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Juan Domingo Argüelles

Juan Domingo Argüelles

Poemas de Juan Domingo Argüelles para leer.

Avenida Héroes: Poema de Juan Domingo Argüelles en español fácil de leer

Cuaderno de bitácora: Poema de Juan Domingo Argüelles en español fácil de leer

Juan Domingo Argüelles: Entrada en materia

Al mar dije que no.
Dije también ya no más cielo,
ya no más canto al manantial
ni al eco grácil y purísimo
de sus aguas que bajan
de la más alta inmensidad.
Ahora solamente nombraré la desgracia,
dije y le puse nombre.
Para que arda más la herida
le puse sal y miel silvestre,
y que se escalde así el amor,
y que se escalde, así, mil veces.

Poemas cortosPoemas y poetas mexicanos

Juan Domingo Argüelles: Epitafio para Anaïs Nin

Dejo en su tumba unas cuantas palabras húmedas
y silenciosas como un gato.

Para la tumba de Anaïs Nin.
Para su pelo que nunca conocí
y sus muslos que un día fueron hermosos,
lo aseguro.

Para sus sueños donde solía hablar despacio
en lo redondo de una oreja,
cuando subía a la corola del amor para cortarle un pétalo.

Para su risa que aún me llama
con un gesto furtivo que no olvido
porque por esas rutas me perdí
arrellanado en la noche
cuando tenía quince años.

Para Anaïs Nin.

Para su tumba que parece un huerto.
A veces una flor entre el musgo negruzco se entreabre
con su color violeta
húmeda por un soplo de tibieza
cuando la vara del manzano le acaricia los labios.

Para Anaïs Nin.

Para la tumba de ese éxtasis
que me hizo morir alguna noche
para resucitarme en un instante.

Para la tumba de Anaïs Nin, un beso,
una puerta de amor no clausurada.

Un día nos veremos en el polvo.
Entonces ya verás
cómo no muere un muerto.

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Juan Domingo Argüelles: De éstos hablo

Mientras los buitres trazan círculos
alrededor del sol, como planetas,
los poetitas con sus versos
tiernas romanzas acompasan;
buscan el más elaborado de los silencios
y ordenan a sus tripas que no gruñan;
los buitres no quisieran
comer carne tan flaca,
tan desabrida como yeso,
tan poca cosa como un hueso
con una piel seca y sin brillo,
pero no hay nada bajo el cielo
para pegar el picotazo
sino estos pobres infelices
que gimen, muerden, se desgarran
pero no aflojan sus corbatas.

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Juan Domingo Argüelles: Al filo de su cuerpo

Para Rosy

Tiene el cabello negro
y los ojos que, desde ahora, son mis ojos.
Despierto y la contemplo,
o tal vez duermo y sueño
al filo de su cuerpo.

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Juan Domingo Argüelles: Al lector

Aquí están los rencores.
Los escribí pensando en ti.
Creí por un momento que eran flores
que amanecían en abril.
Pero al poner la mano me han herido,
¡puta, si me han herido!,
me han lastimado hasta sangrar,
hasta aullar de dolor,
hasta quejarme inmensamente
en la noche del lobo inconsolable
que abre sus fauces relucientes
como queriendo devorar
su propio corazón
lleno de amor.

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Juan Domingo Argüelles: Como el mar que regresa

I

El mar siempre regresa;
sus montañas saladas se alejan,
pero vuelven;
abren las cicatrices de la arena;
rebosan de infinito los ojos que lo miran.

El mar regresa siempre
porque siempre está solo;
vuelve a buscar las playas.
Regresa.
Sabe que te hallará
porque los que están solos
saben que alguien está siempre esperándolos.

II

El mar no acaba nunca de regresar;
apenas lo has mirado ya se ha ido;
apenas lo has perdido
y ya te encuentra.

Para decirle adiós
es necesario no irse nunca;
quedarse junto a él,
frente a frente y sin prisa,
pegar tus labios a su beso húmedo
y sentir que no hay tiempo,
que no hay lugar,
que no hay límites;
saberlo, y nada más,
como cuando se ama,
como se afirma uno al ser que ama,
como hace uno razón
la fe,
la dictadura
del amor.

III

En la tumba del mar crecen cofres cerrados,
botellas que nunca han sido abiertas,
canciones olvidadas,
elementos nocturnos que se han perdido.
El mar les da cobijo bajo su frágil cuerpo
y los pone a danzar en la noche
para que se enamoren.
Hay campanas también, nombres y huesos,
cartílagos que ya se disolvieron,
elementos del día,
material de los sueños.
Yo me pongo a soñar esta materia
para que cuando duerman mis hijos su alegría
vean lo que el amor ha conservado
más allá de la arena y de la ceniza.

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Juan Domingo Argüelles: En la ola más alta

Solamente la música,
la melodía que viene y va
como mi boca,
ávida,
de pezón en pezón,
de un monte a la otra cima;
solamente la música,
tu música,
me hace dormir,
feliz,
mece mi corazón
y lo estremece
y después lo serena
y lo detiene,
y lo quema
y lo apaga,
lo hace ceniza,
¡oh, Diosa!,
y luego le devuelve sangre joven
en la ola más alta
de la noche más alta.

Solamente la música,
tu música,
aprieta mi garganta
hasta la asfixia
con su mano que es garra
y luego leve
extensión de la espuma,
vellón de Venus.

Ésta es la poesía
y no palabras:
música para el alma
desde su primer día.

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Oración de la noche: Poema de Juan Domingo Argüelles en español fácil de leer

Juan Domingo Argüelles: Del origen

Tiembla el hielo del sol y la calle se llena
con su rojez. El aire se congela y es piedra.
En la mitad del día el corazón se agolpa
y la sangre levanta su torrente de espuma.
Caen, lentas, las nubes calcinadas
y comienzan a rodar en la vereda.
El mundo aquí es el principio del mundo,
joven aún es esta tierra en que nacimos,
este trozo de estrella que el agua amansa
para que los que llegan lo habiten sin rencor.

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Otra vez: Poema de Juan Domingo Argüelles en español fácil de leer

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