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Luis Gonzaga Urbina

Poemas de Luis Gonzaga Urbina para leer.

Luis Gonzaga Urbina: LUBRICA NOX

Miré, airado, tus ojos, cual mira agua un sediento
mordí tus labios como muerde un reptil la flor;
posé mi boca inquieta, como un pájaro hambriento,
en tus desnudas fromas ya trémulas de amor.

Cruel fue mi caricia como un remordimiento;
y un placer amargo, con mezcla de dolor,
se deshacía en ansias de muerte y de tormento,
en frenesí morboso de angustias y de furor.

Faunesa, tus espasmos fueron una agonía.
¡Qué hermosa estabas ebria de deseo, y que mía
fue tu carne de mármol luminoso y sensual!

Después, sobre mi pecho, tranquila te dormiste
como una dulce niña, graciosamente triste,
que sueña ¡sobre el tibio regazo maternal!

Poemas y poetas mexicanos

Luis Gonzaga Urbina: Madrigal

Déjame amar tus claros ojos. Tienen
lejanías sin fin, de mar y cielo,
y sus fulgores apacibles vienen
hasta mi corazón como un consuelo.

Deja que con tus ojos, se iluminen
mis viejas sombras y se vuelvan flores;
deja que con tus ojos se fascinen,
como aves de leyenda, mis dolores.

Que vea en ellos astros errabundos,
que en ellos sueñe inexplorados mundos
que en ellos bañe mi melancolía...
Son tristes, luminosos y profundos,
como puestas de sol, amada mía.....

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Luis Gonzaga Urbina: Mañana de sol

Palpitan, como alas de pájaros en fuga,
las velas que sacude la brisa matinal,
y el aire, a flor de onda, menudamente arruga
la seda azul, tramada de estambres de cristal.

De la dorada costa la placidez subyuga,
y tiene el viento puro delicadeza tal,
que al refrescarme el rostro, parece que me enjuga
las lágrimas pueriles, el beso maternal.

Una bandada de aves por los espacios sube;
decora la brillante blancura de la nube
y mancha el inviolado zafir de la extensión .

Y en la solemne calma de estas horas divinas,
esparcen a lo lejos, dos voces femeninas,
quién sabe qué ternura que moja el corazón...

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Luis Gonzaga Urbina: METAMORFOSIS

Era un cautivo beso enamorado
de una mano de nieve, que tenía
la apariencia de un lirio desmayado
y el palpitar de un ave en la agonía.
Y sucedió que un día,
aquella mano suave
de palidez de cirio,
de languidez de lirio,
de palpitar de ave,
se acercó tanto a la prisión del beso,
que ya no pudo más el pobre preso
y se escapó; mas, con voluble giro,
huyó la mano hasta el confín lejano,
y el beso que volaba tras la mano,
rompiendo el aire, se volvió suspiro.

Poemas cortosPoemas y poetas mexicanos

Luis Gonzaga Urbina: Nocturno sensual

Yo estaba entre tus brazos. y repentinamente,
no sé cómo, en un ángulo de la alcoba sombría,
el aire se hizo cuerpo, tomó forma doliente,
y era como un callado fantasma que veía.

Veía, entre el desorden del lecho, la blancura
de tu busto marmóreo, descubierto a pedazos;
y tus ojos febriles, y tu fuerte y obscura
cabellera... y veía que yo estaba en tus brazos.

En el fondo del muro, la humeante bujía,
trazando los perfiles de una estampa dantesca,
nimbaba por instantes con su azul agonía
un viejo reloj, como una ancha faz grotesca.

Con un miedo de niño me incorporé. Ninguna
vez, sentí más silencio que en esa noche ingrata.
El balcón era un marco de reflejos de luna
que prendía en la sombra sus visiones de plata.

Temblé de ansia, de angustia, de sobrecogimiento;
y el pavor me hizo al punto comprender que salía
y se corporizaba mi propio pensamiento...
y era como un callado fantasma que veía.

Los ojos de mi alma se abrieron de repente
hacia el pasado, lleno de fútiles historias;
y entonces supe cómo tomó forma doliente
la más inmensamente triste de mis memorias.

¿Qué tienes? -me dijiste mirándome lasciva.
-¿Yo? Nada... y nos besamos.
Y así, en la noche incierta,
lloré, sobre la carne caliente de la viva,
con la obsesión helada del cuerpo de la muerta.

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Luis Gonzaga Urbina: NUESTRAS VIDAS SON LOS RÍOS

Yo tenía una sola ilusión: era un manso
pensamiento: el río que ve próximo el mar
y quisiera un instante convertirse en remanso
y dormir a la sombra de algún viejo palmar.

Y decía mi alma: turbia voy y me canso
de correr las llanuras y los diques saltar;
ya pasó la tormenta; necesito descanso,
ser azul como antes y, en voz baja cantar.

Y tenía una sola ilusión, tan serena
que curaba mis males y alegraba mi pena
con el claro reflejo de una lumbre de hogar.

