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Juan Pablo Riveros

Poemas de Juan Pablo Riveros para leer.

Juan Pablo Riveros: Antártica I

Al crepúsculo de la última edad de hielo
quise ir lejos de los límites,
y reunir la quietud,
lo pacífico
en la soledad de un tiempo inexpugnable.

Eso era.

Cogido por vientos contrarios,
necesité asilos
por ocasionales y precarios que ellos fuesen.
No era el polo,
el recorrido era lo importante.
Pues había ahí un frío, una huella,
una nieve tan inaccesible,
que esta pura gota de blancura
es un fragmento de aurora,
un trozo de oro azul
que cada día se desprende
de tu propia Antártica,
de tu continente,
de tu propia banquiza interior.

Hubo entonces,
en un extremo de la tierra,
un punto matemático en el centro de un mar vacío
y, en el otro,
Yo,
en medio de vendavales sin fin
y donde cada punto cardinal
se aniquilaba en un abismo.

Y hubo frío,
el frío más frío de la tierra.
Y una noche,
y una soledad hubo
que nadie
ni nada
pudo darle fin.

Así, lejos de la Distracción,
sucumbí al imperio del viento y de la noche
a la soberanía implacable del frío.
Y dependiendo sólo de mis leyes,
destruí todo puente con el mundo,
todo gesto, toda nave.

Se trataba, en verdad, de la respiración,
de la circulación planetaria del aire.

Meteorológicamente hablando,
al interior de la Antártica
latía un vacío silencioso,
y la celeste águila de la nieve
muda.

Poemas y poetas chilenos

Juan Pablo Riveros: Antártica II

Se trataba de invernar,
de pulsar las leyes del frío;
de escrutar la indigencia en la medianoche del mundo;
de buscar huellas de dioses
ahí donde la huella de las huellas
se ha perdido.

Se trataba de la compleja red de circunstancias
y menudos azares
que calibran la temperatura del Planeta,
mi temperatura,
nuestro propio clima interior.

Del enorme frío absorbido
en las grandes ciudades llenas de gente;
de la simple soledad,
de la inmensa precariedad humana.

Había que acceder al umbral,
al Bósforo
entre la blancura de este mundo solitario
y aquel otro lleno del calor de las aldeas.

En el fondo,
como un barco que bornea una bahía lejana,
como un astronauta atado a su cápsula en Plutón,
se trataba de mirar
el vasto paisaje nevado de multitudes solas;
de balidos solitarios,
de vislumbrar sus leyes.

Porque aquí,
en lo frío, en lo inhóspito
se adoptan las grandes decisiones planetarias;
la estructura de la tibieza,
la llama del brasero en las aldeas,
el juego en las fiestas del denario,
la estructura del abrazo, del beso,
de la lámpara
que apenas pudisteis apagar.

De titilar
a la intemperie
en los océanos,
se trataba.

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Juan Pablo Riveros: Anthem

Bendíceme, Madre,
azulada nieve de cada día.

Amanéceme
y fecunda el olvidado dintel de la ventana
de este mundo.

Y junto al fuego frío,
bendice este incendio infinito.

Poemas cortosPoemas y poetas chilenos

Juan Pablo Riveros: Génesis

En el principio
fue la luz o el hielo.

Sólo después amaneció la nieve.

Y durante millares de años,
sin prisa,
con controlada paciencia.
Como acogemos a un ser
largamente esperado,
un copo de nieve
hospedó a otro.

Sin osos, sin ártico,
y rodeada sólo por sus Grandes Océanos,
emergió la Blancura.

Como si la vía láctea hubiera caído al mar,
hubiera caído de bruces a tierra.

Poemas cortosPoemas y poetas chilenos

Juan Pablo Riveros: Huertos

La infinita descomposición de la luz
en la cristalería del hielo.
Barcos cargados de arcoiris
y navegaciones
en las que cualquier oro era nada.

Como esas rorantes matas de zarzaparrilla
con sus rútilas gotas de sangre
sobre la nieve más sana,
más pura,
en el último rincón
de la huerta más austral del universo.

Poemas cortosPoemas y poetas chilenos

Juan Pablo Riveros: Interrogaciones

¿Que el universo no sería infinito?
¿Termina el infinito?
¿Y la gravedad de todas las masas
también es infinita ?

¿El cielo ardería en infinita luz ?

