Poemas de Julia Prilutzky para leer.
Sobre el poeta Julia Prilutzky [occultar]
Julia Prilutzky, nacida en Buenos Aires en 1912, fue una poeta argentina cuya obra se caracterizó por su sensibilidad y su capacidad para transformar lo ordinario en algo extraordinario. Su poesía, marcada por un lenguaje sencillo pero profundo, exploraba temas como el amor, la soledad y la naturaleza, siempre con un toque de melancolía y nostalgia.
Prilutzky cultivó un estilo poético accesible pero lleno de matices. Sus versos, a menudo breves y concisos, lograban transmitir emociones complejas con una aparente simplicidad. Utilizaba imágenes cotidianas—como una taza de café, un jardín o un atardecer—para evocar reflexiones profundas sobre la condición humana. Su voz lírica era íntima, casi conversacional, lo que hacía que sus poemas resonaran con un público amplio.
Aunque no alcanzó la misma fama que otros poetas de su época, Julia Prilutzky fue reconocida por su habilidad para capturar la esencia de las pequeñas cosas. Su libro La mirada en el tiempo (1960) es considerado su obra más destacada, donde exploraba el paso del tiempo y la fugacidad de la vida. También incursionó en la literatura infantil, dejando un legado en ese género con obras como Canciones para niños.
Prilutzky mantuvo una estrecha amistad con otros escritores argentinos, como Jorge Luis Borges y Silvina Ocampo, quienes admiraron su trabajo. Su círculo intelectual la influenció, pero ella siempre mantuvo una voz propia. Su familia, especialmente su esposo y sus hijos, fueron pilares emocionales en su vida, reflejándose en poemas dedicados al hogar y los afectos simples.
Julia Prilutzky falleció en 2003, dejando atrás una obra que invita a detenerse y apreciar los detalles pequeños de la existencia. Su poesía enseña que la belleza no siempre está en lo grandioso, sino en lo que a menudo pasa desapercibido. Aunque su nombre no es tan conocido como el de otras figuras literarias, su trabajo sigue siendo un tesoro para quienes buscan poesía honesta y conmovedora.
NO AMARSE AHORA, PERO HABER AMADO
No amarse ahora, pero haber amado.
Y encontrarse otra vez... Recuerdo grave
como el de alguna flor de aroma suave
que se mustia en un libro ya olvidado.
Va surgiendo el recuerdo desvelado:
una palabra, un gesto... Es una clave
que nadie descifró, que nadie sabe;
recinto nuestro, cántico inviolado.
Estamos en silencio, frente a frente.
Y sin verte, yo sé que me has mirado
con no sé qué recuerdo transparente
en los ojos lejanos... No has cambiado.
Y es dulce estarse así, indolentemente,
pero no amarse ya. Haberse amado.
Está bien. Seré dulce y obediente
o lo pareceré. Te da lo mismo:
Necesita, de pronto, tu egoísmo
que yo me quede así, sumisamente,
Sin sufrir, sin dolor, sin aliciente,
sin pasiones al borde del abismo,
sin mucha fe ni un gran escepticismo,
sin recordar la esclusa ni el torrente.
Necesitas las llamas sin el fuego,
que el fuego del amor no sea un juego
y que esté el rayo aquí, sin la tormenta.
Quieres que espere así, sin esperarte,
que te adore también sin adorarte
y estar clavado en mi, sin que te sienta.
Dame tu brazo, amor, y caminemos,
dame tu mano y sírveme de guía.
Ya no quiero saber si es noche o día:
mis ojos están ciegos. Avancemos.
Dame tu estar, amor, en los extremos,
tu presencia y tu infiel sabiduría:
por los caminos de la sangre mía
ya no sé si es que vamos o volvemos.
Y no me digas nada. No es preciso.
Deja que vuelva al pórtico indeciso
desde donde no escucho ni presencio:
Todo fue dicho ya, tan a menudo,
que ahora tengo miedo, amor, y dudo
de aquello que está al borde del silencio.
Cómo decir, amor, en qué momento
te rompes dulcemente entre las manos,
sin quejas, sin recuerdos, sin arcanos
y tal vez sin temor ni sufrimiento.
