Poemas de Josefina Plá para leer.
Sobre el poeta Josefina Plá [occultar]
Josefina Plá, una de las figuras más influyentes de la literatura paraguaya, dejó un legado imborrable con su obra poética, teatral y ensayística. Nacida en España en 1903 pero radicada en Paraguay desde joven, se convirtió en un pilar cultural del país, defendiendo la identidad paraguaya y abriendo caminos para las mujeres en las letras.
Llegó a Paraguay en 1926, donde se casó con el artista paraguayo Andrés Campos Cervera (Julián de la Herrería). Vivió en una época de grandes cambios políticos y sociales, lo que influyó en su visión crítica y comprometida. A pesar de las limitaciones para las mujeres de su tiempo, se destacó como escritora, ceramista y periodista.
Entre sus poemas más conocidos se encuentran:
Su poesía se caracteriza por un lenguaje preciso, con imágenes poderosas y temas como la justicia social, el tiempo y la condición humana.
Plá combinó tradición y vanguardia, usando formas clásicas pero con una voz moderna. Fue pionera en introducir el surrealismo en Paraguay, aunque siempre mantuvo un enfoque propio, alejado de modas literarias. Su trabajo como ensayista también fue clave, especialmente en estudios sobre cultura guaraní y arte popular.
Josefina Plá falleció en 1999, pero su obra sigue siendo referencia obligada en la poesía hispanoamericana.
A Gastón Figueira
La mañana irisada, como fino cristal
se curvó sobre el ancho campo reverdeciente.
A la abismal succión del azul transparente,
agriétase la carne de un ansia germinal.
Y a la blondez purísima de su desnudez tierna,
la mísera corteza se nos cuartea en congoja,
y un sollozo nos sube desde la honda cisterna
en sombra donde el párpado su penitencia moja.
El dolor de las alas imposibles
nos curva más bajo el cansancio irredimible
que se adhiere a la carne dolorosa:
y en la punta de una hoja, radiante y temblorosa,
la gota de rocío
nos finge aquella lágrima inefable
en que, por fin, pudiera el alma miserable
volcar la última gota amarga del hastío.
XII
El amor realizado es un sorbo de muerte
que nos pasa los labios, que se filtra en las venas.
El alma que nos cambia es más ancha y vacía:
más triste y más sedienta, la boca que nos deja.
Dentro del corazón, alárgase una sombra
cada vez que los labios su antiguo vaso llenan.
El amor realizado aguza en nuestros ojos
del imposible anhelo la trémula saeta,
y es paso que prolonga, en cruel hechizo mágico,
ante la planta laxa la cansadora meta...
Amor: perfecto guía para ir al encuentro
del dolor apostado al fin de cada senda...
Me tendrás a tu lado. Me besarás. Y luego,
como al moreno cántaro que espera al fin del surco,
a mi sumiso cuerpo se alargarán tus brazos.
Se saciará tu sed: la exigua sed de un hombre.
De mi lecho después, en largas madrugadas
hacer creerás el blanco camino del olvido.
Y sin embargo, ciego piloto de mi entraña,
conmigo habrás llegado por una noche sola,
a la encantada playa donde no está tu muerte.
Por el nocturno río caliente de mi sangre
irán tus ojos lejos, para jamás volverse,
tu voz prenderá en roca para perennes ecos.
Tú no lo sabes, hombre, tú no lo piensas, ciego.
Esta noche mi cuerpo será, ¡oh antiguo nauta!
el puerto de que zarpen las naves de otra aurora.
Deja llevarme mi última aventura.
Déjame ser mi propio testimonio,
y dar fe de mi propia
desmemoria.
Déjame diseñar mi último rostro,
apretar en mi oído los pasos de la lluvia
borrándome el adiós definitivo.
Déjame naufragar asida
a un paisaje, una nube,
al vuelo humilde de un gorrión,
a un brote renaciente,
o siquiera al relámpago
que abra en dos mi último cielo.
Sujétame los brazos.
engrilla mis tobillos,
empareda mis párpados.
Pero tatuada una flor en la pupila,
crucificada un alba debajo de la frente,
acurrucado un beso en la raíz de la lengua,
déjame ser mi propio testimonio.
...¿Desde cuándo marchabas a mi lado,
desde cuándo...? Tus pasos
¿desde cuándo, en la noche, aproximándose,
ocultos tras de cada latido...? ¿Desde cuándo...?
¿Desde cuándo, en la noche, por los valles sin nombre,
rastreando mi angustia?
