Francia: 1889-1963
Poemas de Jean Cocteau para leer.
Sobre el poeta Jean Cocteau [occultar]
Tus manos por las sábanas eran mis hojas muertas. Mi otoño era un amor por tu verano.
El viento del recuerdo resonaba en las puertas de lugares que nunca visitáramos.
Permití la mentira de tu sueño egoísta allá donde tus pasos borra el sueño. Crees estar donde estás.
Qué triste nos resulta estar donde no estamos, así siempre.
Tu vivías hundido dentro de otro tú mismo, abstraído a tal punto de tu cuerpo que eras como de piedra.
Duro para el que ama es tener un retrato solamente.
Inmóvil, desvelado, yo visitaba estancias a las que nunca ya retornaremos.
Corría como un loco sin remover los miembros: el mentón apoyado sobre el puño.
Y, cuando regresaba de esa carrera inerte, te encontraba aburrido, con los ojos cerrados,
con tu aliento y con tu enorme mano abiertos, y tu boca rebosante de noche...
Entre 1915 y 1917 Jean Cocteau compuso este poema, en algunos aspectos
según los principios de la escuela Dada. El personaje central es Roland Garros,
primer vencedor del Mediterráneo, muerto en combate en 1918.23 septiembre 1913
aeródromo de Túnez
una seria turba árabe, francesa prevenida
por los radiotelegramas hormiguea Islam el calor
negrillos en los árboles el vendedor
de buñuelos con miel el severo servicio de orden
los reporteros los fotógrafos
seis mil espectadores
caras mirando hacia occidente esperan
prestos al entusiasmo
por una liza
el anuncio espléndido
el-joven -que-ha -cruzado-el-mar
tres torpederos
chafados en su baba
Un farol dominguero
madurado por el viento
puede incendiar las ramas.
Debe recogerse antes.
Poemas cortosPoemas y poetas franceses
Hay gentes que lo poseen todo y no consiguen hacerlo creer; ricos tan pobres y nobles tan vulgares
que la incredulidad que suscitan acaba por hacerlos tímidos y les da una actitud sospechosa.
En algunas mujeres, las más hermosas perlas resultan falsas. En cambio, en otras las perlas falsas parecen
verdaderas. De igual modo, hay hombres que inspiran una confianza ciega y que gozan de privilegios
que no podrían pretender. Guillermo Tomás pertenecía a esa raza de ventura.
Se le creía. No necesitaba adoptar precaución alguna ni hacer ningún cálculo. Una estrella de mentira le
llevaba derechamente a su objeto. Así, nunca tenía el rostro preocupado, turbado ni ceñudo. No sabiendo
nadar ni patinar, podía decir: «Yo patino y yo nado.» Todos le habían visto sobre el hielo y en el agua.
Un hada especial da esa suerte en el nacimiento.
Hay algunos que triunfan y a cuya cuna no acudió más hada que esa.
Nunca se le ocurrió a Guillermo hacer su examen y pensar: «¿Cómo saldré de esto?», o «Estoy engañando»,
o «Soy un miserable», o «Soy un hombre hábil».
Caminaba estrechamente unido a su fábula.
Cuanto más vivía su papel, más se incorporaba a él y más le aportaba ese fuego y esa franqueza que persuade.
El sol cae aplomado
El pájaro
Alcanzando su sombra
Se posa dulcemente sobre ella
En Bizerte
Y un campesino corre...
Poemas cortosPoemas y poetas franceses
Recuerdo de Montparnasse
«Oh mi bella»
los sitios de sombra
fuma su pipa
sentado en sí
y contra sí
cita en casa de Nadar
con
la eternidad
el oro del hielo
gira alrededor
del domador
de musas
que cuelga
una cacerola
al perro de la troupe
a su vez amordazado
medita
un golpe bajo
una zancadilla
inesperada
pues
habiéndose
bufado de ellas
fue
hecho prisionero
en su ronda terrible
y allí
busca
por
donde
salir
Versión de Cristina Peri Rossi