Temas Poetas

José Lupiáñez

Poemas de José Lupiáñez para leer.

José Lupiáñez: Amanecer frente al Mar de Mármara

Sé que mi corazón alguna tarde
recordará estas aguas quietísimas
del Mar de Mármara y este liviano
encantamiento azul
del cielo que las sueña. Sé muy bien
que mi corazón alguna tarde,
en el jardín, quizá, ya del crepúsculo
buscará este frescor, estos reflejos
del lento amanecer que ven mis ojos.
El mar, el Mar de Mármara,
con buques para siempre varados
en sus aguas, con buques que renuncian
a cualquier travesía,
quietos también sobre las aguas quietas.
Los pájaros escriben con sus vuelos
en la celeste página de la mañana
el salmo que recito de verdad y belleza.
Esta visión, esta emoción
viaja ya por el tiempo hasta ese día,
para dejar temblando su milagro.
Entonces, me acordaré de hoy.

Poemas y poetas españoles

Amante de gacela: Poema de José Lupiáñez en español fácil de leer

José Lupiáñez: Ausente

Este sol va dorando lentamente mi alcoba,
que es un raro navío que ha perdido su rumbo;
de tristeza se duelen abatidos velámenes
porque la brisa esconde su ráfaga inocente.

Esta tarde se incendia lentamente mi alcoba
con los últimos dardos de algún sol que consigue
alejar más errantes por el cielo mis sueños.

Ya no existe horizonte, ni los puertos esperan
la barcaza lentísima de mi vida sin brillo.
Han de ser para otros esas cajas de música,
esas voces, la dicha, el amor, las tabernas,
que ahora sólo me ocupa esta inerte añagaza,
y perderse declaran mis divisas sin tregua.

Otro tiempo, otros versos, otro azul, otras manos
me ha negado el presente y el futuro me niega,
soy ajeno y mis labios ya olvidaron su lumbre:

Esta tarde no es cierto que estoy vivo en el mundo.

Poemas y poetas españoles

José Lupiáñez: Balneario

Soñando va la tarde en su divisa
y azul la vida marcha hacia el ocaso.
(Acuden siempre pájaros los jueves).

Dolor, es un decir, no siento mucho,
ni nada que al dolor se le asemeje.
(Me gustan los colores de tus guantes).

Muy cerca de Ajijíc te recordaba
y tú tumbada al sol de la injusticia...
(Me acaba de morder otra serpiente).

No atino con el mundo, se me olvida
que llevo el corazón algo atrasado.
(¿No estoy cuando me llamas? ¡Qué fastidio!).

No busques nunca alivio, te suplico,
en el oscuro fondo de unos ojos.
(Le enseño a disparar desde hace meses).

Ni vengas hasta el filo de la nada
que ha cortado los puentes entre ambos.
(Me voy, adiós; regresaré muy tarde).

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José Lupiáñez: Bazar Egipcio

Desde el Bazar Egipcio
se expande por el aire una oleada
de esencias. El humo primitivo
de los hogares adormece a la tarde,
que huele a mar y a profecía.
Triunfa en el aire, loco por el perfume,
la oración desgarrada de las mezquitas,
la que gime o invoca
el nombre santo de Alah.
Miles de llamas diminutas oscilan
sobre las nucas tocadas de los fieles,
que juntan sus congojas bajo las cúpulas.
Todo me hiere: la tristeza, el perfume,
la adorable cascada de colores ardientes,
el mar, los rostros que me miran,
las palabras aisladas; todo me hiere
en esta hora inquieta de mi vida,
que salta de la nada al paraíso.

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José Lupiáñez: Desde la Torre Gálata

Contempla allá esa luz
que hacia el poniente es sangre.
Esa luz que parece inventarse la ciudad
en sus atardeceres. Distinta cada día,
contémplala desde aquí y mira cómo asciende
desde la urbe que la sueña,
mientras se van haciendo eternos los perfiles
de cúpulas y de minaretes.
Quisiera el alma retener para siempre
este latido vivo que llega de la entraña
de la ciudad, este pálpito,
este rumor infinito de voces
que se mezclan y se contradicen.
Azota el viento el rostro y guarda el ojo
su lágrima penúltima
para gozar la acuosa imagen del milagro.
Por el Cuerno de Oro van mis sueños
que solté desde aquí, desde la Torre Gálata,
como un puñado de palomas.