Y tras de cada puerta abriéndose, y de cada
recodo el camino, ¿desde cuándo?
¿Desde cuándo tus sienes en las salvias
del reposo tranquilo?
¿Desde cuándo tus brazos en los cálidos ramos
del viril eucalipto, bajo las siestas altas?
...¿Y desde cuándo el pedregal desnudo;
desde cuándo el desierto irredimible?
¿Desde cuándo la brasa los párpados;
esta sed, desde cuándo?
. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . . . . . . . .
...¿Desde cuándo este siempre irrevocable;
esta muerte creciendo, desde cuándo...?
En el paisaje nuevo
En el paisaje nuevo en que estarás conmigo
reposará la tarde como una flor caída.
Nos habremos deseado
tanto, que el beso habrá muerto.
Yo lo veré en tus ojos, maduros de otra sombra.
Ojos de un valle ausente. Ojos con otra luna
Entre los dos corazones
llorará tu voz
antigua.
...Una tarde peinada con una raya oscura.
Tú tendrás la mitad más dulce de la vida.
Las camelias de tu boca
morirán en otro tiempo.
...Y aquella tarde mía, ya no será la tuya.
Vaciarme de paisajes, olvidarme caminos,
reedificar el arco de tu desnudo día.
Borrar tus ojos, sendas de mi llagado sueño,
y engriar en mi sangre tus dos terribles manos.
(...La estatua que he vaciado en soledad, volverla
raíz y musgo en tierra, canto y ala en el aire).
...O, en la antípoda lluvia de mi aherrojada llanto,
hacer cantar el muerto pájaro de tu beso.
Tornar a las cenizas las flechas de la llama,
reenhebrar en las venas el hilo del suspiro.
Y del dolor crecido, monstruo y criatura mía,
hacer de nuevo aquella sonrisa que en tus labios
me bautizaba tuya, con el nombre más mío.
Esa sombra
La veréis alargarse cada vez como un agua vertida
sin remedio
como un manto cayendo despacio de sus hombros
como si fuese él mismo arrepentido que quisiera
volver sobre sus pasos
-reptil de limpia muerte sin cadáver-
La veréis ahilar su arroyo
sobre un suelo
por siempre horizontal a la aventura
Y será también la única10
que dormirá con él reconciliada
con la sombra total
de que se desgajó
enemiga de todos los espejos un día.
Ay, cómo abrirte este dolor de llaves,
en soledad de pulso amurallado.
Lo que ya se llevaron, cómo darte,
sueño, renunciación, ausencia, olvido.
Cómo franquear a tu claror las puertas
tras las cuales murió crucificado
cada latido virgen de tu nombre,
desposado no obstante de tu imagen.
Cómo agotar la senda de la ausencia,
el rumbo del viaje jamás hecho,
las jornadas cautivas del suspiro.
Ay, cómo en ascua recobrar ceniza,
y de la piedra absorta hacer el nardo
que se encienda a la orilla de tu sangre...
Nadie le empuja Nadie lo retiene
nadie le advierte nadie le cede el paso ni le espera
Indiferentes
le ven pasar con su sentencia
oculta como un zorro robado en la cintura
royéndole hasta el hueco de los dientes
Nadie le impide el paso ni le espera
porque todos quisieran ser los últimos.
Nadie le toca. Nadie
le empuja. Llega solo
llenándose sin nadie del silencio
de todos los que llegaron antes
tapiándose de nombres olvidados
y de palabras sin respuesta
Llega solo
nadie le empuja nadie le retiene
porque todos quisieran ser los últimos
...Un cerrarse de puertas,
a derecha e izquierda;
un cerrarse de puertas silenciosas,
siempre a destiempo,
siempre un poco antes
o un momento demasiado tarde;
hasta que solo queda abierta una,
la única puntual,
la única oscura,
la única sin paisaje y sin mirada.
Poemas cortosPoemas y poetas españoles
Blanda en mi entraña, como tibia lluvia,
beso aplastado corazón a vena;
tiembla en mis ojos, como sol en río
tañe en mis pulsos dolorida plata.
Pincel que te dibuja estremecida
rama en el agua azul de mis anhelos
pasa por mí, y se lleva mi dulzura
como un rayo de luz que fuese abeja.
Ave a quien le nací con viento y nido,
su ala sabe el curso de mi arroyo,
y en el ángulo agudo de su vuelo
-punta de corazón hiriendo en flecha-
una gota de sangre nueva siempre
recarmina las rosas del deseo.