Temas Poetas

Joaquín Pérez Azaústre

Poemas de Joaquín Pérez Azaústre para leer.

Joaquín Pérez Azaústre: Caudal

Caudal es cantidad
de agua que transita en un segundo,
que viene al punto dado en la corriente.

Si no se especifica el sitio en el que mides,
si es el litoral, si es el meandro,
si hay un lugar de agua que te ignora,
pongamos que el lugar en el que mides
se acerca a lo que resta, te resta de la boca.

Así el caudal varía, según tú lo alimentes,
según la infiltración de afluentes que reciba.

El agua se evapora, se merma así el caudal
que viene a reponer el hombre en su trabajo,
la nieve si se funde, la lluvia en su estación
que mide y que se crece en el final.

Las piernas que se abren,
el agua que al abrirse desemboca.

Poemas y poetas españoles

Joaquín Pérez Azaústre: Duración

Mis alas te las dejo.
Agítalas con fuerza, toma impulso.
Yo prefiero quedarme entre los hombres,
volver a hundir mis pies en tierra blanda.

Qué si hasta el misterio se derrumba.
Me puedes encontrar detrás del árbol.
Quién ha dicho que el tiempo verdadero
nos tiene que durar más que la vida.

Poemas cortosPoemas y poetas españoles

Joaquín Pérez Azaústre: Estampa del exilio

Tu puente de agua blanca va y se extiende
más allá del país de los naufragios.

El faro verde de estribor te avisa,
vas nadando con fe hasta la baranda.

Te extrañas. Nadie sale a recibirte.

Estás aquí, en un barco
de vidrio silencioso
y descubres de pronto nuestra fiesta
de huérfanos que sueñan con el mar.

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Joaquín Pérez Azaústre: Una hermosa muchacha despierta en 1939 tras un largo sueño

Has contado despacio
las ruinas que quedaron

de tu casa de mármol tras el fuego.

Buscas los restos, esperas
encontrar las miradas,

las voces de los tuyos.

Cada roca te muestra una sonrisa,
cada gesto se oculta en cada roca.

Te conquistan desiertos de silencio,
el polvo se ha anudado a tu garganta.

Ahora gritas, y gritas para nadie.

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Joaquín Pérez Azaústre: El laberinto

Ella estaba detrás del laberinto.
Lo supe al conocerla.
Aunque al principio, al relumbrar su cuello
en la puerta fugaz de aquel hotel
(creo que podía ser el Miguel Ángel,
y había un piano-bar), jamás me habría creído
que era posible entrar con tanta suerte
ni en ningún otro hotel, ni en cualquier otra parte.
Tenías que haberla visto. Tenías que habernos visto.
Era casi imposible imaginar
a dos seres tan frágiles,
con un fulgor tan raramente humano.
Y el brillo se quedó dentro del pecho,
como un tibio dolor del corazón.
Poco después moriste, pero ya pude ver
que había una hebra invisible, un deseo capilar,
en ti y en ella,
de no tener más freno que la muerte.
Y se lo dije entonces, quizá hasta un poco antes:
eres como un cachorro de león asustada.
Tú sólo tienes miedo de tener
ese miedo más grande que la vida.
Eres como un cachorro de león asustada,
porque un león no se rinde,
no cesa ni claudica,
se encrespa en la batalla,
apenas retrocede
y muere de un impulso o ruge y toma aliento
y vence a dentelladas.
Me gustaría decirte que fue fácil.
Me gustaría decirte que aún es fácil.
Pero ella está detrás del laberinto
y no hay salida fuera de sí misma:
es un hotel costero abandonado
donde todas las puertas nos llevan hasta el mar.

Poemas y poetas españoles

Joaquín Pérez Azaústre: Litoral

Estás quieta dentro del paisaje.

El rastro del azul
en la legión de puntas esparcidas.

La espalda como un río
encuentra la belleza en su estar dentro,
un sigilo que se afina,
que expone y que acompaña a la escalera;
ve a él, saborea en él
lo grueso de este labio sobre labio.

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Joaquín Pérez Azaústre: Una noche de conjuros y ebriedad

Anunciaron tu nombre las estrellas.

Sacamos nuestras galas al saber que venías.

Disfrazamos la casa de palacio,
cubrimos nuestras mesas con los manteles de oro;
quemamos varas de incienso en el salón,
fuimos a pisar mil uvas
en una tina de cobre, dulce baile.

