Poemas de Luis de Camoes para leer.
Sobre el poeta Luis de Camoes [occultar]
Camões sigue siendo un símbolo de la literatura portuguesa, y su influencia perdura en poetas posteriores como Fernando Pessoa.
Alma mia gentil, que partiste
tan pronto de esta vida descontenta,
reposa allá en el Cielo eternamente,
y viva yo aquí en la tierra siempre triste.
Si allá en el asiento etéreo, en donde subiste,
memoria de esta vida se consiente,
no te olvides de aquel amor ardiente
que ya en los ojos míos tan puro viste.
Y si vieras que puede merecerte
alguna cosa el dolor que me quedó
del pesar, sin remedio, de perderte;
ruega a Dios que tus años recortó,
que tan pronto de aquí me lleve a verte,
cuán pronto de mis ojos te llevó.
Mote
Irme quiero, madre,
a aquella galera,
con el marinero
a ser marinera
Voltas
Madre, si me fuere,
do quiera que yo,
no lo quiero yo,
que el Amor lo quiere.
Aquel niño fiero
hace que me muera
por un marinero
a ser marinera.
Él, que todo lo puede,
madre, no podrá,
pues el alma va,
que el cuerpo se quede.
con él, por quien muero
voy, porque no muero
voy, porque no muera:
que si es marinero,
seré marinera.
Es tirana ley
del niño señor
que por un amor
se deseche un rey.
Pues desta manera
quiero irme, quiero,
por un marinero
a ser marinera.
Decid, ondas, ¿cuándo
vistes vos doncella,
siendo tierna y bella
andar navegando?
Mas ¿qué no se espera
daquel niño fiero?
Vea yo quien quiero:
sea marinera.
Mote
Ojos heridos me habéis,
acabad ya de matarme;
mas, muerto, volvé a mirarme,
porque me resucitéis.
Voltas
Pues me distes tal herida
con gana de darme muerte,
el morir me es dulce suerte,
pues con morir me dais vida.
Ojos, ¿qué os detenéis?
Acabad ya de matarme;
mas, muerto, volvé a mirarme,
porque me resucitéis.
Poemas cortosPoemas y poetas portugueses
«Enquanto quis Fortuna...»
Cuanto quiso Fortuna que tuviera
la esperanza de algún contentamiento
el regusto de un suave pensamiento
hízome que sus frutos describiera.
Mas, recelando amor que descubriera
secretos que causaran detrimento,
la mente oscureciome con tormento
para que sus engaños no dijera,
Vosotros los que Amor mantiene afectos
a su voltario giro, cuando en breve
libro viéredeis cosas tan extremas,
sabed que son verdades, no defectos;
y que tan solo si el Amor os mueve
habreis la comprensión de mis poemas.
Versión de Carlos López Narváez
«Pede o desejo...»
El deseo a pedir viene que os vea.
No sabe lo que pide; está ofuscado.
Tanto mi amor, Señora, es afinado,
que no es dable saber lo que desea.
Cosa no hay por mínima que sea
que no quiera tener perenne estado;
al deseo no urge lo deseado,
para que nunca falle su tarea.
Mas, este puro afecto en mí no medra;
y como es ley para la ruda piedra
buscar su centro por naturaleza,
lo mismo el pensamiento por la humana
parte que de mí toma, se avillana
para incurrir, Señora, en tal flaqueza.
Versión de Carlos López Narváez
«Tomou-me vossa vista...»
Donde las armas tuve más a mano
cautivo me tomó vuestra mirada:
que de buscar defensa a la emboscada
de vuestros ojos, el empeño es vano.
Para triunfo más pleno y soberano,
ver esperásteis mi razón armada;
inútil fue, pues cosa es demostrada:
contra el del Cielo no hay poder humano.
Pero, magüer os haya garantido
vuestro destino excelso esta victoria,
reparad que bien poco os ha servido:
Si en verdad Vos me hallasteis preparado,
Vos en vencerme a mí no lleváis gloria:
la llevo yo por ser de Vos vencido.
Versión de Carlos López Narváez
«Tanto de meu estado...»
De cómo estoy me hallo tan incierto
que en vivo ardor temblando estoy de frío;
sin causa alternamente lloro y río;
abarco el orbe pero nada advierto.
Es todo mi sentir un desconcierto;
un fuego el alma, la mirada un río;
de pronto espero, al punto desconfío;
ora divago, de repente acierto.
Estando en tierra al Cielo me levanto;
milenios son mis horas; ningún .día
he podido vivir sólo una hora.
¿Pregúntasme el por qué de este quebranto?
Responderlo no sé... Tal vez sería
sólo porque os miré, dulce Señora.
Versión de Carlos López Narváez
Mote
Irme quiero, madre,
a aquella galera,
con el marinero
a ser marinera.
Voltas
Madre, si me fuere,
do quiera yo,
no lo quiero yo,
que el Amor lo quiere.
Aquel niño fiero
hace que me muera
por un marinero
a ser marninera.
Él, que todo puede,
madre, no podrá,
pues el alma va,
que el cuerpo se quede.
Con él, por quien muero
voy, porque no muera:
que si es marinero,
seré marinera.
Es tirana ley
del niño señor
que por un amor
se deseche un rey.
Pues desta manera
quiero irme, quiero,
por un marinero
a ser marinera.
Decid, ondas,¿cuándo
vistes vos doncella,
siendo tierna y bella,
andar navegando?
Mas¿qué no se espera
daquel niño fiero?
Vea yo quien quiero:
sea marinera.
«Mais servira, se náo fóra
para tam largo amor tam curta a vida!»
Siete años de pastor Jacob servía
al padre de Raquel, serrana bella;
no pensaba en Labán, pensaba en ella,
ella era el premio que su afán quería.
Los días, esperando un solo día
pasaba, contentándose con vella;
pero Labán, con pérfida querella,
en lugar de Raquelle daba a Lía.
Al ver Jacob que sin razón le niega
Labán artero aquella prenda cara,
cual si no la tuviese merecida,
otros siete años a servir se entrega
diciendo: «¡Más sirviera, si bastara
a tan larga pasión tan corta vida!»
Versión de José Joaquín Casas
«Mudan-se os tempas...»
Mudan los tiempos y las voluntades;
se muda el ser, se muda la confianza;
el mundo se compone de mudanza
tomando siempre nuevas calidades.
De continuo miramos novedades
diferentes en todo a la esperanza;
del mal queda la pena en la membranza;
y del bien, si hubo alguno, las saudades.
Torna el tiempo a cubrir con verde manto
el valle en que la nieve relucía:
igual en mí se torna lloro el canto.
Y, salvo este mudar de cada día,
mudanza, hay otra de mayor espanto:
que no se muda ya como solía.
Mote
Ojos, herido me habéis,
acabad ya de matarme;
mas, muerto, volvé a mirarme,
porque me resuscitéis.
Voltas
Pues me disteis tal herida
con gana de darme muerte,
el morir me es dulce suerte,
pues con morir me dais vida.
Ojos ¿qué os detenéis?
Acabad ya de matarme;
mas, muerto, volvé a mirarme,
porque me resuscitéis.
La llaga, cierto, ya es mía,
aunque, ojos, vos no querráis;
mas si la muerte me dais,
el morir me es alegría.
Y así digo que acabéis,
oh ojos, ya de matarme;
mas, muerto, volvé a mirarme,
porque me resuscitéis.