Juan Bautista de Aguirre
Poemas de Juan Bautista de Aguirre para leer.
Sobre el poeta Juan Bautista de Aguirre [occultar]
El poeta que fusionó el barroco con la ilustración
Vida y contexto histórico
Juan Bautista de Aguirre (Daule, Ecuador, 1725 – Tívoli, Italia, 1786) fue un sacerdote jesuita y poeta cuya obra refleja la transición entre el barroco y las ideas ilustradas. Nació en el Virreinato de Nueva Granada (actual Ecuador) y, tras la expulsión de los jesuitas de América en 1767, se exilió en Italia, donde continuó su labor literaria y religiosa.
Obras más destacadas
Aguirre es reconocido por su poesía lírica y satírica, aunque su producción no fue extensa. Entre sus poemas más célebres destacan:
- "Carta a Lizardo": Una reflexión filosófica sobre la fugacidad de la vida, escrita en tono epistolar.
- "A la muerte de un pajarito": Un ejemplo de su estilo emotivo, donde combina lo cotidiano con lo metafísico.
- "Sátira a la vanidad de los cortesanos": Una crítica mordaz a la hipocresía social, influenciada por su formación jesuita.
Estilo literario
Su escritura se caracteriza por:
- Lenguaje culto pero accesible, con influencias del barroco hispanoamericano.
- Temas duales: lo religioso y lo mundano, lo serio y lo satírico.
- Uso de metáforas clásicas, aunque con un enfoque más racionalista, propio de la Ilustración.
Datos curiosos
- Fue uno de los primeros poetas en abordar temas científicos en sus versos, como la astronomía.
- A pesar de su exilio, nunca perdió su conexión con América, reflejada en alusiones a paisajes y costumbres de su tierra natal.
- Parte de su obra se conserva en manuscritos inéditos en archivos jesuitas de Italia.
Legado
Aunque menos conocido que otros poetas coloniales, Aguirre representa un puente entre dos épocas literarias. Su obra es estudiada en Ecuador como parte fundamental del patrimonio cultural del siglo XVIII.
Juan Bautista de Aguirre: A una rosa
En catre de esmeraldas nace altiva
la bella rosa, vanidad de Flora,
y cuando en perlas le bebió a la aurora
cobra en rubís del sol la luz activa.
De nacarado incendio es llama viva
que al prado ilustra en fe de que la adora;
la luz la enciende, el sol sus hojas dora
con bello nácar de que al fin la priva.
Rosas, escarmentad: no presurosas
anheléis a este ardor, que si autoriza,
aniquila también el sol, ¡oh rosas!
Naced y vivid lentas; no en la prisa
os consumáis, floridas mariposas,
que es anhelar arder, buscar ceniza.
De púrpura vestida ha madrugado
con presunción de sol al rosa bella,
siendo solo una luz, purpúrea huella
del matutino pie de astro nevado.
Más y más se enrojece con cuidado
de brillar más que la encendió su estrella,
y esto la eclipsa, sin ser ya centella
que golfo de la luz inundó al prado.
¿No te bastaba, oh rosa, tu hermosura?
Pague eclipsada, pues, tu gentileza
el mendigarle al sol la llama pura;
y escarmienta la humana en tu belleza,
que si el nativo resplandor se apura,
la que luz deslumbró para en pavesa.
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