Te esperamos cantando hasta las tantas,
y de la noche llovió un susurro
azul de vino; un lamento veloz
que fue desbordando, triste, tu caudal.

Soñamos que llegabas,
cansado de tan lejos, como una vez llegaste,
siendo nosotros niños que esperaron
esa mirada oscura perdiéndose en palabras,
esos paisajes ocres que envolvían
a los cielos marrones del invierno.

Pero no apareciste en varias noches
y el viento se volvió de pronto frío,
se encresparon cascadas en los valles.

Tu vino de la vida nos regó.

Acordamos lucir todas las galas.

Soñamos que llegabas,
cansado de tan lejos, como una vez llegaste.

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Joaquín Pérez Azaústre: Las ollerías

Aún es pronto para volver a casa:
me han curvado la espalda los enanos
que he venido cargando desde siempre,
los que duermen la siesta en mis bolsillos
para ralentizar mi digestión.
Aún es pronto para volver a casa,
aunque pisé los límites.
Pensé que nadie me podría reconocer.
Escuché los ladridos, temí el polvo naranja.
Recordé la alcancía oculta bajo el mueble.
¿Qué ha sido del nervio, el escondite
bajo un muslo de reina y el metal de unas manos?
Ahora los disfraces son de piel
y miro la avenida desde lejos, ya muy lejos
del sol y de los otros,
que alguna vez volaron para aplacar mi fiebre.
Sé lo que estás pensando: aún es pronto,
y casi no he cumplido mis pactos con la vida.
Es muy pronto aún, pero qué esperas,
si tu voz se me clava en los tobillos
y me amansa la angustia, el temor de un insomnio.
Dentro, en mí, habitas aún la casa.
Otros vinieron antes, y ya la vaciaron
de ti, de tus vestidos, de tus plantas vivaces
a las que siempre hablabas de mí, entre otras cosas.

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Joaquín Pérez Azaústre: Parada en las calle Velintonia

Y bajamos la cuesta de la luz.

Era una tarde de marzo y el aire
una caricia hilada del pasado,
un susurro dorado que iba ardiendo
en las copas acres,
en las aceras de plomo,
en los veleros perdidos por aquel mar naranja.

Supimos que otros hombres de otro tiempo
distante de este sol que se deshace
vinieron en tu busca en otro ocaso
con la sola querencia de escucharte.

Y bajaron la cuesta de la luz.

Divisaron de lejos los postigos
y los sauces naciendo sobre el muro;
era también aquél
un atardecer de marzo
y en el aire danzaban las palabras,
y tu verso latía entre las copas rojas,
en las aceras de bronce, en los barcos
llegados a tu puerto de acacias desde el mundo.

Tú estabas allí para aguardarles
con tu mirada gris de tardes largas.

Y todos acudían a que oyeras
sus sueños de papel y peregrinos.

Y bajaban la cuesta de la luz.

Ayer bajamos nosotros
tu cuesta de la luz.

La puerta de la verja está oxidada.

Las acacias ahogadas en la tierra.

Los sauces ya crecieron y espumosos
han vertido la niebla en tu jardín.

Sólo queda tu nombre en esta calle.

Y subimos la cuesta de la luz.

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Joaquín Pérez Azaústre: La pendiente

Miras abajo porque sientes
que todo lo que sientes
va a acabarse,

que el dolor sí se ha roto,
que hay un viento que anuncia
tu nombre y tu llegada a otras ciudades,

un lamento gris,
tus ojos que ahora sí lo entienden todo
y lo perdonan todo,

tus ojos que no miran
más que el vago contoneo de las cosas
para guardadas dentro,
que saben que la marcha
es una aceptación.

Antes de irte
quieres estrechar la mano del verdugo,
porque no deseas llevarte
nada parecido a un mal sueño.

Olvidas el dolor,
te están llevando,
parece que ahora estás mucho más lejos.

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El perfume de las nubes: Poema de Joaquín Pérez Azaústre en español fácil de leer

Joaquín Pérez Azaústre: Viento

Cambios de viento,
cambios de rutina que maltratan
aciertan con un gris tan macilento,
un gris de atmósfera, un gris de lluvia rota.

Las nucas erizadas, asfalto mal medido,
un gris que metaliza,
cambios de rutina y un maltrato.

El aire que no esperas.
El aire que no ves por la ranura.

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