Pero,
¿Es mar allá ?
¿Un acuario de peces,
de ballenas, y medusas ángeles ?

¿Todo lo engendra la discordia, Heráclito?

Esto,
¿sólo vibraciones de lo originario?
¿un paso,
una angostura para retornar acá ?

¿Sólo al Gran Vacío
es este viaje?
¿una distorsión del continuo espaciotiempo,
un gran círculo cósmico
de 200 mil millones de años luz?

¿Un fuego,
un hielo de Dios ?

¿Cambiando descansa el fuego, Heráclito?

¿Al cabo de cuántos finales de mundo
conversaremos ?

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Juan Pablo Riveros: Nieve IX

La nieve con su frágil geografía,
sus suaves formas
y sus terribles miradas mitológicas.
Con sus estalactitas de aliento congelado,
sus cuernos, sus fauces,
sus barbas de chivo trágico
y sus alas de ávido halcón helado.

Es la nieve sobre los vastos desiertos
de las cacerías y hogueras contemporáneas.
La nieve con sus formas ofidias,
su caligrafía de estrellas,
sus divinidades egipcias,
sus babilónicos templos.

Y esa galería de nevazones prehistóricas
en las finas gargantas de estalagmitas oscuras.
Nieve de las Furias, del anhelo,
del encarnado arrepentimiento.

Vastas marejadas de sastrugis,
como jauría de perros gélidos
sorprendidos en medio de sus ladridos,
en medio de sus hambres.
La nieve con sus manadas de orangutanes blancos
en la soledad de los tiempos,
husmeando el primer paso,
la primera lágrima aterida.

Es la nieve de la Tribu Humana,
la memoria congelada de la historia
sobre todos los campamentos del mundo.

Desde la Gran Barrera,
una camada de leones blancos
otea Occidente.

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Juan Pablo Riveros: Noche Polar II

La noche,
como finísimo granado,
madura en la lejana nieve azul.

Como niña perdida en los parques,
la noche canta con sus marineros a bordo del mundo.

Y un enigma de astros
corea la arquitectura sideral.

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Noche primera: Poema de Juan Pablo Riveros en español fácil de leer

Juan Pablo Riveros: Perros del campamento Edén

Como los alacalufes ya no cazan,
los perros inseparables trabajadores
en la captura de la nutria- participan
de la miseria general. ¡Polícía de aseo
de los excrementos!

No tardan en morir de inanición.
Tristísimo verlos agonizando
en el barro; pelados, descarnados,
despedazados vivos por sus congéneres.

Útiles en la noche, ovíllanse entre sus amos
manteniendo el calor. Toalla en el día,
y, a veces, pañuelo.

Los perros del campamento Edén
participan de la miseria y deterioro
generales.

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Juan Pablo Riveros: Shukaku II

Ni dalias, ni cactus,
ni avellanos. Ni el aroma del ciprés.
Tampoco la frescura del álamo.

Sólo
silbos de pájaros cordiales, alturas
vegetales que oran en silencio
y huellas de seres distantes como
barcos.

Ahí, padres,
hubo la aritmética del mar,
la astrología del miedo
y bramidos de guerra en la telegrafía
irremediable de la noche.

Un faro baliza
el regreso imposible del yagán.

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Juan Pablo Riveros: Watauinewa, El Archiviejo

Cuando terminó su prédica John
Lawrence, vino a mí una yámana
y me habló:

Todo esto
ya nos lo había dicho Watauinewa Sef,
El Eterno en el Espacio de Arriba.
Él observa nuestros actos:
Que cada cual trabaje con esmero,
que nadie robe al otro,
que cada uno se conduzca
como es la buena costumbre de los yámanas.

Al partir de cacería pedimos:
A nosotros ser propicios hoy, Hidabuan.

Y si alguna desgracia nos sorprende, si
algún alma vuela lejos sobre el mar,
increpamos al Gran Asesino Allá Arriba:
Tú nos lo quitaste. Entonces Tú, Arriba,
Wollapatuch, ¡Sostén a nuestros hijos, mío
Padre: Tú cruel!

Cuando terminó su prédica John
Lawrence, vino a mí una yámana
y dijo:

Sé bueno con nosotros, Padre
mío: salva nuestra canoa.

Estamos muy contentos hoy, con nuestro
padre, agregó.

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