Poemas de José Antonio Domínguez para leer.
Yo te he visto, en esa hora fugitiva
en que la tarde a desmayar empieza
doblar cual lirio enfermo la cabeza,
la cabeza adorable y pensativa.
Y entones, más que nunca, sugestiva
se ha mostrado a mis ojos tu belleza,
como en un claro - oscuro de tristeza
con palidez que encanta y que cautiva.
Y es que en tu corazón, antes dormido
el ave del amor ha hecho su nido
y entona su dulcísimo cantar.
Y al escucharle, en ondas de ternura,
languidece de ensueños tu hermosura
¡Como un suave crepúsculo en el mar!
Si la conozco bien: si sé que es ella
frívola y desdeñosa y casquivana;
llena de gracia y como pocas bella,
pero de alma insensible, fría y vana.
Si sé que nunca del amor la estrella
en su camino ha de brillar ufana
porque es su pecho de granito y huela
dejar no puede la presión humana.
Si sé que es tan glacial como la nieve...!
Más, a pesar todo, cierto día
la vi leyendo y prorrumpir en llanto.
Duda extraña de entonces me conmueve:
¿Por qué si esa mujer es tan vacía
pudo ante un libro impresionarse tanto?
Si no sabía pintar: jamás su mano,
mojando en los colores la paleta,
supo trazar, con fantasía inquieta,
los contornos de cuadro soberano.
Si no tenía inspiración; si en vano
fuera pedirle la intuición secreta
que tiene en sus delirios el poeta:
porque él no era un artista: era artesano.
Pero una vez, en su existencia obscura,
flechó su corazón una hermosura: -
Tomó el pincel y delineó su hechizo;
Para cantarla hizo vibrar la lira;
y desde aquel instante, no es mentira,
¡prodigio del amor! ¡artista se hizo!