Temas Poetas

Luz Méndez De La Vega

Poemas de Luz Méndez De La Vega para leer.

Luz Méndez De La Vega: Anticipo

Porque eres viajero
mi amor siempre tiene
dolor de adioses.

Un día te irás.
Pasajero huésped,
te esconderán otras caras,
otros nombres
y otros brazos.

Una postal vendrá
desde remotos paisajes.
Retratos tuyos me traerán
un eco de tu mirada azul
que temblará en mis manos.

Te irás porque eres marino
perseguidor de horizontes
en tu alucinada brújula
de nortes imposibles.
Te irás y lo nuestro
será sueño y olvido.

Por eso
no me preguntes,
ahora,
por qué mi amor
siempre tiene
dolor de adioses...

Poemas y poetas guatemaltecos

Luz Méndez De La Vega: Barriletes

Alto y polícrono
gozoso y ágil,
diáfano y leve
incauto soñador
flotando lentamente
en dulce éxtasis
entre el frío
azul de noviembre
ingrávido y alto
o en rápido giro
sobre sí mismo
hacia arriba
siempre
hacia arriba
sobre claros
escalones de aire
imantado
de azules
profundidades
despreocupado
de la mano
que lo sujeta
y lo gobierna
hasta abatirlo
sobre la tierra
rompiendo
su mejor vuelo
Icaro atado
a un cordel invisible
loco de azules
y diáfanas claridades
de un golpe derribado
en su ciega ebriedad
inesperadamente
el barrilete:
sueño de mujer enamorada

Poemas y poetas guatemaltecos

Luz Méndez De La Vega: Beatus ille

Dichoso aquel
que en otro tiempo
encontraba:
la casa limpia,
la ropa planchada,
la mesa puesta,
los niños durmiendo,
y la mujer
a sus órdenes.

Así dirán,
mañana,
los hombres de hoy
cuando recuerden
estos días
de oficio sin sexo
que por siglos
eludieron,
calificándolos, astutos,
de 'femeninos'.

Y...es muy natural
que así se lamenten
como añoran hoy
quienes evocan
los felices tiempos
de un ayer de esclavos
sin sindicatos ni leyes
y sin derechos humanos.

Tiempos iguales
a los que hoy corren
tras las cerradas puertas
de nuestra intimidad,
como trabajadoras
de doble jornada
sin descanso y sin salario;
desterradas sexuales
de los altos sillones
del poder y la fama.

Poemas y poetas guatemaltecos

Luz Méndez De La Vega: Brujería inútil

Hoy hice la brujería
que me recomendó Marien:
«Para estar segura de olvidar,
-me dijo- la receta es estupenda,
al momento mismo
lo dejas de amar...'

Yo seguí la fórmula exacta,
paso a paso:
Con precaución vedada de ceremonia,
bajo la luna llena,
y en un sitio solitario,
a las doce en punto de la noche,
di fuego a un mechón de tus cabellos,
diciendo: '¡Vete! ¡Vete de mí,
maligno amor que me hieres!'

Y, al instante, la brujería rompí
y me quemé las manos
sacando de las llamas
el trozo medio encendido
del mechón de tus cabellos.

De todos modos ¡Bien sabía!
que era inútil la brujería
del consejo de Marien;
porque a un amor
como el tuyo y el mío
ni brujos ni diablos
ni psiquiatras
pueden ¡tan fácilmente!
borrarlo.

Poemas y poetas guatemaltecos

Luz Méndez De La Vega: Cabellos largos (Carta a Schopenhauer)

Querido mío, Schopenhauer:
Ya no importa nada
el candente sello
con que nos marcaste el anca,
porque, hoy día, las mujeres
tenemos los cabellos
largos o cortos
y las ideas, quizás,
más largas que las tuyas.

Sin duda, yo comparto,
mi querido Schopenhauer,
mucho de lo que tú, sabio,
acuñaste como verdades dogmáticas,
y lo que es más, las uso
-con maestria de ti aprendida-
para demostrar lo contrario,
o sea: que animales de cabellos
cortos han tenido , también,
cortas las ideas,
que pontifican irónicos
contra nosotras las mujeres.

Porque, ahora,
maestro insigne Schopenahauer,
si pudieras enterarte,
te sorprendería saber
que a nuestros largos cabellos
-al perfumarlos- anudamos
ingeniosas frases contra ti
y los jerarcas del sexo que
valoran más su corto pene
que todas las ideas,
-cortas o largas-
que les crecen
en sus calvas cabezas.

Poemas y poetas guatemaltecos

Luz Méndez De La Vega: Catástrofe en la cocina

El silbato de las hirvientes jarrillas
rompe el silencio oloroso a cebolla
en las limpias y pacíficas cocinas
que se llenan de su música arcaica
de viejo ferrocarril en miniatura.

Las jarrillas de silbato
han sido hechas para aquellos
que olvidan siempre
apagar la hornilla, como yo,
para preocupación tuya.

Hoy, estrené la jarrilla
esmaltada de rojo y asa negra
que confiados compramos ayer
para evitar catástrofes frecuentes
por mis constantes olvidos.

Al principio fue sólo su «gor-gor'
suave como ronronear de gato
el que cautivó embelesada.

luego, fue su agudo silbato
-imperioso y mágico-
el que hizo irrumpir en mi cocina
sobre los rieles del ensueño,
oloroso a caña y cintronela,
el verde campo de la costa
con sus sembrados de milpa y banano.

El paisaje parpadeó veloz
por las ventanillas
del ruidoso tren
de negra y humeante locomotora
que me llevó
-adolescente en vacaciones-
entre campanas, banderazos
y olor a petróleo
hasta la vieja estación
del pueblo de mi abuela.

