Poemas de Jon Juaristi para leer.
Sobre el poeta Jon Juaristi [occultar]
Juaristi combina una voz lírica intimista con una reflexión histórica y política. Su poesía se caracteriza por un lenguaje preciso, a veces irónico, y una constante exploración de la identidad y el exilio. También destaca su labor como ensayista, con obras como "El bucle melancólico", donde analiza el nacionalismo vasco.
Juaristi es una figura clave para entender la literatura española contemporánea, especialmente la vinculada al País Vasco. Su poesía, cargada de honestidad y desencanto, sigue resonando en nuevas generaciones de lectores.
Como nada gloriosos combatientes
de una guerra perdida, regresáis,
imágenes de mi sesenta y ocho.
Praga pillaba lejos,
no muy cerca París.
La vida me arrastraba de la mano
hacia un verano gris.
Recuerdo un año cruel:
el despertar de un sueño de bonanza católica
y de jardín inglés.
Y, creo haberlo dicho, París ni lo pisé.
Nunca pude llevarme
por delante un adarme
de gendarme.
Poemas cortosPoemas y poetas españoles
Por mi edad turbulenta
-o sea, de los veinte a los cuarenta-,
mejor pasar como si sobre ascuas.
Bebí, amé (es un decir)
y gasté por encima
de lo que la prudencia aconsejaba.
Tú, que me envidias, debes
saber que cambiaría sin mirarla
tu juventud oscura por los años
de la edad turbulenta
en que trastabillé más de la cuenta.
Poemas cortosPoemas y poetas españoles
(Oración gnóstica para las postrimerías)
Sólo roza mis labios el extremo del ala
de aquél ángel terrible que fue mi compañero.
Privilegio del légamo: ahora sé lo que espero
de la rosa que muere, de la sal que desala.
Por mi pecho y mi vientre garra suave resbala
hacia el sexo aterido, y de un golpe certero
desbarata la dulce trabazón. Por entero
desmenuza en la sombra la materia que tala.
Basílides, Marción, blasfemos pertinaces
que pusisteis la nada por cimiento del mundo
y al abismo arrancasteis -Valentín- la palabra.
Ángel de la carroña, que a zarpazos deshaces
la rotunda bandera del amor moribundo.
Rogad por mí al divino aguijón que me labra.
Vuelvo a leer tus cartas de hace un siglo,
de cuando estaba en el cuartel, ¿recuerdas?,
o en la trena, mi amor, no exactamente
en la Cárcel de Amor, o en las terribles
provincias que he olvidado. Amarillean
los sobres de hilo, corazón. Los sellos
habrán cobrado algún valor. No en vano
oro es el tiempo de la filatelia.
Me hablas de tu fractura de escafoides,
de tu dolor de muelas, de tu perro,
de lo mal que lo pasas en agosto,
de una excursión a Andorra... Poco a poco,
me has vuelto desabrida la nostalgia:
mi dulce bien, no me quisiste nunca.
Cazador entre los pinos,
al acecho de torcaces.
Otoñada.
Tus recuerdos son caminos
que regresan pertinaces
a la nada.
De mozo te conocí,
en este puesto secreto
vigilante,
como un ávido neblí,
por zarpar pugnando inquieto
desde el guante.
El arroyo entristecido
ha gastado con los días
sus riberas
y tus días el olvido
los ha trocado en vacías
parameras.
Cómo te burla el halcón,
cómo en el cielo de octubre
va tendiendo
redes a tu corazón,
cómo con ellas lo cubre
descendiendo.
Cazador, mal cazador,
toda herrumbre tu escopeta
temblorosa,
¿cuándo te pasó el amor
de claro con su saeta
silenciosa?
Aquí llega el otoño, con su voz de ceniza,
desalentando sueños, cubriendo de hojarasca
las imágenes rotas que el coraz6n conoce.
Ante mi casa lloran las cañas azotadas
por el viento nocturno, y asciende hasta mi cuarto
el olor inquietante de la tierra mojada.
Conozco esta fragancia de carne entumecida,
de deseo imposible: es la estación del miedo.
La vida se derrumba como una torre endeble.
Amor, un dios decrépito recorre Vinogrado.
Oigo bajo la lluvia sus pasos inseguros
y un bordón que golpea en los árboles muertos.
Soy hija del rey, Señora,
a coger la flor del agua.
(Del Romancero tradicional)
En la lluvia de junio
cómo me eres extraña.
Cómo llenas el mundo
con tu voz inaudible.
Cómo tiendes las manos
en la bruma anegada,
grial de tibia penumbra,
cauce de húmeda luz.
Déjalo, no se enturbie
con el limo del tiempo
que revuelve la culpa
como un novillo herido.
Mudo fragor del beso.
De repente, qué tarde:
de agrio remordimiento
me ha llenado la edad.
Reverdecen en vano
estos chopos. Tú sabes
de un dolor de raíces
que devorando va.
Un día de Aberri Eguna
me puso en un compromiso.
Después vivimos una historia
de amor, maría y luna llena
frente a la playa de Zarauz
que habría matado de envidia
a cualquier arábigo-andaluz.
Yo me la llevé a la playa
la noche de Aberri Eguna,
pero tenía marido
y era de Herri Batasuna.
Me porté como quien soy,
como un euscaldún legítimo,
y para olvidarla pronto
le regalé un prendedor
con un verso, una icurriña,
una pluma y una flor,
y un libro de Patri Urkizu
forrado en raso pajizo.
T.S.E.
Al marchitarse la rosa de la memoria
se adueñaron del jardín la ortiga y la cizaña.
Se vino abajo la pared. La verja
se me quedó en las manos, quebradiza,
y se volvió en el pozo fango fétido
el agua fresca y dulce de otros días.
Poeta de la edad de la penuria,
descendió a los infiernos sin Virgilio.
Ceniza, arena,
arena fugitiva entregada a la muerte.
Sobre la fosa,
la rosa ardiente permanezca viva
mientras desgarren zarpas de silencio
la piel lívida del mar de horror. Augur,
sus uñas se adentraron
en la carne vacía de la noche.
Los años pasarán, y hasta mis horas
se agotarán también. Pero habrá tiempo
para escribir palabras con sentido,
palabras que revienten de sentido
en cristal empañado y plata sucia.
Let's ask for the bill, decías. No
querías quedarte. Decidimos, no obstante,
pedir un último café.
Nerviosa y aburrida, llamaste al camarero:
... and one tea for me, with milk. Please.
Fuera estaba cayendo mansamente la lluvia.
Se perdía la gente hacia calles extrañas.
Let's ask for the bill, now. La pasión de un verano
yacía moribunda al pie de la tetera.
Well, see you... y dónde,
dónde se fue tu amor, Pentesilea.
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