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Heinrich Heine

Heinrich Heine

Alemania: 1797-1856

Poemas de Heinrich Heine para leer.

Heinrich Heine: Nueva primavera

En su amor la mariposa
Vuela de la fresca rosa
Sobre el cáliz perfumado;
Un rayo del sol ardiente
La baña amorosamente
Con su resplandor dorado.
Pero ¿a quién ama la rosa?
¿Quién el amor de la hermosa,
Quisiera saber, merece?
¿Es el ruiseñor que canta?
¿O el astro que se levanta
Cuando la tarde decrece?
No sé a quién la rosa adora:
Pero mi pecho atesora
Para todos tierno amor;
Para todos, rosa bella,
Rayo de sol, clara estrella,
Mariposa y ruiseñor.

Poemas y poetas alemanes

Heinrich Heine: Pon en mi pecho niña, pon tu mano

Pon en mi pecho, niña, pon tu mano.
¿No sientes dentro lúgubre inquietud?
Es que .en el alma llevo un artesano
que se pasa clavando mi ataúd.

Trabaja sin descanso todo el día;
y en la noche trabaja sin cesar;
que acabes pronto, maestro, mi alma ansía,
y me dejes en calma descansar.

Poemas cortosPoemas y poetas alemanes

El tambor mayor: Poema de Heinrich Heine en español fácil de leer

Heinrich Heine: Los tejedores de Silesta

Silenciosos, sin fe, no brilla el llanto
De aquellos hombres en los ojos secos.
Crujen sus dientes, fúnebres canciones
Ante el telar sentados van diciendo:
«Vieja Alemania, tu sudario helado
Ya tejen en la sombra nuestros dedos,
Y en el tejido vil, los labios mezclan
De maldición y cólera los ecos.
¡Tejemos! ¡Tejemos!
»Maldito sea el Dios de los dichosos,
Al que elevamos míseros acentos,
Del hambre horrible en los eternos días
Y en las heladas noches del invierno:
En vano en su piedad la fe pusimos;
Él nos vendió, burlados: pobres necios!
¡Tejemos! ¡Tejemos!
»Maldito sea el rey, el rey del rico,
Al cual en vano, de amargura llenos,
Misericordia y compasión pedimos:
De nuestra bolsa ruin el postrer sueldo
Él arrancó con avidez, y ahora
Ametrallarnos hace como a perros.
¡Tejemos! ¡Tejemos!
»Maldita nuestra patria también sea,
Nuestra patria alemana, donde el cielo
Cubre tan sólo oprobio, mal e infamias,
Donde, al abrir sus pétalos al viento,
Se marchita la flor, y sólo viven
La laceria, el engaño, el vilipendio.
¡Tejemos! ¡Tejemos!
»La lanzadera vuela, el telar cruje;
Días y noches sin cesar tejemos.
Vieja Alemania, tu sudario helado
Ya tejen en la sombra nuestros dedos,
Y mezclan nuestros labios al tejido,
De maldición y cólera los ecos.
¡Tejemos! ¡Tejemos!»

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