España: 1877-1936
Poemas de Francisco Villaespesa para leer.
Todo en silencio está. Bajo la parra
yace el lebrel por el calor rendido.
Torna a la flor la abeja, el ave al nido,
y a dormir nos invita la cigarra.
La madreselva que al balcón se agarra,
vierte como un suave olor a olvido;
y a lo lejos escúchase el quejido
de una pena andaluza, en la guitarra.
Del mar de espigas en las áureas olas
fingen las encendidas amapolas
corazones de llamas rodeados...
¡Y el sudor, con sus gotas crepitantes,
ciñe a tus bucles, como el sol dorados,
una regia corona de diamantes!
Las lágrimas sonoras de una copla
con el perfume de la noche entran
por mi balcón, y todo cuanto duerme
en mi callado corazón despierta.
«¡Amor, amor, amor! Sangre de celos»,
gime la triste copla callejera:
blanca paloma herida que sangrando
a refugiarse a mis recuerdos llega.
¿Ya no recuerdas aquel rostro pálido,
las pupilas tan grandes y tan negras
que te hicieron odiar al amor mismo
y maldecir la vida y la belleza,
y amar el crimen y gustar la sangre
que tibia mana de la herida fresca?
Duerme ya, corazón... Se va la música
aullando de pasión por la calleja.
Y en la paz de la noche sólo late
el tiempo en el reloj que, lento, cuenta
las venturas perdidas para siempre
y los dolores que sufrir te quedan.
«¡Amor, amor, amor'. ¡Que nadie bese
lo que ni en sueños mi esperanza besa!
¡Antes que en brazos de otro amor, prefiero
entre mis brazos contemplarte muerta!
En el dulce silencio campesino,
y en copas de cristal, el labio bebe
la frescura del alba, como un vino
de rosas rojas conservado en nieve.
La geórgica blancura de un molino
como en una oración sus aspas mueve...
Se apaga el astro y se despierta el trino,
y una paz celestial de todo llueve.
¡Oh, sentir, entre sueños, el sonoro
clamor de la campana cristalina
llamando a misa con su voz de oro..!
¡Y mirar florecer en tu ventana,
en el pico de alguna golondrina,
la campanilla azul de la mañana!
Cruzas por mis recuerdos como un rayo de luna
que lo ilumina todo de una blanca poesía...
El ruiseñor cantaba su amor. Colgaba una
fina escala de seda desde tu celosía.
Era la noche un río cristalino y sonoro,
que arrastraba en sus ondas, hacia la Eternidad,
nuestro amor como una carabela de oro,
palpitantes las velas bajo la tempestad.
Entre un deshojamiento de románticas rosas
de luz, juntos surcamos Venecias fabulosas,
en un olvido eterno de todo... Tu laúd
desgranaba en la noche su inmortal serenata...
¡Y al pie de la marmórea y altiva escalinata
nos esperaba el paje de nuestra Juventud!
Asómate al balcón; cesa en tus bromas,
y la tristeza de la tarde siente.
El sol, al expirar en Occidente,
de rojo tiñe las vecinas lomas.
El jardín nos regala sus aromas;
mece el aire las hojas suavemente,
y en las blancas espumas del torrente
remojan su plumaje las palomas.
Al ver con qué tristeza en la llanura
amortigua la luz su refulgencia,
mi corazón se llena de amargura...
¡Quizá el amor que en vuestros pechos arde,
apagarse veremos en la ausencia,
como ese sol en brazos de la tarde!...
Turbia de sombra, el agua del remanso
reflejó nuestras trémulas imágenes,
extáticas de amor, bajo el crepúsculo,
en la enferma esmeralda del paisaje...
Era el frágil olvido de las flores
en el azul silencio de la tarde,
un desfile de inquietas golondrinas
sobre pálidos cielos otoñales...
En un beso muy largo y muy profundo
nos bebimos las lágrimas del aire,
y fueron nuestras vidas como un sueño
y los minutos como eternidades...
