Poemas de Luis López Anglada para leer.
Déjame que del tiempo de otro día
miré prados de amor, recuerde aroma,
y en el agua pasada la paloma
moje otra vez el alma en que bebía.
Que si ha ganado el tiempo la porfía
y ya la nieve por la sien asoma
fuego otra vez cada ceniza toma
y un campo de pasión hay todavía.
Déjame que confunda en tu cintura
lunas perdidas, que la luna nueva
no contó el tiempo ni perdió blancura.
Alma y cabellos el pasado nieva
pero la llama es fiel y a la ventura
hoy, como ayer, tu corazón me lleva.
Cuando en algún momento del viaje
viste un viñedo donde el sol cantaba
me pediste un racimo. Todo estaba
coronando a Septiembre en el paisaje.
Corté un racimo para ti y lo traje
tan maduro a tus labios que estallaba
como si el dulce zumo que sangraba
a tus labios rindiera un homenaje.
Nunca a más suavidad llevó el destino
lo que en las uvas iba para vino
y encontró en tu garganta su condena.
Y nunca ya mí corazón amante
volvió a encontrar, como en aquel instante
tan bello el hurto de la viña ajena...
Seguirá siendo el sol, cuando amanece,
hermosamente bello y cada día
la vida será buena todavía
cuando en cada rosal Mayo florece,
Seguirá el mar sereno cuando ofrece
a su virginidad la poesía
de la luna que al cielo desafía
cuando sobre las olas aparece.
Todo seguirá igual que cuando ella
con su callada vocación de estrella
inauguraba todo lo que existe.
Y todo estará igual; el sol, la rosa,
las estrellas, el mar, la luna hermosa;
sólo yo, para siempre, estaré triste...
Amarte en Gredos, en la roca, es darte
razón de eternidad. La tierra ama
como mi corazón y, roca o llama,
en fuego acabaré de eternizarte.
La soledad y tú me dáis la parte
que el alma necesita. El tiempo llama
con más dureza y, cada vez, reclama
lo que doy por salvarme y por salvarte.
Amarte aquí, en la inmóvil serranía
donde el mundo se acaba y todavía
no pisó el hombre, es redimir la tierra.
Es coronar el tiempo de futuro
y hacer de luz y fuego el trozo oscuro
de soledad que somos yo y la Sierra.
Te sigo, amor; herido en tus colmenas
tengo mi corazón sin esperanza.
Sé que eres fuego y siento cómo avanza
tu posesión de llamas por mis venas.
Sé que eres hierro, amor, y me encadenas
sellando de agonías tu alianza.
Sé que eres sed y siento cómo avanza
mi corazón y de avidez lo llenas.
Herido estoy, amor; certeramente
sigo tu luz o sigo tu amargura
sin comprender mi corazón siquiera.
Sólo sé que te sigo ciegamente
y es posesión de cielos mi ventura
y claridad de gloria mi ceguera.
Como mi corazón es este cero
de todos los caminos y del tuyo.
Cuanto de mí comienza en ti concluyo.
De solo a Sol basta una letra, pero
también para morir basta un murmullo
de soledad. A tus caminos huyo.
Pero si nada vale a tu distancia
mi continuo nacer a esta fragancia
de ir entre rosas a buscarte y verte,
desengaña a mi amor recién nacido
y déjame en la nada confundido
de una quietud más dura que la muerte.
Poemas cortosPoemas y poetas españoles
Tal vez, cuando después de haber vivido
llegue un amanecer a despertarme
les diga a los que puedan escucharme:
¡Qué sueño tan extraño el que he tenido!.
Porque, efectivamente, si no ha sido
mas que un sueño la vida, al acordarme
de todo lo que vino a enamorarme
tendré que darlo todo por perdido.
Tanto peregrinar, tantos sucesos,
tanto cambiar las penas por los besos,
tanto opinar y tanto desengaño,
cuando, de pronto, acabe con la muerte,
con el que al otro lado me despierte
comentaré: ¡Que sueño tan extraño!
Iniciales de amor en la madera
vino a grabar la mano bordadora.
Fue lino el tronco, bastidor la aurora
y testigo la blanca primavera.
Bordado amor quedó y eterno fuera
sin la mano del tiempo, leñadora,
que en seca savia y a cercén ahora,
con filo poderoso lo partiera.
¡Oh, frágil tiempo, tronco, blanca mano!
¿Por qué grabar amor en ramas tiernas,
muerto despojo ya de vendavales?
Aquí tenéis mi corazón humano.
Venídmelo a grabar y tendrá eternas,
con heridas de amor, las iniciales.