España: 1754-1817
Poemas de Juan Meléndez Valdés para leer.
Suelta mi palomita pequeñuela,
y déjamela libre, ladrón fiero;
suéltamela, pues ves cuánto la quiero,
y mi dolor con ella se consuela.
Tú allá me la entretienes con cautela;
dos noches no ha venido, aunque la espero.
¡Ay!, si esta se detiene, cierto muero;
suéltala, ¡oh crudo!, y tú verás cuál vuela.
Si señas quieres, el color de nieve,
manchadas las alitas, amorosa
la vista, y el arrullo soberano,
lumbroso el cuello, y el piquito breve...
mas suéltala y verásla bulliciosa
cuál viene y pica de mi palma el grano.
No en vano, desdeñosa, su luz pura
Ha el cielo a tus ojuelos trasladado,
Y ornó de oro el cabello ensortijado,
Y dio a tu frente gracia. y hermosura.
Esa encendida boca con ternura
Suspirará: tu seno regalado
De blando fuego bullirá agitado,
Y el rostro volverás con más dulzura.
Tirsi, el felice Tirsi tus favores
Cogerá, altiva Clori, su deseo
Coronando en el tálamo dichoso,
Los Cupidillos verterán mil flores,
Llamando en suaves himnos a Himeneo,
Y Amor su beso le dará gozoso.
Tus lindos ojuelos
me matan de amor.
Ora vagos giren,
o párense atentos,
o miren exentos,
o lánguidos miren,
o injustos se aíren,
culpando mi ardor,
tus lindos ojuelos
me matan de amor.
Si al final del día
emulando ardientes,
alientan clementes
la esperanza mía,
y en su halago fía
mi crédulo eror,
tus lindos ojuelos
me matan de amor.
Si evitan arteros
encontrar los míos,
sus falsos desvíos
me son lisonjeros.
Negándome fieros
su dulce favor,
tus lindos ojuelos
me matan de amor.
Los cierras burlando,
y ya no hay amores,
sus flechas y ardores
tu juego apagando;
Yo entonces temblando
clamo en tanto horror:
«¡Tus lindos ojuelos
me matan de amor!».
Los abres riente,
y el Amor renace
y en gozar se place
de su nuevo oriente,
cantando demente
yo al ver su fulgor:
«¡Tus lindos ojuelos
me matan de amor!».
Tórnalos, te ruego,
niña, hacia otro lado,
que casi he cegado
de mirar su fuego.
¡Ay! tórnalos luego,
no con más rigor
tus lindos ojuelos
me maten de amor.