Al despertar del éxtasis, había
una paz funeraria en el paisaje,
estertores de fiebre en nuestras manos
y en nuestras bocas un sabor de sangre...
Y en el remanso turbio de tristeza
flotaba la dulzura de la tarde,
enredada y sangrante entre los juncos,
con la inconsciencia inmóvil de un cadáver.
Eres como una ola
de sombra que me envuelve,
y espumeando de amargura pasa,
y entre otras negras olas va a perderse...
¿Adónde vas?...
¿De dónde vienes?
¡Sólo sé que soy tuyo, que me arrastras!...
¡Y cuando tú me dejes,
vendrá acaso otra ola,
como tú ignota y como tú inconsciente,
y sin querer me arrastrará de nuevo
gin saber dónde va ni dónde viene!...
Poemas cortosPoemas y poetas españoles
¡Felicidad!... ¡Felicidad!... Dulzura
del labio y paz del alma... Te he buscado
sin tregua, eternamente, en la hermosura,
en el amor y el arte... ¡Y no te he halladoI
En vano, el alma, sin cesar te nombra...
¡Oh luz lejana, y por lejana, bellaI...
¡Jamás la mano alcanzará la estrellaI...
¿Pasaste sobre mí, como una sombra?
¿En brazos de qué amor has sido mía?..
¿No he besado tus labios todavía?...
¿Los besaré, Señor?... Sobre mi oído
murmura alguna voz, remota y triste :
-Pasó por tu jardín... y no la viste...
¡y ya, sin conocerla, la has perdidoI
¡La hora confidencial!... Entre banales
palabras, toda entera, te respiro
como un perfume, y en tus ojos miro
desnudarse tu espíritu. ..Hay fatales
silencios... Se oscurecen los cristales;
y se esfuma la luz en un suspiro,
temblando sobre el pálido zafiro
que azula entre tus manos imperiales.
Las tinieblas palpitan... Andan miedos
descalzos por las sedas de la alfombra,
mientras que, presintiendo tus hechizos,
naufraga la blancura de mis dedos
en la profunda y ondulante sombra
del mar tempestuoso de tus rizos.
Cuando me dices: Soy tuya,
tu voz es miel y es aroma,
es igual que una paloma
torcaz que a su macho arrulla.
Sobre mi mano dormida
de tu nuca siento el peso,
mientras te sorbo en un beso
todo el fuego de la vida.
Cuando ciega y suspirante
tu cuerpo recorre una
convulsión agonizante,
adquiere tu faz inerte
bajo el blancor de la luna
la palidez de la Muerte.
Poemas cortosPoemas y poetas españoles
¡Jazminero, tan frágil y tan leve
que bastara con un soplo de aliento
para que disipases en el viento
tu intacta castidad de plata y nieve!...
Tu pureza me evoca aquella breve
mano de espumas y de encantamiento,
que ni siquiera con el pensamiento
mi corazón a acariciar se atreve.
Con su blancura a tu blancura iguala;
con tus piedades sus piedades glosas...
Como tú, tiene el corazón florido;
y, también como tú, también exhala
sobre el eterno ensueño de las cosas
un perfume de amor, luna y olvido.
Un «¡espera!», un «¡recuerda!» es cuanto queda
de tu voz en mi oído... ¡todo es eso!
¡Nunca en tus labios floreció mi beso!
¡Jamás mis sueños perfumó la seda
de tus cabellos..! Bajo la arboleda
nos dijimos ¡adiós..! Y en un exceso
de orgullo y de rencor, quitose el preso
sus cadenas de rosas... ¡Dios conceda
a tu alma la dicha ambicionada!
Yo, en las frías tinieblas de la nada
con pasos de sonámbulo me pierdo...
¡Y aullando de dolor, sobre la arena
del pasado, mi vida es una hiena
devorando el cadáver de un recuerdo!