Y así, sobre la locomotora
roja y negra de mis sueños
alucinada por el silbato
de mi nueva jarrilla
me olvidé, otra vez,
-para desesperación tuya-
de apagar la hornilla.

Poemas y poetas guatemaltecos

Luz Méndez De La Vega: Darwiniana I

Nací apenas ayer,
con mi ombligo animal
raíz de carne
que aún busca
su placenta
entre agua y tierra.

Principio y fin
de otro
soy.
Nada entre nadas.
Vago perfil
que esconde
entre las sombras
la escamada cola
del saurio.

Mínima historia fetal
con el peso cósmico
a la espalda, y
la bíblica maldición
en la cabeza.
Tú y yo...
lo mismo todos
arcángeles intermedios
con la tremenda nostalgia
de nuestra pelambre
de simios.

Poemas y poetas guatemaltecos

Luz Méndez De La Vega: Dido a Virgilio

A Isabel Garma

Habías de venir, tú,
Virgilio,
fabulador poeta,
orgulloso romano,
a saltarte tres siglos
entre Troya mi reino,
para hacer que Eneas
naufragara en mi playa
e inventar ese amor
desdichado
que adorna tu Eneida.

Mentirosa historia,
lazo con que quisiste
unir al linaje de Venus
al vanaidoso Augusto
-tu Mecenas-
siete siglos después
cuando ya mi Cartago
yacía en cenizas.

Falsedad épica de poeta
ebrio de fama y aplauso,
fue cambiar mi bello gesto
de fiel reina suicida
que se arroja
a las llamas
para conservar intacto
su nupcial juramento,
por ese otro romántico
de tu inventada Dido,
que se mata en la hoguera,
loca de pasión y celos,
por el desprecio de Eneas.

Con eso, Virgilio,
no sólo me difamaste
por milenios,
sino que, además, heriste
a mi raza y a mi pueblo.

Sin embargo, poeta,
te perdono,
porque reconozco que,
pese a tantos inventos,
te debo
esa doble inmortalidad
que -a mi nombre-
dieron tus versos.

Poemas y poetas guatemaltecos

Luz Méndez De La Vega: La duda

Este herir y ser herida
este crear en zarza desmesurada,
este afilar las uñas en la sombra,
este clavar los dientes en los otros,
este encender venenos en las voces,
este enlodar los días claros,
y corromper las sombras,
este enturbiar el aire con blasfemias
y desgarrar la música con gritos,
este vivir y desvivirse,
este amar y desamar constante,
este odiar sin descanso y sin motivo,
esto, dime ¿Será estar vivos?

Poemas cortosPoemas y poetas guatemaltecos

Luz Méndez De La Vega: Edipo

A Johanna Godoy

Cegué mis ojos, Yocasta,
para no ver
otra cosa que a ti,
amada y retenida
en mis pupilas.
Para contemplarte siempre
irremplazable.
Mía, en otra realidad
mejor que la verdad
destrozadora del sueño.

Cegué mis ojos, Yocasta,
para sentirte viva,
acariciándome en el aire
que roza mis mejilla y
se enreda en mi cabello,
como si fueran tus manos.

Nada me importa
no ver más la flor
ni el cielo azul
ni la luna y las estrellas
ni las ciudades bulliciosas
ni los rostros de mis hijos
si puedo verte fija
imagen permanente,
que no borra ninguna otra.

Entre la densa noche
de mis ojos ciegos,
puedo imaginar la luz
por el calor del sol
que cae
sobre mi piel que te añora,
y que sueña
que, en su ardiente contacto,
la besan tus labios.

Cegué mis ojos, Yocasta,
para eternizarte en ellos.
Amor
¡al que no renuncio
aunque tenga el Hades
por castigo!

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Luz Méndez De La Vega: Eros

Y...
quedaste únicamente tú,
implacable Amor,
cuando Dios se desmoronó
en mis manos
carcomido de silencio
e inalcanzable altura.

Tú y tu dulzor terrible.
Solos y únicos
a la hora pavorosa
de la cuenta estricta,
cuando todo se nos vuelve
mínimo y sin peso,
infinitamente oscuro.

Tú, Dios total,
poderoso y absoluto,
en el sitio preciso de la Nada;
sobre el desolado
territorio del alma,
entre cadáveres
de arcángeles tristes,
soñadores de intacto
fulgor de estrellas.

Tú ¡íngrimamente!
en el enorme vacío
sin palabras,
Y, aunque sólo seas
relámpago efímero,
salto voraz
sobre otro cuerpo
que hacemos
transitoriamente nuestro;
urgidos de anular el límite
de nuestra piel
y naufragar en otra
como en un mar
de oscuros éxtasis.

Tú y tu fugaz olvido
sobre la compartida almohada,
entre la tibia intimidad
de las sábanas,
bajo la noche espesa
de preguntas.
Tú, Rojo Dios,
que haces arder
carne, uñas, cabellos, dientes,

y...hasta el duro
glaciar
del corazón cansado
de triturar alas rotas
y el esqueleto amargo
de los sueños.

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Luz Méndez De La Vega: El gato negro

Ónix y jade.
Lagunas verdes
que fosforecen
en la sombra
del ébano arqueado.
Reposo de terciopelo.
Garra afilada
bajo la nocturna seda.
Elástico resorte
presto para el salto,
desde el perezoso desmayo
de la siesta ronroneante.

Igual que el gato
enroscado
en el sofá de raso
de la alcoba;
en silencio,
ovillado
sobre el tibio cojín
de mi carne,
inesperadamente,
ágil brinca
el deseo,
cuando más dormido parece.

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