Poemas de Luis Alberto Arellano para leer.
Nací a la orilla del desierto. Hijo de la sal y el vértigo, miembros anquilosados por la lengua de arena que nos forma. Somos todos prófugos del viento. Aquí ocurre que no hay agua, sino estéril sed y sonoro silencio. Ocurre que la falda de una mujer suda la materia de nuestros ruegos. No viene la sombra con su pálido insomnio, con su rosa fugitiva y los cristales enemigos del sueño.
Huimos como todos los que regresan. Más desviados pero más perdidos.
Poemas cortosPoemas y poetas mexicanos
Nada hay más obsceno que un enano
pintando siempre putas
Nada más terrible, una mujer sin miedo al abismo
o la insignificancia escurrida entre las piernas
tarde a tarde de un modo casi humano
Un listón ennegrecido cargando el muro
de una casa abandonada
La irrisoria manera de entregarte
en la alcoba de tu madre
Nosotros, primarios buscando refugio
a la batalla dentro de una fiesta a fin de año
Nada más siniestro, lamentable de veras
o tal vez el frío
en las manos del loco enardecido
que nos desnudaba para dormir
entre canciones de cuna
gritando por lo bajo
no pasa nada
no pasa nada
un disparo
qué desgracia
Habiendo comprado los bienes
que más excitaron su deseo
las mujeres de Argos
miraron con dulzura a los fenicios
quienes maquinaron y ejecutaron su rapto
Ío formó parte del botín en un puerto helénico
Los cretenses desembarcaron en Tiro con el fin
entre otros, de llevar consigo a Europa
a buen término en tierra griega
Tiempo después robaron a Medea de la mano de su padre
el rey de Colcos
Esto fue el inicio, y no otro
de las hostilidades entre los asiáticos
y el mundo occidental
A fe de los persas robar mujeres
es cosa que repugna a leyes de la justicia
pero tampoco hay mérito
tomar con tanto empeño la venganza por ellas
No hacer caso de las arrebatadas
es propio de gente cuerda y política
porque bien claro está que si ellas
no lo quisiesen de veras, nunca
hubieran sido robadas
Bien claro está.
Venir del barro y hacer del polvo un consejero. Que duerma tu cabeza alejada de los ventanales. Nunca dejar mayores huellas que la de tu sombra rozando el horizonte. Hacer de cuenta que la ruta nos es conocida y fingirle a todos el hábito de la memoria. Nunca, por ningún motivo, volver a dormir en el mismo puente, ni despertar entre la sonrisa de la misma cama. Nadar en contra de los peces. Venir del barro y ser una lluvia de polvo, mas polvo enamorado.