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José Lupiáñez: La despedida

Aquí en lo oscuro
quedo pulsando mi dulcémele,
mientras veo que te alejas
feliz, contra la línea del horizonte.
Mueves el cuerpo al son de mis acordes,
cada vez más distante, más cómplice,
y un ritmo de secreto te hace tan diminuto.
sí, te alejas de esta pequeña hoguera
que hemos prendido juntos,
y en la alcoba, se extingue la ardentía,
como hermoso extinguirse era bajo tu cuerpo.
Hay un sol tibio que camina delante,
y una brisa en el rostro de quien amé;
mis besos lleva en él como prendidos,
hoy que se aleja,
feliz, contra la línea del horizonte.

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José Lupiáñez: Días celestes

Hay versos que guardaron la nostalgia
de hermosos cuerpos que abracé otro tiempo
y que aún avivan la memoria, inerme,
de muchos besos y de algunos nombres.

En otros aún resuenan las semillas,
las cuentas del azar que fue mi vida
y dejan sus sonidos en la mente,
las huellas de aquel paso de la gloria.

Palabras son, pero que así me llevan
de nuevo hasta tus manos o tus labios,
de nuevo a tu cintura en donde siguen
mis sueños aferrándose, ya en vano...

Sonajas venturosas de los versos:
vibrad ahora y espantad la cuitas;
traedme hasta esta esquina de mi casa
el sol, el son de aquellos días celestes.

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José Lupiáñez: Fábula

Del mar, en los adentros,
donde las aguas refulgentes, aún cálidas,
espejean por el astro más bello que conozco,
vide aquella barcaza donde los dos se amaban,
y cómo discurría lentamente.
Ella volcaba todo su candor y con júbilo
era un ovillo hermoso prendido a su cintura.
Su larga cabellera se derramó en el agua
y sus brazos oscuros se alzaban oferentes.
Un tiempo los estuve observando,
hasta que mis ojos se abrasaron.

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José Lupiáñez: Florinda

Yo noté que apretabas, Florinda, mi cintura,
que tus manos me hacían resbalar hasta el cielo,
que tu poma dulcísima me estallaba en los labios
y tus brazos me alzaban para siempre al seol.
Yo noté que rondaba tu manzana redonda,
que mordía la pulpa cada vez más sediento,
que los dientes dejaban su mejor tintineo...
Me sangrabas con perlas, con anillos y ajorcas,
tu pulsera, el diamante, me rasgó ¿lo recuerdas?
Pero yo penetraba -¡la humedad!-, penetraba,
zahiriendo tu oreja o el zarcillo dorado.
Te encajaste rotunda, decidida, perfecta,
dimos vueltas al mundo y entornabas los ojos,
era un gozo sentirse caballero a tu costa
y marcar en tu espalda el mejor tatuaje.
Era la dicha entonces navegar a tu suerte,
y apretar tu cadera que es la luna redonda.
Te encajaste rotunda, decidida, ¿lo dije?,
éramos invencibles, intangibles, eternos.
Pero yo penetraba furibundo en tu gema,
la que tanto se enciende, la que más centellea,
ese párpado cálido, esa rosa cruel,
y fue entonces que al filo de su pétalo insomne
llegó extraña la plata de la dicha, Florinda.

Lo que fue, con la pluma que felices nos hizo,
queda escrito, mi vida, que por vos sigue inquieta.

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José Lupiáñez: Giro

Como la tarde
que posó una mínima
caricia en tu desnudo,
o el sol dando en tu vientre;
como la tarde toda desprendida
sobre tu seno blanco;
como la tarde me detengo absorto
en la maleza débil de tu voz
y giro en torno a ti,
como la tarde,
deshaciendo este lecho
que ahora esconde en su entraña
tu delirio.

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José Lupiáñez: Hacia la brisa

Si el tiempo me persigue
me ocultaré en el mar,
regazo inmenso que me envuelva
lejos de las orillas.

Allí,
(lejos de las orillas),
en el adentro más remoto,
flotar acaso me veréis
-barquilla blanca-
con los brazos en cruz...

Digo:
si me persigue el tiempo,
buscadme por el mar.

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