Poemas de Jorge Riechmann para leer.
Amar puede ser
un aperitivo con sifón
en una mañana de colores ácidos
o puede ser zambullirse en un lago de montaña
nadar equidistante entre el cielo y el fondo
suspendido de un sol de extrema desnudez
Las buenas chicas no piden
la cabeza del Bautista sobre una bandeja
Ya sé que no eres una buena chica
pero piensa que la cabeza
de cualquier fantasma sobre bandeja de plata
desequilibraría a cualquier bailarina
Las cabezas parlantes
prometen la vida eterna con sifón
pero yo he elegido cocinar contigo
crear contigo follar contigo dormir
en el país que delimita
el aroma de tu cuerpo desnudo
Amor mío
olvídate de decapitamientos con sifón
Ven a nadar al lago donde ya estamos
Rechazar el sueño de la ingravidez
no implica renunciar a la caricia de la piel azul del cielo
ni del dulce légamo suavísimo del fondo
¿Pero habría aún un lugar al que huir, veleidades de celebración, una
rueda sin eje? La gran lápida vertical cubierta de musgo nos cierra el paso. Hay inercias más destructivas
que ningún golpe, que ninguna inmediatez. La cabeza de muerto de Brassai emerge de las sombras:
su teatro carnal alimentó horas de agonía. «Los objetos me han ido elevando hasta su altura», le había dicho Goethe,
animal prójimo, y él se lo repitió al anciano de Weimar a los ochenta y tres años. La cabeza de muerto del surrealismo
emerge, llamarada de un deseo desarbolado, retráctil, incandescente; timón de una belleza involuntaria, radicalmente
curada de nostalgia. Qué envergadura la de este jinete escamoso. El tren avanza hacia atrás, desde el último vagón me gritan:
las cosas pueden hacerse de otra forma. La vida puede enlazarse con otra libertad.
Me han hablado del poeta
que se arroja ácido a la cara durante los recitales
y escribe en el cielo preprogramado de California
con humo de aeroplanos
y me impresiona la calidad de esta ética laboral
tan a la altura
de nuestros tiempos de paleocapitalismo posmoderno:
todo por la patria
por el patrón
por el poder
por la poesía...
pero me temo
que ni siquiera con tanto sacrificio
consigue durar más de diez segundos en los telediarios.
Prefiero
otra estrategia lateral, contraria:
escribir en la arena
y hablar en voz muy baja
para que tú me oigas.
Borrar las huellas.