
carcomida de horas. Lentamente, en su rito, completa
su disfraz con guantes y zapatos de Dra. Queen.
No oye, no habla, no se ríe.
Desprende un viento frío de orfandades
y un hálito de flores derrotadas.
Esta mujer, viajera de lo inmóvil,
Jamás descansa en estación alguna.
Puede tardar, más llega a su destino,
a su espacio de tránsito, puntual y sedienta.
La mujer prepara su maleta:
para este nuevo viaje nada puede olvidar.
Como joyas maléficas va guardando cuidadosamente,
la coca, el éxtasis, el sida, la heroína.
Un nuevo álbum de fotos y una lista.
Esta mujer de paso leve y actitud sombría
irá hacia la noche
y entre una multitud ebria de luces y de sombras,
ebria de música, cumplirá cual verdugo su destino.

Poemas y poetas españoles

Luzmaría Jiménez Faro: Querida Olga: tu voz

Ódiame por piedad, yo te lo pido,
ódiame sin medida ni clemencia.
Odio quiero yo mejor que indiferencia,
porque solamente se odia lo querido.

Querida Olga: tu voz como una algaida contaminaba
nuestros corazones y tu boca nos invitaba al odio.
Desconocíamos esa feroz pasión multiplicada en
víboras porque era nuestro tiempo un sistema solar
para la vida. Palabra por palabra sobre la piel caía
como un sudario en llamas todo el odio. Todo el
odio que puede acumular aquel que ha sucumbido al
amor y al filo de su sueño se derrumba todo un vol-
cán de sangre. Pero tu voz seguía como un diluvio
ebrio golpeando los tapiales de nuestra adolescen-
cia...aunque no comprendíamos.

Después...odiar. Saber odiar ha sido tan simple y tan
normal como vivir, pues ya la vida como una vieja
puta nos enseñó a beber en los cálices negros el
zumo genital de los chacales. Mas como tú avisabas
había algo peor: la indiferencia. Ella es copa de
escarcha que la sangre agria y gota a gota va que-
mando el alma. Y borra la ternura y a la compren-
sión levanta oscuros muros y a la esperanza con obs-
tinadas sombras amuralla. Anega la inocencia de ce-
nagosas aguas, constriñe la alegría entre escombros
de pena. Y no hay cielo ni infierno, sólo cirios que
alumbran los despojos de los siete pecados capitales.

Poemas y poetas españoles

Luzmaría Jiménez Faro: Reloj

Reloj: no marques las horas
porque voy a enloquecer;
ella se irá para siempre
cuando amanezca otra vez.

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Luzmaría Jiménez Faro: En un salón de La Habana

Hay mujeres que empapadas en ron
hacen memoria de las cosas perdidas.
La lumbre de sus cuerpos,
el tibio don donde la fruta canta
y se desborda el júbilo,
es un manjar del trópico
para bocas de ortiga.
Mujeres dulces de trago desmedido.
Mujeres de voz clara y de resaca.
Color mulato de música habitado
y caderas ciñéndose al sonido.
Vosotras,
puro habano: humo que exhala
la Caridad del Cobre
os entregáis a Yemayá Olokun
para que nunca os falte
el pan de cada día.
Vosotras,
luz del Caribe, flor de la guayaba,
jineteras de luna sin pecado.
Aquí dejo memoria de vosotras.

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Luzmaría Jiménez Faro: Yo soy la amada

Yo soy la amada, amante, soy la amada:
voy andando las horas que separan
mi cuerpo de tu cuerpo
y restañando las frágiles heridas
de huellas que volaron con tu nombre.

Yo soy la amada, amante, soy la amada:
la que brotó salvaje entre tu trigo
y lo tiñó de púrpura,
la que sin darse cuenta
iluminó de pronto tu paisaje,
la que acudió a tu llanto
y en su aljibe
atesoró tus lágrimas.

Yo soy la amada, amante, soy la amada:
la que en silencio mira.
La que te espera.
La que teje sus sueños con tu vida.

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Luzmaría Jiménez Faro: Usted, el ángel de la muerte

Usted y yo tenemos una cita.
Sé que jamás se retrasó en la hora.
Tal vez pueda darme algo de tiempo
para mirar mi vida.
¿Podré volver la vista hasta mi patio?
Allí la madreselva era alegría,
su aroma rebalaba por los sueños
de mi sangre crecida.
Será muy puntual. Siempre lo ha sido.
Usted perdonará si me entretengo
y acaricio mis libros con ternura.
Comprenda usted ¡son tantas horas juntos!
que así, partir, tan fríamente,
no me parece bien. Se quedan solos...
Quiero que sepa que sé que ha de venir
para llevarme con usted,
y créame si le digo que estoy lista.
He tratado de aprovechar mi tiempo:
Amar. Vivir. Vivir y amar.
No puede imaginarse el equipaje
que llevo en la memoria...
Usted ¡qué culpa tiene!
Sólo es usted el ángel de la muerte,
y usted y yo tenemos una cita.

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