Cómo volver a amar, qué sentimiento
de elementos divinos o profanos
puede reverdecer entre desganos,
en la etapa final del desaliento.
Pregunta al corazón por qué no cree,
pregúntale al mirar qué cosas lee,
pregunta al labio cruel por qué no besa,
y te dirán, sin duda, su fatiga
del amor fiel o la pasión mendiga,
su falta de esperanza o de sorpresa.
Cómo decir de pronto:
tómame entre las manos,
no me dejes caer. Te necesito:
Acepta este milagro.
Tenemos que aprender a no asombrarnos
de habernos encontrado,
de que la vida pueda estar de pronto
en el silencio o la mirada.
Tenemos que aprender a ser felices,
a no extrañarnos
de tener algo nuestro.
Tenemos que aprender a no temernos
y a no asustarnos
y a estar seguros.
Y a no causarnos daño.
Poemas cortosPoemas y poetas ucranianos
Un día te querré... Un día: ¿cuándo?
No lo sé, ni me importa, todavía.
Tan segura de amarte estoy, un día,
que ni anhelo ni busco, voy andando.
Mi mano que la espera va ahuecando
hoy reposa indolente, blanda y fría.
Un día te querrá... Hoy sólo ansía
encerrarse en la tuya, descansando.
Mi amor sabe aguardar. No es impaciente:
su deseo es arroyo, y no torrente
que hacia ti, con certeza, sigue andando.
Y una tarde cualquiera y diferente
me ha de dar a tu amor, serenamente.
Un día te amaré: ¿qué importa cuándo?
Tú duermes, ya lo sé.
Te estoy velando.
No importa que estés lejos,
que no escuche
tu cadencia en la sombra;
no importa que no pueda
pasar mi mano sobre tu cabeza,
tus sienes y tus hombros.
Yo estoy velando, siempre.
No importa que no pueda acurrucarme
para que tú me envuelvas sin saberlo,
para que tú me abraces sin sentirlo,
para que me retengas
mientras yo tiemblo y digo simplemente
palabras que no escuchas.
Yo puedo estar tan lejos
pero sigo velando cuando duermes.
Este miedo de ti, de mí... de todo,
miedo de lo sabido y lo entrevisto,
temor a lo esperado y lo imprevisto,
congoja ante la nube y ante el lodo.
Déjame estar. Así. ¿No te incomodo?...
Abajo ya es la noche, y hoy has visto
cómo acerca el temor: aún me resisto
pero me lleva a ti de extraño modo.
Déjate estar. No luches: está escrito.
Desde lejos nos llega, como un grito
o como un lerdo vértigo rugiente.
Me darás lo más dulce y más amargo:
una breve alegría, un llanto largo...
sé que voy al dolor. Inútilmente.
Gris y más gris. No estás, y yo estoy triste
De una tristeza apenas explicable
Con palabras, y de una imperturbable
Soledad, que por ti nace y existe.
Siempre de gris, mi corazón se viste:
Polvo y humo, ceniza abominable
Y la envolvente bruma irrenunciable
Que estaba ayer. Y hoy. Y que persiste.
Gris a mí alrededor. Contra mi mano
La nube espesa se va abriendo en vano
Porque el fuego que soy, no está encendido
Y hay niebla en lo que miro y lo que toco.
Ah, yo no sé... Tal vez te odio un poco
Porque está gris y llueve y no has venido.
Ni una palabra quedará, siquiera,
Amor que eras mi amor, que eras mi vida.
Ya no te digo adiós, ni hay despedida
Ni volveré a llorar por lo que fuera.
Dónde quedó el terror frente a la espera,
Dónde el pretexto fácil de la huida:
Estoy de pronto, como adormecida,
Brazos ausentes, párpados de cera.
Amor que eras mi amor, estas tan lejos
Que tu imagen se vela en los espejos
Y está la niebla donde había llamas.
Oigo que rondas pero no te veo,
Vuelvo a escuchar tu voz, pero no creo.
Ya no importa si estás ni si me llamas.