Temas Poetas

Juan Carlos Suñén

Poemas de Juan Carlos Suñén para leer.

Juan Carlos Suñén: Paso junto a la piedra

A veces pienso que podría arrancarme
esa marca de cuajo, echar la hueca
palabra al ascua de otra rancia escritura:

Paso junto a la piedra, como ese pájaro chino
que sólo entiende su mundo. En otro sueño

vienes a mí tocada únicamente
por una mano de loca.

Las estrellas brillaban como fulanas.

Si se cumpliera tu velo
encontraría una casa entre la vida y la muerte

La sucesión, tu lengua
sin motivo ni dulce. Lo aplacado
tan lejos ya de este techo
tenaz como un reloj.
Tu sacramento que hacía de lo incierto su oro
-en otro sueño. No caigo.
No es dolor. Es la música. No caigo.

Poemas y poetas españoles

Juan Carlos Suñén: Le pido al ángel

Le pido al ángel que te traiga aquí a rastras.
Quemo esa vela virgen.

La noche flota fuera
floja como un enfermo.
Las chicharras alisan el reposo, parece
como si hubiera esperanza.

Salgo aunque no sé adonde.
Llevo la boca llena de letanías.
Algún rostro está a punto
de aparecerse en el aire. La nostalgia
trae viva la saliva y el estómago ciego.

Mis manos, perdonadas, preguntan por tu cintura.
La noche tiene ese hueco.

Poemas cortosPoemas y poetas españoles

Juan Carlos Suñén: A pocos kilómetros

A pocos kilómetros
el autocar le deja donde la piedra se abre
al cielo. En lo más alto
de abajo, en lo más bajo
de arriba. Tanto cielo,
incomprensible desde la casa.

Allí comienza un breve
ascenso. Poseída
por la fronda y el musgo,
la ruina salva su belleza. Quiere
mirar con ojos ebrios
tanta serenidad. En lo que fuera
claustro (y taller) la inútil
arrogancia del gesto se detiene.

El tejo habla.
Y si el hombre
pudiera un voto sería
este que sabe ser inagotable
sin hacer daño, ser centro
y ser contorno bajo
la amenaza o promesa
de hacerse nuevo sin hacer acopio.

Canta
la abubilla su gesto sin dejarse ver
la duración exacta del presente.

Poemas y poetas españoles

Juan Carlos Suñén: Y los preceptos se desordenaban en nuestra boca

Y los preceptos se desordenaban en nuestra boca
para que el número no tuviese lugar,
Y allanaba las noches nuestra lengua (entrenada)
para estorbar la falsedad del número.

Pero fue condenado y orecido,
tasado en el quiosco de las anchas maneras,
visitado y mentido nuestro idioma.

Y la duda se interpuso entre nosotros como la certeza
se interpone entre los esposos.

Mas si hubiera ganado su secreto
la palabra esperada habría salido limpia
contra toda angostura. Habría sido
mudo reparto y sido
reparación. Habría
hecho de ese momento un canto de partir:
eso fue lo siguiente que perdimos.

Poemas y poetas españoles

Juan Carlos Suñén: Pues si ahora te dejara mi cansancio

Pues si ahora te dejara mi cansancio,
como el pájaro deja su vuelo a la corriente
del aire, ¿a cuántas, dime,
tendría que negar;

y en cuántas lenguas, dime, andaría a empujones; ardería
saliente en cuántas cepas, condenado por tantas
que lamieron tus culpas sin saber cosa alguna de lo que yo
expiaba?
¿Y cuántas brasas, dime, habré de desandar
para decir adiós sin menoscabo,
al nombre en que he venido
a ser entre los hombres?

Fuera de ti la tierra también bebe.

Poemas y poetas españoles

Juan Carlos Suñén: Y ella pulsa

Y ella pulsa,
pero al aire, su miedo:
se prueba en ese hombre
de mirada derecha.
Se desea apiadada entre las otras
imágenes, tenida,
solamente tenida, en esos ojos
que la inclinan, en esa
mano que acariciando el hule
la convoca.

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Juan Carlos Suñén: Y quien se rinde al sueño

Y quien se rinde al sueño
de luchar contra un ángel
¿cómo verá a los otros?,
¿con qué desenvoltura irá pagado
y andará descubierto entre los hombres
sin verdugo posible
ni horizonte bastante? ¿Y cómo luego
dormirá entre su amante y su tarea,
para volver mañana
a la soberbia de su acabamiento,
si en nadie se conoce,
si desconfía de su vaso claro
y se avergüenza de su sed oscura?

Poemas cortosPoemas y poetas españoles

Juan Carlos Suñén: La rosa se ha propuesto

La rosa se ha propuesto
ceder, su voluntad es esa sobre los tréboles.

Su voluntad es puro
sedimento, un dolor del que otro
no podría echar mano. El viento deja
quieto al milano y humo
dulce en los arañoles, trae del pueblo
olor a hoguera recién cortada.

El monte
es una mesa negra, casi humana,
para el festejo de la primavera.

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Juan Carlos Suñén: Siente la soledad del adversario

Siente la soledad del adversario
frente a su copa de coñac, su poco
de entereza (orgullosa
mentira) mientras mira la idiotez de la suerte
dispuesta en varios cofres
gigantes, cuando entra
su mujer: ¿Se ha dormido
la niña? Si volviera
pronto el mayor podrían
salir a tomar algo. Dame un poco
de masaje en los pies: estoy rendida.

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Juan Carlos Suñén: Esta sin arrogancia

Esta sin arrogancia
no ha reclamado nunca mi soledad vencida.
Ni esa que extraviada en los jardines puede olvidar el
sitio de cada mano,
ni la que demorándose en alcoholes
puede decir el sitio de cada beso.
Ni tan siquiera aquella que en su boca
es culpable no ya de lo que dice
sino de cuanto pasa en el lenguaje.
Ninguna ha reclamado mi soledad vencida.

Y en todas nos olvidaremos el uno al otro hasta el día
en que redimido cada árbol de cada bosque y ya
nadie se excluya en la inocencia
por fortunas peores;
porque ellas duermen todas sobre mi corazón como
sobre una barca y su sueño se hace para dulces anzuelos.

Pero sólo por una me daré la vuelta,
y me pondré a la fila de los hombres.

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Juan Carlos Suñén: Tan sólo unas semanas y algo hurga

Tan sólo unas semanas y algo hurga
sin pasado en la tierra,
solo y de buen humor en los pulgares
del domingo; aunque siga
volviéndose sin causa
cuando es la voz pequeña la que llama.

Bajo los soportales
las mujeres pasean con los hijos del año
de la sequía, se paran
para ofrecerlos aún no horripilados
a la mueca del hombre. Que hablaría
bajito, muy bajito,
en el dialecto del dolor; pero hace
sonar sus llaves.

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Juan Carlos Suñén: Uno se queda solo

Uno se queda solo
sin entrar en detalles.

Uno se queda a medias en su vaso de vino,
a medias en su pan. Y cómo puede
no volverse su embozo tan pesado,
tan gastado en el hombre, que alguien sepa
poner allí más verbo
que este que da comienzo a la altura del pomo,
este que se interroga
entre la voluntad y la añoranza.

Uno sale a la calle para probar sus dados
sobre la vieja manta de la noche.

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