Y la vida me dijo: ¡Alma ve turbia y sola,
sin un lirio en la margen ni una estrella en la ola,
a correr las llanuras y perderte en el mar!

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Las perlas: Poema de Luis Gonzaga Urbina en español fácil de leer

Luis Gonzaga Urbina: Puesta de sol

Y fueron de la tarde las claras agonías:
el sol, un gran escudo de bronce repujado,
hundiéndose en los frisos del colosal nublado,
dio formas y relieves a raras fantasías.

Mas de improviso, el orto lanzó de sus umbrías
fuertes y cenicientas masas, un haz dorado;
y el cielo, en un instante vivo y diafanizado,
se abrió en un prodigioso florón de pedrerías.

Los lilas del Ocaso se tornan oro mate;
pero aún conserva el agua su policroma veste:
-sutiles gasas cremas en brocatel granate-.

Hay una gran ternura recóndita y agreste;
y el lago, estremecido como una entraña, late
bajo la azul caricia del esplendor celeste.

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Luis Gonzaga Urbina: Redención

Te quiero porque en tu alma vive el germen
de ternura infinita,
como diáfana gota de rocío
sobre una flor marchita.

Te quiero porque he visto doblegarse
tu espléndida cabeza;
porque sé bien que en medio de la orgía
te invade la tristeza;

porque has pasado por la senda estrecha
en los grandes zarzales de la vida,
sin desgarrar tus blancas vestiduras,
sin hacerte una herida;

porque has ido pidiendo por el mundo,
con el candor de un niño,
a cada corazón a que has tocado,
un poco de cariño;

porque indica profundo sufrimiento
tu pálida mejilla;
porque en tus ojos que placer irradian
también el llanto brilla.

Te quiero. Nada importa que cansado
tu espíritu se aduerma;
yo lo habré de animar, yo daré aliento
a tu esperanza enferma.

¡Mariposa que fuiste entre las flores
dejando tus bellezas y tus galas,
yo volveré a poner el polvo de oro
sobre tus leves alas.

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Luis Gonzaga Urbina: El ruiseñor cantaba. La noche era divina

El ruiseñor cantaba. La noche era divina,
toda cendal de nieve, toda cristal azul;
y en el jardín de plata, la coruscante encina
alzaba entre la sombra su cúpula de luz.

El ruiseñor cantaba. Y en un ambiente extático
dormían las praderas. Cantaba el ruiseñor;
y el viento flebil, alitendido y aromático,
soplaba el adorable cantar, de flor en flor.

Y repintó las cumbres la aurora ardiente y flava,
y levantó la alondra su trino matinal,
y abrió su seno el día...y el ruiseñor cantaba
soñando en el nocturno misterio de cristal.

Vino la siesta cálida; la tarde pensativa
vino; la noche negra sus lumbres apagó,
y el ruiseñor cantaba, como si la votiva
lámpara de la luna colgase de un crespón.

Estío, otoño, invierno, primavera... Y el canto
surgía de las verdes entrañas del jardín,
alegre o melancólico -ora risa, ora llanto-
inacabable y único, magnífico y sin fin.

El ruiseñor se había vuelto loco; se había
embriagado de luna, de sueño y de pasión,
y ¡cantaba, cantaba...!

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Luis Gonzaga Urbina: Soneto

Beso tus ojos tristes como suele
sus reliquias besar, en tanto reza,
una anciana piadosa. Y tu cabeza
que a perfumadas liviandades huele,

beso, porque mi beso te consuele,
mi beso que es unción y que es tristeza,
mi beso que está limpio de impureza,
mi beso que no mancha y que no duele.

Yo bien sé que es romántica locura
besarte así, con beso que no alcanza
a encender la pasión sensual e impura;

mas gusto de juntar, en suave alianza,
mi aspiración de amor y de ternura
a tu ideal de ensueño y esperanza.

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Luis Gonzaga Urbina: Vespertina

Más, apóyate más, que sienta el peso
de tu brazo en el mío; estás cansada,
y se durmió en tu boca el postrer beso
y en tus pupilas la última mirada.

¡Qué fatiga tan dulce, la fatiga
que precede a los éxtasis; pereza
del cuerpo y del espíritu, que obliga
a mezclar el amor con la tristeza!

Se ve la luz. Y la Naturaleza
parece que nos dice: Soy amiga
de todos los que se aman; soy amparo.
Ya os di alcobas de flores, ya os di asilos
misteriosos, descansad tranquilos
en la estrellada sombra que os preparo.

¡Oh, buena amiga! -el alma de las cosas
sigue de nuestro espíritu las huellas-:
primero para amar nos diste rosas;
después, para soñar, nos das estrellas.

La luz se duerme en el zafir, lo mismo
que en los profundos ojos de mi amada;
pero queda un fulgor en el abismo
y un toque de pasión en la mirada.
¡Sutil y misterioso panteísmo!
...Más, apóyate más; vienes cansada...

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