Poemas de Guillermo Prieto para leer.
Sobre el poeta Guillermo Prieto [occultar]
Uno de los eventos más dramáticos de su vida ocurrió en 1858, durante la Guerra de Reforma, cuando fue capturado y condenado a fusilamiento. Según relatos, logró conmover a sus verdugos recitando versos, salvando así su vida.
Prieto fue admirado por su ingenio y compromiso social, pero también enfrentó críticas. Algunos contemporáneos lo acusaron de ser demasiado populista en su estilo literario, mientras que otros cuestionaron su participación en la política, donde ocupó cargos como ministro de Hacienda.
Además de escribir, Prieto disfrutaba de la música y las tertulias literarias. Era conocido por su carácter jovial y su habilidad para improvisar versos en reuniones sociales, lo que lo hizo muy querido en círculos culturales.
Su obra combinaba romanticismo y costumbrismo, con un lenguaje accesible y lleno de humor. Prieto retrató la vida cotidiana de México, desde las fiestas populares hasta las injusticias sociales. Destacó por su uso de diálogos vivos y descripciones coloridas.
Prieto dejó un legado como cronista de su tiempo y defensor de las causas liberales, siendo recordado tanto por su pluma como por su valentía política.
Eco sin voz que conduce
El huracán que se aleja,
Ola que vaga refleja
A la estrella que reluce;
Recuerdo que me seduce
Con engaños de alegría;
Amorosa melodía
Vibrando de tierno llanto,
¿qué dices a mi quebranto,
qué me quieres, quién te envía?
Tiende su ala el pensamiento
Buscando una sombra amiga,
Y se rinde de fatiga
En los mares del tormento;
De pronto florido asiento
Ve que en la orilla aparece,
Y cundo ya desfallece
Y más se acerca y le alcanza,
Ve que su hermosa esperanza
Es nube que desaparece.
Rayo de sol que se adhiere
A una gota pasajera,
Que un punto luce hechicera
Y al tocar la sombra muere.
Dulce memoria que hiere
Con los recuerdos de un cielo,
Murmurios de un arroyuelo
Que en inaccesible hondura
Brinda al sediento frescura
Con imposible consuelo,
En inquietud, como el mar,
Y sin dejar de sufrir,
Ni es mi descanso dormir,
Ni me consuela llorar.
En vano quiero ocultar
Lo que el pecho infeliz siente;
Tras cada sueño aparente,
Tras cada mentida calma,
Hay más sombras en el alma,
Más arrugas en la frente.
Si bien entra este empeño
En que tan doliente gimo
La esperanza de un arrimo,
De un halago en un ensueño,
Si de mí no siendo dueño
Sonreír grato me veis,
Os ruego que recordéis
Que estoy de dolor rendido. . .
Pasad. . . dejadme dormido. . .
Pasad. . . ¡no me despertéis!